Jugando con fuego. Cap 6: 12 horas y una condena

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    Ilenia on #289879

    Capítulo 6: 12 horas y una condena.

    Me senté despacio en la cama con la mirada clavada en el suelo. No estaba sorprendida, algo dentro mí ya sospechaba que Daniel no podía estar ajeno a la situación de mi padre, pensar eso habría sido ser demasiado inocente. El verdadero sentimiento que estaba recorriendo mi cuerpo era la decepción. Pensé que las mentiras por fin se habían acabado, que a pesar de todo podíamos estar bien porque haciendo un esfuerzo pude entender y respetar sus decisiones, pero ya no estaba tan segura de que realmente su mayor motivación fuera mi protección.
    –¿Cómo sabes que tu padre es un traficante? –lo miré incrédula, él sin embargo parecía tranquilo.
    –No lo llames así. No sabes porque lo hace–estaba indignada. Me levanté para estar a su altura, bueno… sin olvidar que era bastante más alto que yo.
    –Supongo que lo hace por dinero. En los últimos años sus beneficios han bajado bastante, tendría que compensar de algún modo.
    –Eres un imbécil–nunca creí que mirar a los ojos a Daniel pudiera inspirarme un sentimiento tan negativo como el rechazo. Estaba hablando de mi padre con total desprecio, juzgándolo cómo si poseyera la verdad absoluta cuando en realidad no tenía ni idea de nada.
    –Entiendo que te duela porque es tu padre, pero cuanto antes lo asumas mejor será para ti. Ahora por favor, dime cómo lo has sabido–tardé unos segundos en darme cuenta de que no me estaba hablando Daniel, sino el inspector Ross.
    –¿Si tan seguro estás de que mi padre es un traficante por qué no le detienes?
    –Porque no tengo suficientes pruebas–casi me eché a reír.
    –Pero que raro, nunca tenéis suficientes pruebas ¿Es verdad o se ha convertido en vuestra coletilla preferida? –por primera vez el rostro de Daniel mostró incertidumbre. Me miraba cómo si hubiera perdido el juicio.
    –¿Entiendes que tu padre trafica con las personas que supuestamente mataron a tu hermano? –susurró.
    –¿Y tú te das cuenta de que no ves más allá de tus narices? –abrió la boca enfadado, pero antes de emitir sonido alguno, se paró en seco y respiró hondamente intentando mantener la calma.
    –Está bien Alejandra, ilumíname–se sentó en la cama y cruzó los brazos, clavó sus ojos en los míos y esperó pacientemente a que yo hablara. En realidad no quería iluminarlo, sino mandarlo al diablo junto a sus mentiras, pero era consciente de que si había una persona que podía ayudar a mi padre era él y eso era más importante que toda mi rabia e impotencia.
    –Conte lo está chantajeando con hacernos daño a mi madre y a mi si no permite que usen los marcos de sus cuadros como medio de transporte para la droga. No es un traficante como tú dices, es una víctima, pero sinceramente no me sorprende que la policía esté errada–en mitad de mi relato Daniel dejó de mirarme, no sabía si por vergüenza o porque estuviera haciendo cálculos mentales en los que todo lo que le estaba contando encajase.
    –¿Cómo has sabido todo eso? –su tono de voz era más bajo y menos arrogante.
    –Fui a su empresa porque habíamos quedado para comer y sin querer le escuché hablando por teléfono y decidí presionarle para que me contara que estaba pasando–volvió a clavar los ojos en mí, pero esta vez su mirada reflejaba una extrañeza que no conseguía comprender.
    –Eso es imposible. Tenemos el teléfono de tu padre intervenido, hay micros por cada rincón de su empresa y nunca hemos conseguido grabar ninguna conversación con Conte o alguno de sus hombres, a eso me refería con la falta de pruebas.
    –Tiene una habitación secreta en uno de sus almacenes, además el teléfono que usa para hablar con esa gente no es su móvil personal–apretó los puños con fuerza y resopló frustrado, debió sentirse muy estúpido en ese momento.
    –Ahora…
    –Ahora las preguntas las hago yo–le interrumpí–¿Desde cuándo lo sabes? –su rostro se desencajó por unos segundos.
    –Alejandra–se levantó de la cama y dio unos pasos hacía mí, pero me retiré y crucé los brazos sobre mi pecho como si estos fueran una barrera entre él y yo.
