Hola tronquis ¿cómo estáis hoy?

Estos días echando un vistazo con mi cafetito de rigor (sin azúcar por favor) a los artículos de la página y los comentarios (algunos nuevos y otros antiguos) me di cuenta de una cosa que se repite constantemente: los hombres somos imbéciles.

Os voy a intentar a introducir un poco esto (el texto, no otra cosa, que os conozco…)

Estoy soltero y debo de admitir que durante estos meses de soledad (en el sentido de compartir mi vida con alguien) he aprendido más que en casi 8 años de relación. Aprendí a disfrutar de la tranquilidad que ofrece el tomarse un café en un bar sin conversar, sin preocuparme de nada. Aprendí a disfrutar de una buena conversación con una persona del sexo opuesto sin sentir que estaba engañando a alguien. Aprendí a disfrutar y respetar el sexo como vehículo de emociones y sensaciones de una forma liberadora y sin preocupaciones. Aprendí a echar de menos de forma no-destructiva a una persona y el recuerdo imborrable que dejó en mí. Aprendí a estar solo, a quererme, a apartar de mi vida lo que me hace daño. Aprendí a que me resbalen las cosas y me importen muy poco sus consecuencias. Aprendí que unas cosas empiezan y acaban sin darse cuenta, pero lo que mejor aprendí fue a aceptar las situaciones y dejar las cosas estar. Ya ha pasado tiempo, casi dos años desde la última vez que sentí dentro de mi esa chispita o sensación de sentirse amado y deseado. Ha sido como la gestación de una criatura en mi interior, un ente o un ser que está ahí a punto de salir y que se ha ido formando poco a poco. Dos años, se dice pronto ¿verdad? Hasta aquí todo bien ¿no?.

Pues no, me siento mal, he sido un imbécil y he hecho daño.

Peeeero (siempre hay un pero) me he llevado las mayores decepciones de mi vida al confiar en mujeres que se abren a medias o directamente no se abren. He pasado horas y horas hablando con mujeres, desnudándome por dentro, incluso fantaseando con la idea de recuperar esa sensación de ser especial para alguien y ha sido una decepción darlo todo, mostrar interés por alguien y recibir un triste mensaje monosilábico al escribir un mensaje kilométrico, o lo que es lo mismo, una mierda sonriente.

Me he pasado noches enteras en vela intentando dormir mirando al techo para ver si se movía. He probado miles de fórmulas para conciliar el sueño, y ahí seguía esa sensación de activación permanente que te quiere sacar de la cama, pero a la vez te atrapa. He pasado noches enteras intentando arreglar momentos ya pasados, y buscando finales alternativos, pero amanecía antes de que lo consiguiese, y todo un día por delante para reflexionar sobre ello. Me he tirado mañanas enteras maquillando situaciones violentas y rechazos para hacerlos más bonitos de cara a mí mismo, pensando que quizás me sirva de algo engañarme y no darme cuenta de lo que realmente ocurre. Y es que las mujeres también sois imbéciles (con cariño eh)

Y jode. MUCHO.

Si Eh!

Jode mucho porque estás sufriendo en tus carnes lo que has hecho (se llama karma a veces), pero realmente jode porque no nos merecemos esto. Nadie se merece esto. Pero es inevitable visto lo visto. Durante todo este tiempo vagando por los inescrutables caminos del ser humano, me he encontrado de todo, y cuando digo de todo es DE TODO. ¡Aquí no se salva ni Cristo! Esto es un fenómeno común que no entiende de sexos y aquí todos somos culpables. Nuestras hormonas entran en colisión y la liamos pardísima.

Muy parda

Cada vez ocurre más frecuentemente, debe de ser la «web 2.0», las nuevas tecnologías, o que sinceramente nos estamos yendo a la mierda poco a poco. Pero no me explico, aun haciéndolo yo también, cómo podemos ser tan poco empáticos con las personas que nos rodean y no aplicamos el sentido común a nuestras relaciones cotidianas. Entiendo que cada persona es un mundo y cada uno tiene sus circunstancias personales y sus motivos para actuar en consecuencia, ¡ojo!, pero un poco de empatía siempre viene bien.

¿Por qué nos cuesta tanto comunicarnos y decir ‘no me gustas’, ‘no me interesas’? ¿Me mandas fotos de tus bragas y no eres capaz de decirme ‘no eres lo que busco’ o ‘no me apetece seguir hablando’? ¡Si estamos escribiéndonos unos mensajes a través del móvil!
Soy asiduo a redes sociales y utilizo apps para conocer gente (pa’ligar) y creo que la facilidad de conocer gente a golpe de clic nos hace perder la cabeza y llegamos a niveles de «día de mercadillo en el barrio» y empezamos ahí dale que dale al dedito y al like/swipe/hechizo que sale humo y no nos paramos a pensar un poco en lo que estamos haciendo y se nos va de las manos.

‘Sile, nole, sile, nole, sile, sile’

Por suerte, el tiempo es sabio, creedme, y pone cada cosa en su lugar y sin ánimo de ponerme filosófico, hay que liberar las cargas y dejar que se vayan, sin resentimientos (que ya nos conocemos), porque eso nos lleva a acumular más veneno. No merece la pena guardar rencor, ni malos pensamientos, ya que el único perjudicado de todo esto eres tú mismo.

Ojalá que todas las personas que se han quedado atrás, bien porque no han salido bien las cosas, o porque la cosa no cuajó, o porque ha caído un meteorito encima de su móvil y ha perdido todos los teléfonos, sean felices y encuentren sus verdaderas motivaciones en esta vida. Unos se casan, otros tienen hijos, otros te dejan de seguir en el Instagram, borran la lista compartida del Spotify y te eliminan del Facebook, unos desaparecen, otros tienen éxito, y al final es el mayor ejemplo de que todo continua. Pero vamos, yo mientras me quedo disfrutando de mi café en soledad, esa soledad que me pone a prueba cada día y que viaja a calles del barrio de Tetuán, a asientos traseros de coche, a clases de gramática inglesa, a paseos por calles desconocidas de Madrid, a besos furtivos en callejones, esperando con una sonrisita a que entre tanto recuerdo, tanta historia, tantas emociones y tantas sensaciones aparezca de nuevo esa chispita que debe estar escondida en algún lugar, pero que me hace continuar con esta maravillosa vida con calma y echándome unas risas cada vez que veo desaparecer la foto de un contacto en el WhatsApp o recibo un mensaje de ‘Perdona, pero tengo tu número y no sé quién eres’

Así qué ya sabemos, la próxima vez que le demos al botoncito mágico, pensemos un poco y pongámonos en el lugar del otro que no cuesta nada, y si te pica la cola o la panocha irremediablemente, respira hondo y cuenta hasta 10. Si total, si sale mal al día siguiente le vamos a dar al botoncito a otro perfil.

PD: Si veis la chispita, pegadme un toque. Estaré dando de comer a mis caballos.