Desde pequeños nos venden la moto de que todos y cada unos de nosotros tenemos una mitad. Sí, una mitad que pulula por el mundo, con la que encajas a la perfección y que el destino hará que nos encontremos tarde o temprano terminando en un romance de película. De esos en los que hasta los animales aplauden, al más puro estilo Disney.

Pues yo qué queréis que os diga, siempre he sido reacia a esa teoría. He tirado más por la de los polos opuestos se atraen, por eso de darle más vidilla a la cosa, y aquí estoy yo, con un catálogo más amplio que la Frigo.

Mi colección de polos opuestos
Mi colección de polos opuestos

Y es que al final me planté, mejor sola que sin mitad. Qué tal vez mi mitad no exista, quizás no haya nacido o quizás estemos tan lejos el uno del otro que ambos pensamos que somos defectuosos. Y qué leches, que solo tampoco se está tan mal.

¿Pero sabéis qué da miedo de verdad? No querer creer en todas esas historias que nos inculcan desde pequeños. Hacerte la mujer dura e independiente del S.XXI y que un día cualquiera, la realidad, te da con ella en toda la cara. Así, tal cual, un ZAS con la mano abierta que no sabes por qué lado ha venido. Y te planta delante tuyo tu mitad. Esa persona con la que no contabas que existiera, ese tú del sexo opuesto (o no) con el que no sabes por qué pero encajas. Y en ese momento el mundo entero da igual.

Y da miedo. Da miedo saber que las mariposas del mundo no están en peligro de extinción, si no más bien están dándolo todo en tu estómago. Y que sobran las palabras pero a la vez faltan. Sobra el decir que el feeling es tan intenso que asusta y a la vez tan necesario de decirlo. De decir:  Joder, eres mi mitad y estás aquí. Sentada delante de mi. Existes.

Y las horas pasan volando entre sonrisas y miradas, miradas que dicen más que conversaciones interminables. Las mismas que reafirman lo que creéis y la complicidad es tan absoluta que da miedo aceptar la realidad. Ese amor de verano permanente, de los que cuando los ves piensas, qué envidia, yo también quiero uno así. Y besos que hacen que te derritas de la misma manera que lo hacen sus ojos cuando te mira. Ojos que te penetran y tocan los más profundo de ti.

Y cuando por fin lo encuentras,  resulta que tu mitad no es tan valiente como tú. Que a tu mitad le sobran ganas pero le falta valor. Que tiene más miedo que tú y entonces es cuando piensas, tal vez no seas mi mitad.

Y vuelves al punto inicial en el que estabas antes de descubrir que hay alguien perfecto para ti pero que no se atreve. Y vuelven las dudas de si realmente hay alguien ahí. Pero tampoco (crees que) te afecta mucho visto cómo está evolucionando la sociedad.

Así que, querida mitad que pudiste ser pero no. Tú te lo pierdes.

Alba B.