    –Basta de mentiras y de manipulaciones–apreté los puños y dientes para intentar controlar mi rabia. Era insoportable para mí tener mantener un tono de voz bajo cuando lo que deseaba era gritarle hasta desgarrarme las cuerdas vocales.
    –Yo mandé vigilar a tu padre. Reuní suficientes indicios y obtuve el visto bueno para espiarle–y como si alguien hubiese lanzado un conjuro, todas las piezas comenzaron a unirse automáticamente en mi cabeza, dando forma a un siniestro rompecabezas.
    –Como no obtuviste nada decidiste aparecer en mi vida para tener acceso directo a él. Por eso cuando te enseñé mi casa insististe en ver su despacho, por eso no huiste despavorido cuando te dije que quería conocerte tan pronto, al contrario, estarías encantado observando lo bien que iba tu plan. Enhorabuena, me he creído todas y cada una de tus palabras–mis ojos comenzaron a humedecerse, pero sacando fuerza de donde no la tenía, evite que las lágrimas cayeran, no se las merecía.
    –Estás completamente equivocada. Nunca, escúchame bien Alejandra, nunca fue mi intención usarte de puente para mi investigación–sonaba tan creíble que asustaba, realmente los entrenaban bien.
    –¿Empezaste a vigilar a mi padre antes o después de aparecer en mi vida? –suspiró y desvió la mirada. La poca esperanza que me quedaba de que mi historia de amor no hubiera sido una farsa se esfumó.
    –Es cierto que ya tenía bajo vigilancia a tu padre cuando nos vimos en aquel callejón, pero no puedes creer de verdad que fue planeado–sonaba tan desesperado porque le creyera que me hacía dudar y me odiaba por ello.
    –Quizás esa vez no, pero fuiste tú quien apareció en el parque, él que me paró para hacerme un supuesto control de alcoholemia…
    –No, no y no. No voy a aceptar que pienses que todo lo que hemos vivido es mentira porque no es verdad–de nuevo intentó acercarse a mí, pero volví a alejarme. Se llevó las manos a la cara unos segundos y resopló con fuerza.
    –Vete por favor, no quiero verte–abrí la puerta de mi habitación sin importarme que María pudiera escuchar o ver algo que no debiera, me sentía demasiado sobrepasada. No se movió del sitio y sin fuerzas para discutir decidí marcharme yo.
    –Yo ya estaba enamorado de ti antes de conocerte–susurró cuando yo ya le había dado la espalda para salir de mi habitación. Cerré los ojos devastada, no creía que pudiera llegar a ese nivel de crueldad psicológica.
    Sentí sus brazos alrededor de mi cintura y reaccioné.
    –¡No me toques! –intenté darme la vuelta y zafarme de su agarre, pero no me lo permitió. Me introdujo de nuevo en mi cuarto y cuando cerró la puerta me soltó, pero se quedó parado allí probablemente para evitar que saliera.
    –Vas a escucharme aunque no quieras.
    –No voy a escuchar ni una mentira más–intenté alcanzar la puerta, pero me agarró por la cintura para alejarme de la manivela y yo pataleé con toda mi fuerza.
    –No me obligues a atarte–me dijo señalándome con el dedo después de dejarme caer sobre la cama.
    –¡Te odio! Deja de jugar conmigo–no pude evitarlo más y comencé a derramar lágrimas de pura frustración. Él intentó secarlas con sus dedos, pero usando los pies me arrastré por la cama hasta dar con la pared. Agarró mi pie derecho y tiró hasta llegar a él, me obligó a arrodillarme en el suelo y él se arrodilló frente a mí aferrando mis muñecas para que no pudiera escaparme.
    –Cuando simulamos la muerte de tu hermano–volví a forcejear, no quería escucharlo–tuvimos que esconderle para evitar que la mafia descubriera la verdad. No pasábamos más de cuarenta y ocho horas en el mismo sitio. Fue un trabajo muy duro físico y mentalmente para todos, sobre todo para tu hermano que estaba asustado y se sentía la peor persona del mundo por haceros pasar por tanto dolor. Conviví muchos meses con él y no paraba de contar historias vuestras, cuando ibais a la playa, al cine, a ver a tus abuelos, tu primer amor y tu primera decepción, tu pasión oculta por el teatro. De las veinticuatro horas del día, tu hermano se pasaba doce hablando de ti, y comencé a sentir curiosidad hasta tal punto que esa curiosidad se convirtió en necesidad, pero a pesar de eso conseguí controlarme porque sabía la exposición que supondría para ti, pero dos años después el