Soy fan de WeLoversize casi desde sus inicios. Siempre he sido muy insegura pero ahora lo soy un poquito menos. De igual forma, me sigue costando dar el paso a la hora de ligar, y reconozco que en mis redes sociales (también en las de citas) subo mis mejores fotos por miedo al rechazo.

Así que cuando he quedado en persona con algunos chicos siempre he ido muerta de miedo. Acojonada porque me dijesen que no me parezco a las fotos que tengo en mi perfil y que me mandasen a freír espárragos. Esto os lo cuento para poneros en situación.

Estaba ya a punto de quitarme el Tinder, aburrida de citas mediocres, cuando le conocí a él, Julio. Un chaval guapetón con barba hipster y sonrisa de anuncio que además me entró con un par de frases ingeniosas que enseguida me iluminaron la cara. El feeling fue inmediato. Las conversaciones duraban horas y horas,  también por teléfono.

Teníamos un sentido del humor parecido, veíamos las mismas series, teníamos las mismas aficiones… ¿había encontrado al hombre ideal?

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Debido a mis múltiples y recientes fracasos, le propuse quedar lo antes posible. No quería hacerme ilusiones y que luego fuera un fail que me dejase destrozada. Sin embargo él no parecía tener las mismas ganas de quedar. Me ponía excusas absurdas y cambiaba de tema evitándome cada vez que yo proponía una fecha y un lugar. Insistí durante un par de semanas  hasta que me cansé, no estaba dispuesta a tener un novio de whatsapp al que nunca poner cara. Le di un ultimatum y le dije que o poníamos una fecha, o no quería hablar más con él.

Me dijo que estaba realmente interesado y que por favor no pensase nada raro, que solo había estado liado. PERO POR FIN PUSO FECHA. Y POR FIN QUEDAMOS.

Ahí la que se puso nerviosa fui yo. Al fin y al cabo llevábamos hablando un montón de tiempo, y aunque me había puesto una coraza inevitablemente había desarrollado ciertos sentimientos. ¿Y si me rechazaba porque en realidad soy más fea o más gorda de lo que el imagina? ¿Y si en persona no había feeling? ¿Y si se asustaba al verme desnuda?

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Mi cita al verme

El día de la cita me tomé un chupito antes de salir para calmar los nervios, no os digo más. Llegué yo primera y me senté en un banco a esperar e intentar evitar que me temblasen las piernas.

– Hola- me dijo el chico que estaba sentado al otro lado del banco.

Pensé que me iba a pedir un cigarro o la hora, pero cuando sonrió entendí todo… era él, Julio, y no era el chico que yo había visto en las fotos. De hecho, no tenía nada que ver.

Julio era en realidad bajito, rubio barbilampiño y regordete. Tan regordete como yo.

Me quedé en shock y en silencio, supongo que esperando una explicación. Me dijo que sentía muchísimo haberme engañado, pero que se había hecho el Tinder medio de broma y sin la intención de conocer a nadie, y yo me había cruzado en el camino. Que pensó decírmelo al principio, pero que uno de los primeros comentarios que yo le hice fue lo bonita que tenía la barba, y como él en realidad no tenía ni un pelo, le dio apuro y miedo decirme que no era el de las fotos y la bola se fue haciendo más grande. Que me lo intentó decir mil veces pero nunca era buena ocasión, y que cuando se quiso dar cuenta ya tenía sentimientos y le daba pánico que yo dejase de hablarle por el engaño.

Lo soltó todo del tirón, se notaba que estaba nervioso y al acabar respiró hondo. Le dije que me sentía confusa y violenta y que prefería irme. El agachó la cabeza y ni tan siquiera me vio marchar.

Me pasé pensando durante días. Echaba de menos nuestras conversaciones, nuestras tonterías. En realidad su discurso parecía sincero, y yo más que nadie entendía la vergüenza que supone mostrarte como realmente eres.

Sí, le escribí, volvimos a quedar. Esa misma noche nos besamos y desde entonces estamos juntos y soy muy pero que muy feliz. Vale, no era el de las fotos, pero resultó ser la persona que alegra mis días, y eso bien vale una mentirijilla inicial.

Tinderiana enamorada