Os vengo a contar un follodrama que llevaba AÑOS esperando a que me pasase algo decente para enviar a esta una de mis webs favoritas. ¿Sabéis eso de que la belleza está en el oído del que escucha? Pues parece que mi último ligue no estaba muy de acuerdo con eso.

Habíamos quedado para tomar algo después de unas semanas hablando por una app de citas. El chico parecía simpático, educado, incluso guapo. Lo normal, vamos. Cuando llegué al bar y me vio, parecía encantado, pero… Ay, amigas, aún no había abierto la boca.

Como buena andaluza, en cuanto empecé a hablar, mi acento salió sin permiso. Y  la cara que puso el tío… ¡Como si le hubiera dicho que era una asesina en serie o algo así! Me miró, sorprendido, y cuando le pregunté si tenía algún problema me soltó: «Es que el andaluz siempre me ha sonado un poco paleto, ¿no? Pero te lo digo con cariño». ¡Toma ya!

Me quedé con la boca abierta, pero solo por un segundo, que una tiene su dignidad. Le sonreí, me levanté, cogí mi bolso y, antes de salir, le solté: «¿Paletos? Cariño, los paletos son los que juzgan a la gente por su acento. Y, por cierto, si todos los andaluces somos paletos, tu pierdes, porque nosotros tenemos el sol, la playa, la feria y la gracia. ¿Y tú? Solo una cita menos». (Bueno no sé si fue exactamente así y tan fluido, pero me entendéis jajaja en mi cabeza sonaba así)

Y con el orgullo bien alto y la risa en la boca, me marché de aquel bar dejándolo con su cara de asombro. Y, al salir, hasta me compré un helado para celebrar que me había librado de un capullo. Por supuesto le bloqueé, aunque tampoco creo que él fuera a escribirme después de todo.

Moraleja, chicas: Si no os quieren con vuestro acento, no os quieren de verdad. Así que, ¡arriba esos acentos que nos hacen únicas!

Un beso enorme para todas.

 

Gaditana gordibuena

 

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