destino quiso que nos encontráramos en ese callejón y te juro que intenté alejarme, pero no pude, acabé autoconvenciéndome de que ya había pasado mucho tiempo. Además, tampoco sabía si salías con alguien o si simplemente me rechazarías, creo que por eso no fui agradable contigo al principio, en el fondo quería que me mandaras a paseo–había dejado de forcejear y le escuchaba con el corazón a mil por hora. Él no había dejado de mirarme ni un segundo a los ojos, supuse que con la intención de dar mayor veracidad a sus palabras. Tampoco era ajena a que acariciaba mis manos con dulzura ruborizando mi piel. Estaba tan enamorada de él que me sentía totalmente perdida. Me había mentido más que ninguna otra persona en mi vida y aún así no sabía que debía hacer.
    –Daniel…
    –Espera, déjame acabar por favor–respiró hondo y siguió hablando–Al día siguiente de la segunda noche que estuvimos juntos, Conte descubrió el escondite de tu hermano y sentí que el mundo se me venía encima. Todas esas veces que pasaba muchos días sin dar señales de vida no era porque tuviera trabajo, estaba intentando alejarme de ti porque me sentía miserable por exponerte, pero ya era demasiado tarde y siempre acababa autoconvenciéndome de que podría mantenerte alejada y protegerte. La vez que nos vimos y yo llegué con el labio partido no fue una pelea en una discoteca, la verdad es que tuve una fuerte discusión con tu hermano, llegamos a las manos cuando le confesé que tú y yo estábamos juntos–mi mente no estaba capacitada para procesar tanta información de golpe. Aparté mis manos de las suyas y me levanté del suelo alejándome de él, necesitaba espacio y tiempo pasa pensar. Él por el contrario, continúo arrodillado en el suelo con las manos a los lados de su cuerpo.
    –Necesito que te vayas–susurré mirándole para comprobar cual era su reacción. En un primer momento cerró los ojos y soltó un profundo suspiro, después se levantó del suelo, pero no intentó acercarse a mí.
    –Lo único que quiero que entiendas es que nunca hice nada con intención de utilizarte.
    –Me has mentido demasiado–mi voz tembló y me giré incapaz de seguir con aquella conversación.
    Cuando creí que por fin se marchaba, se paró en seco y sacó un móvil de su bolsillo que dejó encima de mi escritorio.
    –Cuando necesites cualquier cosa, llama al número que hay guardado, siempre desde este móvil–fueron sus últimas palabras antes de abrir la puerta de habitación con cuidado y comprobar que María no estaba allí.
    Cuando por fin se marchó pude dejar de reprimirme y comencé a llorar como había deseado desde que comenzó a hablar. Mi cabeza era un mar de dudas, no sabía que creer y que no. Parecía tan sincero, pero ¿Cómo podía haberse enamorado de una persona a la que no conocía? Sólo por unas historias… deseaba creerle, pero una voz interna no me lo permitía.
    Me tumbé en la cama y estuve dando vueltas durante horas, pensando en todo lo que habíamos hablado.
    Aunque no quisiera, todo encajaba mejor. Nunca llegué a creerme sus excusas de trabajo para desaparecer hasta una semana entera, pero nunca le recriminé nada porque no quería mostrar mi inseguridad. Siempre creí que yo iba más rápido que él en cuanto a sentimientos.
    Conforme fueron pasando las horas, me fui ablandando sin poder evitarlo, si realmente todo lo que Daniel me había dicho era cierto, debió tener una fuerte lucha interna durante mucho tiempo que yo no creía haber soportado.
    Ese era uno de los momentos en los que habría acudido a mi hermano en busca de consejo, habría llorado en su hombro y no en mi almohada.
    Me levanté y me acerqué al móvil que había dejado en el escritorio junto a mi portátil, era un Nokia 3310, ese teléfono debía tener al menos diecisiete años, juraría que mi padre tuvo uno igual cuando yo apenas tenía cinco años.
    Lo escondí en uno de los cajones de mi armario, no quería que nadie lo viera y me preguntara que hacía con un teléfono tan antiguo. Tenía un bolso negro con doble fondo donde podría meterlo cuando saliera a la calle, por más confundida y decepcionada que estuviera con Daniel, era consciente de que mientras mi hermano y mi padre estuvieran en peligro, estábamos condenados a entendernos.

