Es duro que tu vida se vaya al traste, que lo veas venir y que no seas capaz de evitar la detonación. Se marchó una tarde de marzo después de una discusión, se quedó el coche y me dejó el piso -de alquiler-, a O. y R. y mas de doce años de vida juntos. Hasta la lavadora o el cajón de los cubiertos me traían recuerdos y no hacía más que pensar que no sería nunca padre ni podría volver a convivir con una mujer.
Hasta verano no supe reaccionar, y la idea de reacción que tiene alguien que sale de más de ciento cincuenta meses de relación es acostarse con otra persona. Así que pico y pala y a Tinder, que esto está chupao. Después de alguna cita de práctica apareció I., llena de tatuajes, de heridas en su corazón, de pecas preciosas en sus mejillas y de unas ganas tremebundas de enamorarse. No costó demasiado cuadrar agenda para vernos, y me da que nunca podré olvidar aquellos momentos previos en la parada del bicing pensando que seria ella quien me haría dejar de pensar de manera obsesiva en mi expareja. Paseamos por Barcelona y me llevó a su bar preferido, nos dio la hora de cenar mientras poníamos a parir a nuestros ex, charlábamos sobre música y maneras de ver la vida… y de camino a algún sitio que nos dieran de comer la paré en mitad de la calle y la besé mirándola a los ojos. Acabamos en la cama teniendo el mejor sexo que ambos habíamos podido disfrutar en nuestras vidas.
Los siguientes tres meses fueron maravillosos. Había encontrado a una mujer detallista, cariñosa y, sobre todo, que me aceptaba. Aun así no me veía capaz de empezar nada con nadie, me sentía terriblemente culpable por quedar con otra mujer, por pasear por los mismos sitios por los que había paseado con mi expareja o simplemente por demostrarle mis sentimientos. También se me hacía muy cuesta arriba aceptar su pasado (una ajetreada agenda sexual, algo de drogas y familia desestructurada) La dejé la tarde de fin de año, le rompí el corazón pensando que era lo mejor para sanar el mío. A los pocos meses nos encerraron a todos, se multiplicó el trabajo y volví a sentirme sólo y triste. Ella cayó en depresión y llenó todas sus redes sociales de canciones, dibujos y referencias a nosotros dos, incluso se tatuó una referencia a esos meses juntos.
Fue inevitable repartir likes y comentarios entre todas aquellas fotos y en junio volvimos a contactar. Me planteó lo que ahora llaman follamiguismo, decía que si era lo único que podía tener conmigo ya le iba bien y yo, aun con el luto de mi ex, decidí aceptar. Ha sido un verano de ensueño lleno de paseos por el bosque, de cine, de charlas, de restaurantes, de juegos de mesa y cartas… He intentado ayudarla con todos sus problemas, volvió al trabajo después de su baja por depresión y parecía levantar cabeza. Aun así siempre le dejé claro que lo nuestro era amigofollismo (primero amigos, luego lo demás) por miedo al compromiso, por llevar aun el luto.
Hace tres semanas me llamó entre lágrimas, me dijo que me quería pero que una persona que no le correspondió en el pasado ahora si mostraba interés en ella. Metí todas sus cosas en una caja de cartón, regalos incluidos, y se la hice llegar al trabajo. Sigo con el luto, pero ahora ya no es por mi ex. La echo de menos y me maldigo por no haber sabido cuidarla.