De esta historia han pasado algunos añitos, pero sigue dándome rabia cuando lo recuerdo.

Mi abuela materna estuvo un par de años bastante enferma y tuvo a todos sus hijos a su cuidado y el resto de la familia pendiente de ella. Esto a simple vista parece algo lógico, la pobre mujer ya no podía caminar, necesitaba ayuda constante para todo y no dejaba de ser una mujer de más de noventa años que vivía sola.

Sin embargo, mi suegra de aquel entonces no lo comprendía. La madre de mi pareja era, bueno, supongo que seguirá siendo, una señora muy tradicional que piensa que es importante hacer las cosas bien. Yo llevaba con su hijo dos años y medio y ella ardía en deseos de conocer a mis padres.

A día de hoy me sigue pareciendo absurdo ese afán que tenía de mostrar su casa como si ella fuera la heredera de Falcon Crest, pero con el tiempo me enteré de que realmente quería que mis papis fueran sus best friends forever. ¿Por qué? Ni puñetera idea, pero eso deseaba la señora.

Todos los fines de semana mi suegra me preguntaba: «¿Y no vienen tus padres a comer el domingo? «. Por más que le explicaba que mis padres los domingos iban a casa de mi abuela a estar con ella porque estaba muy malita, no lo entendía y cada vez se enfadaba más y más, pero eso era problema suyo.

Llegaron las Navidades y mi abuela pegó un bajón increíble. Ella misma admitía que ese año serían sus últimas fiestas y que quería estar con todos sus hijos y nietos haciendo una última comilona, pero no llegó, falleció la mañana del 24 de diciembre.

Tras estar en el tanatorio todo el día, mi chico en aquella época decidió que esa noche no dejaba de ser fiesta y no podíamos hacer nada más, por lo que iríamos a cenar con sus padres e intentaríamos pasarlo lo mejor posible.

Su padre al verme me dio el pésame muy educadamente acompañado de un gran abrazo, pero su madre se acercó y digo: «¡Por fin se ha muerto la vieja y tus padres podrán venir a comer los domingo!». Ni os imagináis la cara que se me quedó. Me eché a llorar y le dije como pude que esa vieja era mi abuela a la que no volvería a ver, pero que su falta de sensibilidad hacía que no quisiera estar allí ni un segundo más.

Por si fuera poco, se hizo la indignada al ver que me marché y su hijo se vino detrás, pero este me dejó en casa y volvió de nuevo al nido con su mamá, porque la pobre seguro que se había llevado un disgusto.

La relación con este chico es digna de ser contada, pero seguro que deducís que su madre fue uno de los motivos principales de ruptura. Sigo convencida de que la pobre cree que no prosperamos porque no hicimos las cosas bien y las familias no interactuaron; se ve que eso es más importante que ser empática cuando sabes que alguien no está viviendo su mejor momento.