    A pesar de lo tarde que el sueño consiguió vencerme, cuando me desperté apenas eran las nueve de la mañana y encima era sábado. Si hubiese tenido universidad al menos me habría podido distraer con mis clases.
    Intenté darme la vuelta y dormir, pero después de estar casi una hora dando vueltas en la cama, entendí que eso no iba a pasar. Me levanté y abrí la ventana para que la habitación se aireara mientras yo me daba una ducha que necesitaba con urgencia.
    Después de vestirme desayuné sola en la cocina, María no solía levantarse antes de las once los fines de semana.
    Cómo hacía muy poco que las clases habían empezado, no tenía gran cosa que hacer, pasé unos pocos apuntes a limpio e hice una práctica que nos había mando una profesora.
    Para mi suerte terminé antes de las dos de la tarde, la hora perfecta para ponerme a hacer el almuerzo. Con la intención de ocupar la mente todo el tiempo posible, decidí buscar en internet una receta a sabiendas de que no saldría bien, quizás le pegara fuego a mi piso, pero mientras no pensara en Daniel, todo estaba bien.
    Después de un rato buscando, me decidí por un risotto de setas. Por supuesto me faltaban todos los ingredientes menos el arroz, bajé a la tienda que tenía cerca y compré el resto de ingredientes.
    Cuando regresé María estaba desayunando tranquilamente en la cocina, no necesité preguntarle, sólo con ver su cara era más que evidente que seguía mal por Álvaro.
    Le ofrecí cocinar conmigo, pero se excusó con que debía acabar una práctica y enviarla antes de las cuatro de la tarde.
    Seguí la receta al pie de la letra y tan sólo en una ocasión se me pegó el arroz y tuve que volver a hacerlo.
    Cuando acabé serví dos platos y los coloqué en la mesa del salón. Pensé que sería una buena idea acompañar el risotto con una copa de vino y compré una botella de Yllera que era el único que me gustaba. Abrí la botella y coloqué junto a cada plato una copa de vino. Llamé a María para almorzar, nos sentamos y serví el vino.
    –¿A qué se debe todo esto? –se sentó en la mesa y dio un pequeño trago a su copa de vino.
    –Estaba aburrida–no le iba a decir que en realidad me había puesto a cocinar para no pensar que la relación más bonita que había tenía en toda mi vida, con el hombre que ella creía muerto, había sido una farsa, en realidad no quería creerlo así.
    –Necesitamos un perro–dijo después de probar el risotto.
    –¿Para qué? – miré a María extrañada.


