Era un domingo tonto y caliente…y mi amiga y yo nos hicimos Tinder de cañas. Un cliché en toda regla. El caso es que después de lanzar unos cuantos next, me encontré a un barbas que me sonaba mucho y sí, tuvimos el famoso Tinder match así que me lancé a averiguar quién era ese hombre y por qué sentía que nos conocíamos. Por aquel entonces yo era asidua a acabar mis salidas nocturnas en una conocida discoteca de Madrid. Exacto, ese barbas iba a la discoteca y durante años fue mi amor platónico lejano, de hecho entre mis amigos le llamábamos el alto de la esquina, siempre la misma pose de inaccesible y siempre rodeado de mujeres. El caso es que hacía un tiempo que no le veía y me atreví a hablarle, ya fuese por una especie de despecho o por mera curiosidad le planté un: ‘Oye ¿tú eres el flipado de Ocho y medio?’.
Mi atrevimiento tinderiano después de unas cuantas cañas y la insistencia de mi amiga en seguir contestando le debió hacer gracia porque nuestra charla duró varias semanas más, de ahí pasó a whatsapp y finalmente, tuve la famosa cena de empresa de navidad. Eran las dos de la mañana y mis compañeros pretendían entrar a un reservado cosa que no me apetecía en absoluto y empecé a pensar en mis opciones mientras la cola de la discoteca avanzaba rápido. ‘¿Nos vemos?’ fue la única frase que se me ocurrió. Nunca había tenido una cita Tinder y desde luego a esas horas aquello no podía considerarse una invitación a tomar un café. Me sorprendió su respuesta, ‘Estoy llegando a casa, dime sitio y nos vemos en 20 minutos, te invito a un chino lata.’ Tengo que admitirlo, seguía pensando que ese tipo era un chulo de discoteca moderno que nunca se había fijado en mí así que, era mi momento. Me escapé de la cola y me fui directa a una plaza a esperarle mientras me tranquilizaba pensando que no había mejor momento para lanzarse a la piscina, estaba ebria y quería quitarme el antojo.
giphy
La madrugada fue genial, cervezas en la calle, ruta por las plazas, todos los bares cerrados y el chulo y yo contándonos la vida. Se me cayó el mundo encima cuando mis ganas de ir al baño no podían ir a más y me negaba a buscar un rincón entre dos coches así que lo hice. Le solté un ‘vamos a mi casa que tengo que ir al baño’ y me quedé tan tranquila. Durante esas horas empecé a creer que le había estado juzgando porque parecía un tipo muy normal y educado así que si, me lo subí a casa y le dejé con dos cervezas en el sofá mientras entré en el baño. Todo pasó muy rápido, salí de allí pensando en que no iba a caer la primera noche así que me senté en el sofá y él hizo el relevo.
Durante los 3 minutos que el barbas estaba en el baño, mi compañera de piso apareció en el salón pidiéndome que apagara las luces de modo que encendí las dos velas que había encima de la mesa y pensé ‘a grandes problemas, grandes soluciones’. Claro, cuando el tipo salió del baño y vio las velas encendidas se abalanzó encima de mí y me empezó a besar. Ni siquiera iba depilada, me había prometido no caer esa noche y aún así acabamos desayunando en un bar mono a la mañana siguiente. Si os apetece saber el final, sí, ahora vivimos juntos y sigue contando la historia de las velas a todos sus colegas cuando nos preguntan por nuestra primera cita. No sé si fui muy inocente al no darme cuenta de la situación o realmente me salió una jugada redonda.

Elena.   @elesimone