Algunos tienen como hobby el deporte, otros la música y otros dibujar. A mí me gusta preguntar, conocer las historias de la gente, interesarme en las anécdotas que dan sentido a la vida de los demás.

La historia que une a las siguientes mujeres es la que habéis leído en el título, todas ellas se casaron pese a que les dijeron por activa y por pasiva que no lo hicieran. Hay finales felices y finales amargos, pero sobre todo hay mucha emoción al conocer sus experiencias.

Mariluz, 32 años

No quiero entretenerme en detalles, pero empecé a salir con Luis gracias a Tinder. Nos conocimos, nos gustamos y después de unos meses hablando y quedando empezamos a salir en serio. Todo iba genial, éramos felices y mis amigas le adoraban. ¡Incluso le había presentado a mis padres! ¿Qué pasó? Pues que me contó que se había acostado con su ex.

Fue un batacazo terrible y obviamente le dejé, pero volví con él. Durante los meses que estuve soltera mis amigos y mi familia me dijeron de todo… Que era un cabrón, que no me merecía, que menos mal que me había enterado a tiempo. Imaginaos lo mucho que me costó decirles “ey, que he vuelto con el tío al que habéis llamado de todos estos meses”.

¿Por qué volví? Pues no lo sé, muchos motivos. Le echaba de menos, me pidió perdón ocho mil veces, reconoció que era plenamente culpa suya, me dijo que no volvería a pasar… Lo típico.

Como imaginaréis mi gente no le podía ni ver, pero bueno, pasó el tiempo y nosotros estábamos bien. Tan bien que me pidió matrimonio y yo acepté. No faltaron los comentarios de “no te cases, es un error”, pero llevamos 2 años y todo es perfecto.  

 

Irene, 42 años

Conocí a X cuando tenía 16 años. Ya sabes, el amor adolescente es ciego y sordo. Vivíamos en el mismo barrio y salíamos con la misma gente, así que lo que empezó como un tonteo acabó en una relación seria. No voy a decir que era perfecta, porque no lo era, pero yo estaba tan loca por él que vivía en una nube.

La primera vez que me planteé si era feliz fue cuando me dejó por primera vez. Todas mis amigas se alegraron, porque sabían que yo no tenía el valor de dejarle. Era celoso, vigilaba con quién hablaba, con quién salía, qué ropa llevaba o cuánto maquillaje me ponía en la cara. Aun así volví con él, y poco a poco me distancie de ellas.

Con el tiempo lo dejamos alguna que otra vez, pero él volvía y como una tonta yo le perdonaba todo.

Con 24 años me pidió matrimonio y yo dije que sí, y aunque apenas teníamos contacto, al enterarse mis amigas me advirtieron de que estaba cometiendo un error. Mis padres no fueron tan directos, pero sí que me preguntaron por activa y por pasiva si estaba segura. Me dio todo igual y acabamos casándonos por lo civil, solo con la familia y con caras un poco mustias.

Como imaginaréis, la historia no acabó bien. Los hombres celosos, posesivos, controladores y, en definitiva, maltratadores psicológicos NO CAMBIAN. Él no cambió, pero yo sí. Un día abrí los ojos. No sé muy bien por qué. Tal vez fue porque empezó a insistirme con tener hijos y al imaginarme atada a él de por vida me asustó. Sea como sea salí de ahí.

Todos tenían razón, cometí un error.

Maite, 35 años

Vivo en un pueblo muy pequeñito donde todos nos conocemos, así que al final todos acaban enrollándose con gente de aquí. El caso es que yo me mudé a Madrid a estudiar, necesitaba aire fresco y un poquito de independencia. Para que os hagáis una idea, lo más que iba a mi pueblo era en navidad o algún que otro finde, pero salía poco de casa así que no veía nunca a la gente de allí salvo a mis padres.

La cosa es que un verano volví y entre una cosa y la otra retomé amistad con la pandilla del colegio. Entre ellos intimé mucho con Álex. Esto no tiene nada de malo salvo el detalle de que Álex me hizo bullying cuando éramos pequeños.

Cuando cuento esto todos flipan en colores preguntándose cómo pude perdonar y ser amiga de una persona que me insultó, que me llamaba gorda, que se reía de mí… Y sí, sé que esto suena muy tópico y no muchos me creen, pero la gente cambia. Éramos críos, él me pidió perdón y empecé a ver en él cosas que me encantaron. Era atento, divertido y cariñoso.

Empezamos a salir y después de 8 años de relación decidimos casarnos. Con los nervios de la boda engordé y él empezó a hacer comentarios bastante feos. Me decía que me estaba dejando, si me veía comiendo mal me machacaba mucho… No sé, cosas que me dolían pero él seguía. Se lo conté a mi hermana y me dijo que me pensase lo de la boda, que a lo mejor el no había cambiado tanto como creía.

Me pudo el miedo… No quería que todos los amigos murmurasen, que la gente del pueblo cotillease sobre mí. Me sentí insegura y tiré palante. Nos casamos y al año nos divorciamos. Sus comentarios cada vez fueron a más y me enteré de que chateaba con otras mujeres, lo que hizo estallar todo.

Ojalá poder decirle a mi yo adolescente que la gente no cambia, solo finge.

¿Cuál es vuestra experiencia?