    –Para que no te aburras, o al menos para que se coma esta mierda–fue tan hiriente y graciosa a la vez que no supe como sentirme.
    Tiramos el risotto a la basura y pedimos comida china. Nos bebimos la botella de vino y acabamos en el sofá hablando de la vida. Era más que evidente que el vino se nos había subido a la cabeza, sentía un calorcito muy agradable.
    –¿Por qué me he tenido que fijar en un idiota en vez de en un hombre normal que no me de dolores de cabeza? –comencé a reírme sin parar.
    –María, esos hombres no existen.
    –Es verdad. En realidad, no debería quejarme contigo, mi pareja es idiota, pero al menos está vivo–al segundo María fue consciente de lo que había dicho y comenzó a pedirme perdón. No me había ofendido porque mi “novio” no estaba muerto, pero si era idiota.
    –No te preocupes mujer. Por lo menos Álvaro es bastante decente en la cama.
    –¿Y tú como sabes eso? –me puse pálida. Nunca llegué a confesarle a María que Álvaro y yo habíamos tenido una noche loca, obviamente fue mucho antes de que ellos comenzaran con su extraña relación, pero aun así creí mejor no decir nada.
    –Bueno… sólo hay que oírte… mi madre salió huyendo–María comenzó a reírse y yo respiré aliviada.
    Estuvimos un par de horas hablando hasta que María recordó que había quedado con una compañera de clase para comenzar a hacer la exposición que tenían que realizar en un par de semanas frente a todos sus compañeros.
    Cuando Daniel comenzó a ocupar de nuevo mis pensamientos, cogí el bolso y las llaves de mi coche y me dirigí hacía el garaje, esperaba que Joseph y Álvaro estuvieran por allí, quería hablar con los dos, con uno para saber como se encontraba y al otro para preguntarle por qué estaba haciéndoselo pasar mal a una persona que no se lo merecía.

