No, es en serio. Totalmente en serio. Mi chichi no funciona. Os cuento muy rápido para que me entendáis. Acabo de salir de una relación muy larga, así como 10 años.

OMG, diréis. OMG, digo.

Él es el único chico/hombre con el que he mantenido relaciones. Sí, en pleno siglo XXI seguimos existiendo personas así. No es que no me guste el sexo. Dios, me encanta. Os juro que mi mente calenturienta me lo ha hecho pasar muy bien estando solita y soltera. Y con él, al principio todo eran tardes de 3 y 4 veces. Es en serio. Siempre ha habido una química alucinante entre los dos. Todo era probar y probar. Ahora así, asá, en la silla, de pie, con tacones, en la bañera, en el sofá, el mañanero, el de ir a dormir, el de no grites que te oyen los vecinos…. Todo felicidad y orgasmos hasta que un día llegó la frase:

–          Amor, es que estás engordando y no me pones como antes.

BOOOOM, mi autoestima derrumbándose contra el suelo, aplastada, hecha añicos, pisoteada. Mi cabeza a la velocidad de la luz, realmente pensando que lo que pasaba era por mi culpa.

giphy

Y ahí empezó el principio del fin. De lo nuestro. Del sexo. De todo.

Siempre he estado jamona. Osea, lo jamona que se está usando una 42 midiendo 1’63. El tema es que tengo un culamen y un pechote impresionantes, y siempre ha sido así. Siempre asumí que eso era lo que le gustaba. “Me encantan tus tetas, son perfectas”, “Buah, vaya culo”. Y de repente todo lo que hacía que se le pusiera mirando al cielo, era un problema. Un problema que he arrastrado desde que él lo dijo en voz alta.

Al principio lo hablamos. Lo hablamos mucho. Él se sentía culpable, se sentía mezquino, pero no podía negar que su amiguito de ahí abajo ya no palpitaba por mi. Horas de llanto y discusiones y mi ego destrozado, y decidí adelgazar.

giphy (1)

Estuvo bien. Me sentía fantástica, bajé dos tallas, me sentía sana y con energía y el sexo empezó a funcionar de nuevo. Pero no supe ver en su momento que adelgazar por él y por el sexo era mi primer paso hacia la destrucción de mi coño. Mi actitud en la cama cambió poco a poco, ya no me sentía tan segura, tan poderosa, ni tan marranota. No me gustaba probar según qué posturas por miedo a que me viera más gorda de lo que estaba. Acabé por descubrir en cuales mi cuerpo se veía mejor o cómo mover las caderas sin que mi barriga quedara demasiado expuesta hacia delante.

Surrealista, ¿verdad? Pues así me pasé años. No es que no disfrutara del sexo, pero mi llama se iba apagando. Hasta que llegó ese momento en que dejé de desear que me tocara. Porque su contacto me hacía sentir mal. Sólo lo hacíamos si yo quería. Tenía que estar inspirada y sentirme a gusto. Y eso ocurría con poca frecuencia. Y así, mi chichi dejó de funcionar.

Ahora lo hemos dejado, porque me estoy haciendo mayor y un día me pregunté qué mierdas estaba haciendo con mi vida, y cuando observé con perspectiva me di cuenta de que yo misma me había cargado mi chichi, mi relación y todo.

No me respeté a mí misma. No respeté mi cuerpo. No me cuidé ni a mí ni a mi autoestima. No le culpo a él. Al fin y al cabo fue sincero y en ningún momento quiso hacerme daño. Pero su sinceridad fue demasiado para mí. Nunca supe encajar ese problema y tomé decisiones en las que mi bien personal quedó por debajo del bien de la pareja. Y esto lo veo ahora que ya no estamos juntos.

Pero lo peor de todo, es que desde que lo dejamos mi toto moreno sigue sin funcionar. Intento hacérmelo solita con mi amigo el dedito, mi amigo el vibrador, mi amiga la ducha… Mi cuerpo persigue el orgasmo durante horas. Y nada. En cinco meses, tres orgasmos.

No acaba ahí la cosa amigas. Desde que lo dejamos ha aparecido un mundo nuevo para mí. He descubierto que el mundo está lleno de chicos guapos. Ojiplática me quedo ante algunos mozos por la calle. Algunos fortotes, otros con pinta de tiernos y sensibles, rubios, morenos… Guapísimos, no, guapérrimos. Los veo, los miro, pienso “Dios, a este lo empotraba yo”, y mi toto sigue ahí, seco, muerto, sin sentir nada.

A veces pienso en decirles algo, a ver qué pasa. En realidad me considero una tía atractiva. Pero mi autoestima, esa hija-del-mal de mi autoestima, en dos milisegundos me hace dudar de mi misma. Creo que tengo pensamientos simultáneos: “me lo quiero follar/no le gustaré porque estoy gorda”.

Lo más triste de todo es que he vuelto a adelgazar. Por mí. Sin presiones de nadie. Ahora gasto una 40. Me miro en el espejo y pienso “por dios, que buena estoy”. Pero cuando tengo a un guapo barbudo delante pienso “no soy suficiente para él”.

Y ahí me doy cuenta de que yo misma he permitido que mi chichi no funcione. Me lo cargué el día que seguí follando con mi novio, sintiéndome como una mierda por estar gorda, durante años, aferrada a él cuando ya no debería. Pero mi amor por él se cargó mi amor por mí. Y ahora mi cuerpo me lo está devolviendo.

L.C