En el último tiempo me he cansado de leer post por aquí de mujeres que han perdido amigas después de ser madres, de mujeres cuyas amigas no se han alegrado de su maternidad, de mujeres, cuyas amigas no han vivido el cambio con ellas.
Por eso, he considerado oportuno contaros mi fin de semana.
De la universidad quedamos cuatro amigas repartidas por la geografía europea, antes del virus solíamos encontrarnos una vez al año en Madrid o Paris y contarnos nuestras anécdotas, y manteniendo un contacto muy cercano por WhatsApp y teléfono. Esta maldita pandemia, como a todos, nos ha dejado en pausa durante casi dos años, y por fin este fin de semana nos hemos encontrado. ¿Novedades? Ninguna, el contacto, pese a todo se ha mantenido intacto. O eso parecía, hasta que una se ha quitado el abrigo y nos ha ensenado su bonita tripa de 6 meses. ¿Pero cómo te lo has callado? ¡Qué sorpresa! ¡Qué alegría! Al menos para algunas de nosotras.
Para mí, ha sido lo más doloroso después de las frases de mi ginecólogo: Es muy poco probable que una in vitro funcionara, las posibilidades son mínimas, si quieres lo intentamos, pero si fueras amiga mía te diría que mejor desistieras, porque no hay garantías y las hormonas y la carga psicológica es muy dura, pero es poco probable que un embrión pueda pegarse a tu útero.
Después de casi dos años meando en un palito y tomándome la temperatura para regular mi ciclo, sin éxito, mi gine de toda la vida, me mandó a la clínica de fecundidad. Mis hormonas geniales, la ovulación controlada por ecografía, y siempre 13 días después, mi período. Siempre, siempre. No había explicación. Un óvulo precioso, un esperma de gran calidad, y, sin embargo, no encontraba su hueco en mi útero. Lo más probable es que nunca quedes embarazada. Cada una de esas letras, se ha tatuado en mi frente. Es la frase más dolorosa que he oído nunca. Me taladra los oídos, y la veo en cada bebé que encuentro, en cada anuncio de ropa premamá, en cada mujer sonriente, …
He aprendido a recorrer los pasillos de mi supermercado sin pasar por la sección de bebes, sin potitos, ni panales, parecía que empezaba a ser feliz. Desde que tengo 16 sueno con ser madre, desde que puedo recordar sueno con un bebe tomando mi pecho. Es mi sueño, no diga que todas las mujeres deban compartirlo, pero es el mío y nunca se cumplirá. Y ahí está tu amiga, explicando que no quería tener hijos, que no le tocaba, que sabía que no ovulaba y no usó protección, pero la vacuna contra el corona, dice ella, le alteró el ciclo, y así pasó.
Lo descubrió de dos meses, porque estaba cansada, y no se le había ocurrido que fuera de eso. Y ahí estaba su garbancito. Ahí dando pataditas. Pues imaginad para mí, cada patadita, cada me siento que la niña se mueve, cada no puedo seguir andando que me agota, cada no puedo comer sushi, cada vez que sale en la conversación, que creedme, cuando 4 mujeres se juntan y una de ellas está embarazada el tema sale 10 veces por segundo, y todas y cada una de esas veces, una espada de hielo se te entierra desde el pecho hasta la espalda. Cada vez que se dice algo, cada vez que se gira y se ve su tripita incipiente, cada vez que habla de los arreglos en casa, de la sillita de bebé, de la ropita, de los patucos que hace la abuela de la niña…. Cada vez que eso ocurre, parece que estás en el reino de Frozen atravesada por los témpanos de hielo, y duele, duele muchísimo, porque quieres algún día ser la protagonista de esa historia, porque desearías ser tú quién hubiera dado esa sorpresa.
Y entonces te ensena la eco de tu sobrina, y la quieres, a ella y a tu amiga, y te odias por no poder alegrarte por ella, y te odias por saber que tu amistad ha terminado, y te odias, por envidiosa, por mala persona, por egoísta, pero todo eso da igual, porque te han sacado el corazón, te lo han cambiado por una granada a punto de explotar, porque no has podido entregar si quiera la solicitud de adopciones, porque no puedes, porque tu vida ha dejado de tener sentido, porque el amor de tu vida, sí podría ser padre, pero no eres capaz de dejarlo ir para que lo sea con otra, porque tu útero está vacío, tan vacío como tú…. Y nunca, nunca se acabará ese dolor. Lo sé, porque la hermana de mi padre, después de muchos intentos, el marido acabó dejándola por ello, y nunca ha salido de esa depresión. Y sabes que nunca volverás a sonreír de verdad…
Así que queridas embarazadas del mundo, si no nos alegramos por vosotras, no penséis que somos malas amigas, que os hayamos dejado de querer, que no queramos a vuestros hijos, … A veces hay más de lo que puede verse a simple vista.