    Allí estaban los dos separados del resto del grupo, sentados en la barra con cerveza en mano. Me acerqué a ellos y los dos me saludaron. Álvaro con menos efusividad, probablemente se imaginaba lo que le iba a decir.
    Antes de sentarme, me metí detrás de la barra y cogí una cerveza, ellos no eran los únicos que tenían problemas, la diferencia era que al menos podían desahogarse tranquilamente.
    –¿Joseph, como sigues de… ya sabes… lo tuyo? –cogí un taburete y lo puse detrás de la barra para sentarme allí y así poder tenerlos de frente a ambos.
    –No hace falta que disimules, Álvaro ya lo sabe.
    –Si, además disimulas muy mal–Álvaro me sonrió y le dio un trago a su cerveza.
    Joseph seguía igual de apagado, incluso un poco más que la última vez que hablamos. Se debía a que el día de en que Sandra se marcharía estaba cada vez más cerca, de hecho, ambos me confirmaron que el sábado siguiente iban a hacerle una fiesta sorpresa de despedida con todos sus amigos. No entendía porque Joseph se torturaba de esa manera. Estaba segura de que la idea de la fiesta había sido suya, precisamente de la persona que menos deseaba celebrar su adiós, pero lo hacía por ella, para que se llevara un último feliz recuerdo de todos sus amigos juntos. La quería de verdad y era un amor puro, eso nadie podía ponerlo en duda.
    Cuando Álvaro notó que el siguiente era él, intentó excusarse con que necesitaba ir al baño, pero le hice un gesto a Joseph para que no lo dejara levantarse del taburete. Le bastó con poner la mano sobre su muslo para que este entendiera que no tenía escapatoria.
    Nuestras cervezas se habían acabado y como una buena amiga, me acerqué a por una para cada uno y otra para mí.
    –¿Cuándo piensas hablar con María? –Álvaro bajó la mirada. Joseph no sabía de qué estábamos por lo que lo pusimos al día para que él también pudiera intervenir en la conversación.
    –¿Cómo puedes ser tan burro? Esa chica es genial. Llevas babeando por ella años y cuando por fin comenzáis a avanzar, montas un drama por una tontería–Joseph parecía muy indignado.
    –No es una tontería que mis suegros me rechacen por quien soy–nunca pensé que a Álvaro pudiera llegar a dolerle tanto ese rechazo. A él nunca le había importado lo que dijera el resto del mundo.
    –Ni María ni tú tenéis la culpa–intervine intentando sonar comprensiva.
    –Aún no lo han hecho, quizás no ocurra–me quedé callada porque no estaba de acuerdo con Joseph y no quería crearle falsas esperanzas a mi amigo. Conocía a los padres de María, no podía decir que fueran malas personas, conmigo siempre se mostraron amables, pero tenían una mentalidad cerrada, mucho más cuando se trataba de su única hija que fue muy buscada y que nació prematuramente con seis meses de gestación.
    –A ti te tiene que importar María. Lo está pasando mal por tu culpa.
    –Sé que me equivoqué y ahora me da vergüenza ir a verla–hombres.
    –Me voy porque me están dando ganas de darte una paliza–Joseph se levantó, cogió su cerveza y se marchó a jugar al billar.
    Álvaro y yo cruzamos miradas y se levantó del taburete.
    –Soy idiota–fue lo último que dijo antes de marcharse prácticamente corriendo. No necesitaba preguntarle a donde iba.
    Me terminé la cerveza de un trago y justo cuando iba a salir de la barra vi que el tal Mario se encaminaba hacía mí. Se me aceleró el corazón y no supe donde meterme. Ese tipo era insistente.
    Lo único que se me ocurrió fue meterme en el baño y así lo hice, pero no podía quedarme allí hasta ese tipo decidiera marcharse, además debía actuar con normalidad, él no podía sospechar que yo sabía quien era y lo que estaba haciendo allí. Intenté respirar lo más hondo posible para tranquilizarme, tiré de la cisterna y salí con normalidad del baño. Allí estaba apoyado en la barra con una media sonrisa en la cara y dos cervezas abiertas.
    –Hola–dijo ofreciéndome una cerveza.
    –No gracias, ya me he tomado dos y tengo que conducir–intenté sonar todo lo más amable posible.
    –No te va a pasar nada porque te bebas otra–a regañadientes la acepté. Me la bebería rápido y me marcharía de allí.
    –Gracias–me senté en el taburete al igual que él.
    –¿Qué haces por aquí? –no era para nada disimulado. Las pocas veces que habíamos cruzado palabra siempre había sido para interrogarme, me lanzaba una pregunta tras otra con ese tono de superioridad que no me gustaba ni un pelo.
    –Visitar a mis amigos–le di un largo trago a la cerveza.
    –Cuando vienes con el único con el que hablas es con Joseph, no creo que eso sea visitar a tus amigos.
    –¿Me vigilas? –comenzaba a ponerme de mal humor. Ese tipo era insufrible.
    –No, sólo digo que podrías hablar con el resto de tus amigos.
    –No creo que sea problema tuyo con quien hablo y con quien dejo de hablar–me levanté del taburete dispuesta a marcharme, pero él me agarró por el brazo impidiendo que diera un paso. Miré su mano y después a él y por suerte me soltó.
    –Siéntate y termínate la cerveza–de nuevo ese tono autoritario, intentaba camuflarlo con amabilidad, pero era inútil.
    –Me tengo que ir–iba a marcharme, pero se puso en pie y dio un paso hacía mí. Todo mi cuerpo se tensó.
    –No te enfades, sólo era una opinión.
    –Ya te ha dicho que se tiene que ir–Joseph apareció detrás de mi y pude respirar tranquila. Me dirigí hacía la salida y tiré del brazo de Joseph para que me acompañara. Era conocedora de que no le caía bien ese tipo y además sabía que era peligroso, lo último que quería era que mi amigo se buscara problemas con un delincuente de esa calaña por mi culpa.
    Me despedí de Joseph en la puerta de mi coche. En cuanto entré eché el seguro y arranqué para irme lo antes posible. Fui directa a mi piso, estaba tan nerviosa que no me atrevía siquiera a ir sola a mi lugar favorito para ver la puesta del sol y pensar. Ese estúpido había conseguido ponerme los pelos de punta. No recordaba haberme sentido nunca tan amenazada por el lenguaje corporal de una persona.
    Antes de meter la llave para abrir la puerta del piso, mi móvil empezó a sonar dándome un buen susto. Cuando lo encontré dentro de mi bolso vi en la pantalla que se trataba de un número desconocido. Sabía que no podía ser Daniel porque me había dado un teléfono con el que comunicarnos. Como un rayo pasó por mi cabeza la idea de que fuera mi hermano. Me quedé tan perdida en mis pensamientos que la llamada se cortó, pero antes de que guardara el móvil en el bolso, comenzó a sonar de nuevo. Esta vez no me quedé paralizada y respondí la llamada en el segundo tono.
    –¿Diga?
    –Hola Alejandra. Soy el inspector Montoya ¿Podrías pasarte por comisaria el lunes?
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    ¡Hola jugadora o jugador!

    Quería hacer unna mención especial a CIENTIFICA EMPEDERNIDA Y SILVIOSA por comentar en prácticamente todos los capítulos, es muy agradable sentir su apoyo hacía mi libro.
    También quiero dar las gracias a BIBI Y SAN por los comentarios que me han dejado en los últimos capítulos. Cuando los leí sentí un subidón de motivación. De nuevo muchísimas gracias, comentarios como los suyos son los que me alegran el día.
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    Links Jugando con la ley (Primera parte)

    Prólogo https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley/
    Capitulo 1: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-2/
    Capitulo 2: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-2-una-no-oferta-y-una-fantasia/
    Capitulo 3: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-3-un-sirope-y-escalofrios/
    Capítulo 4: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-4-control-de-alcoholemia-y-el-salto-del-tigre/
    Capítulo 5: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-5-un-deseo-desvelado-y-ojos-dilatados/
    Capítulo 6: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-6-un-hombre-de-champions-league-y-ajustar-cuentas/
    Capitulo 7: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-7-una-orden-y-un-limite/
    Capítulo 8: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-8-un-trago-de-cerveza-y-una-detencion/
    Capítulo 9: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-9-una-risita-y-una-noche-divertida/
    Capítulo 10: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-10-una-pared-fria-y-sospechas-confirmadas/
    Capítulo 11: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-11-mayday-mayday-houston-tenemos-un-problema/
    Capítulo 12: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-12/
    Capítulo 13: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-13-una-camiseta-peculiar-y-una-tumbona/
    Capítulo 14: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-cap-14-un-loro-chillon-y-veinte-segundos/
    Capítulo 15: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-capitulos-15-y-16/
    Capítulo 17 y 18: https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-capitulos-17-y-18/ç
    Capítulo 19 (final) https://weloversize.com/topic/jugando-con-la-ley-capitulo-final/

    Links Jugando con fuego (Segunda parte)

    Capítulo 1: https://weloversize.com/topic/jugando-con-fuego-cap-1-2a-parte-de-jugando-con-la-ley/
    Capitulo 2: https://weloversize.com/topic/jugando-con-fuego-cap-2-estas-segura-repito-estas-segura/
    Capítulo 3: https://weloversize.com/topic/jugando-con-fuego-cap-3-una-mentira-y-un-perro-que-hace-la-croqueta/
    Capítulo 4: https://weloversize.com/topic/jugando-con-fuego-cap-4-sangre-en-los-labios/
    Capítulo 5: https://weloversize.com/topic/jugando-con-fuego-cap-5-detras-de-la-puerta-y-una-tarjeta/

    Responder
    SAN
    Invitado
    SAN on #289909

    No nos dejes con esta intriga mucho tiempo!!! Estoy totalmente enganchada a la trama!
    Eres una artista!!!!

    Responder
    Silviosa
    Invitado
    Silviosa on #290040

    Ohhh qué ilusión tu mención! ?
    Vuelvo a decirte que me está encantando esta parte tan intrigante…
    Además vamos conociendo mejor a los otros personajes y lo hilas muy bien con el argumento principal… sigue así! :)
    Echo de menos a la madre ;)

    Responder
    Oly
    Invitado
    Oly on #290105

    Ayyyy que me encanta cada día más!!!!

    Quería ser fuerte y no empezar la segunda parte hasta que estuviera entera como hice con el primero y así disfrutarlo del tirón.
    Pero no he podido resistirme y me encanta!!!

    Sigue así! Esperamos impacientes la próxima entrega!

    Un beso!!

    Responder
    Marsoñadora
    Invitado
    Marsoñadora on #290745

    Esta segunda parte me la he leído de un tirón jajaja me está gustando mucho, ahora me encajan mucho más los capítulos de la primera parte.
    Con respecto al futuro de la trama, yo creo que Montoya no es trigo limpio. Esa amabilidad, le dió su número de teléfono privado y además le dijo algo como «la gente con personas desaparecidas viene a preguntar a menudo». Su hermano está oficialmente muerto ¿qué me cuentas de desaparecidos?
    Total,¡¡deseando leer los siguientes capítulos!!

    Responder
    M. Ángeles
    Invitado
    M. Ángeles on #290811

    cada capítulo me enganchas más

    Responder
    Científica empedernida
    Invitado
    Científica empedernida on #291478

    Qué ilusión que me nombres!!! Últimamente estoy algo más ocupada pero cuando he visto que había nuevo capítulo…no me he podido resistir! Cada vez se entreda más y me tienes intrigadisima!!!

    Responder
    Emma
    Invitado
    Emma on #292131

    Enhorabuena!!! Madre mía estoy enganchada! Es increíble de verdad soy súper fan tuyo!!! Hasta he llorado , pero…. necesito más!!! Por dios no nos dejes así!!

    Responder
    An2
    Invitado
    An2 on #292867

    Estoy hipermerga enganchada he hecho trampa y he leído el resto de capitulos en Wattpad. Necesito saber como acaba todo!

    Responder
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Respuesta a: Responder #291478 en Jugando con fuego. Cap 6: 12 horas y una condena
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