Jugando con fuego. Cap. 9 2ª parte.

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    ilenia on #300656

    Capítulo 9. 2ª parte: Encantado de ayudar y una cena.

    Sobre las seis de la tarde, mientras estaba sentada en mi escritorio con el portátil delante intentando ponerme al día con todas las prácticas que llevaba atrasadas de la universidad, escuché vibrar el móvil antiguo que tenía escondido en el armario.
    No era una llamada sino un mensaje de texto de Daniel. Me quedé estática cuando lo leí. Me avisaba que esa noche harían una redada para detener a Mario. Mi cabeza comenzó a funcionar a toda máquina. Con esa información podía hacer algo para evitar que al menos Sandra, Joseph y Álvaro estuvieran allí.
    Estábamos entre semana y se habían vuelto demasiado responsables como para aceptar una invitación a tomar una copa, por lo que decidí organizar una cena allí. No sabía hasta qué punto les resultaría extraño o incluso incómodo, pero no me importaba tener que recurrir al chantaje emocional para lograr que estuvieran todos allí.
    Escuché la puerta principal abrirse e iba a correr hacía María para proponerle el plan, pero cuando agarré la manivela de la puerta recordé que debía guardar la compostura para que nadie sospechara nada raro sobre mí.
    –Hola–saludé sentándome en el sofá.
    –Hola ¿Qué tal la tutoría?
    –Bien. Oye ¿A ti te importaría que invitara a cenar a Joseph y Sandra? No sé si Álvaro te lo habrá contado, pero Sandra se marcha–no había cambiado la expresión, lo que parecía buena señal.
    –Algo me ha comentado por encima.
    –Pero eso no es lo peor–mi amiga centró toda la atención en mi y se sentó a mi lado en el sofá
    –¿Qué pasa? –ya eres nuestra.
    –Joseph está enamorado de ella–me sentía fatal por estar revelando el secreto de mi amigo, pero su seguridad me importaba más
    –¡Lo sabía! Esa forma de mirarla no es de amigos–dijo como si acabase de descubrir América.
    –¿Entonces te parece bien?
    –Claro.
    –Avisa a Álvaro y yo me encargo de los demás–de repente la cara de María cambió. Parecía preocupada e incluso asustada. ¡Ya la has cagado!
    –¿Vas a cocinar tú? –rodé los ojos y dejé escapar todo el aire contenido por su culpa.
    –No. Pediremos comida a domicilio–la cara de María volvió a su estado normal y se marchó con el teléfono en la mano.

    Llamé tanto a Joseph como a Sandra, los cuales aceptaron a la primera sin poner ningún tipo de excusa. Me sorprendió más por parte de Sandra debido a su timidez y a que a apenas conocía a María. Sin embargo, Joseph aceptaría ir a un bombardeo si ella también iba.
    Después de eso encargué comida china que era mi favorita. Bien hecho, nuestra cena, nuestras normas. Adoraba poder especificar a la hora que quería que llegara la cena.
    Una vez terminé con eso, fui al comedor y saqué del mueble de la televisión unas cuantas botellas de alcohol que metí en el frigorífico. Conocía a mis amigos y sabía perfectamente como engatusarlos, les gustaba más una sobremesa que comer con las manos.
    No tenía intención de dejarlos marchar demasiado pronto. Me encargaría de que no sé fueran hasta bien entrada la madrugada. Para eso, además del alcohol busqué entre todos los juegos de mesa que tenía, los que sabía que eran los favoritos de mis amigos.
    Antes de ducharme y cambiarme, bajé a la tienda para comprar un par de botellas de vino con las que acompañar los rollitos de primavera. A parte de querer retenerlos, siempre me había caracterizado por ser una buena anfitriona, y esa noche debía serlo el doble.

    Álvaro fue el primero en llegar, media hora después, justo a la hora que habíamos quedado, aparecieron Joseph y Sandra juntos, como no podía ser de otra forma, él se había pasado por su casa para recogerla.
    Nos sentamos en la mesa y todos comenzamos a coger platos para servirnos lo que queríamos. Después de eso todos estaban en silencio centrados en su comida. Intuí que ese silencio incómodo se podría producir en más de una ocasión a lo largo de la noche por lo que estaba preparada.
    –¿Álvaro has encontrado ya vendedor para tu coche? –mi amigo me miró con un trozo de pollo en la boca que rápidamente succionó.
    –No, no he recibido ninguna llamada preguntándome por el coche.
    –¿En serio? ¿No hay nadie interesado en un Renault Express de diecisiete años? –intervino Joseph con ironía.
    –No importa la edad. Lo he cuidado muy bien, funciona perfectamente.
    –¿Entonces por qué la vendes? –preguntó Sandra.
    –Porque llevo mucho tiempo ahorrando y me apetece comprarme otro coche.
    –¿Seguro? –preguntó desconfiado Joseph. Siendo sincera yo tampoco le creía. Estaba convencida de que los motivos de vender su vieja Express estaban más bien relacionados con María. Desde hacía un tiempo estaba empezando a vislumbrar cierto complejo de inferioridad de Álvaro hacía ella, concretamente desde la discusión por sus padres.
    –Podrías comprármelo tú. La parte de atrás es muy amplia, no hay problema para…–Álvaro dejó de hablar en cuanto fue consciente de la mirada asesina de María.
    De verdad que lo intenté, pero no pude aguantarme la risa por culpa de la cara de ambos. Fue contagiosa, a mi se unieron Joseph y Sandra.

    Por suerte la cena estaba siendo muy entretenida. Hablaban y compartían opiniones de los diferentes temas que iban surgiendo. Cuando vi que prácticamente todos estábamos terminando de comer, me levanté de la silla y fui a la cocina a por las botellas de alcohol, los refrescos y el picoteo que había comprado para acompañar.
    –¡Tú sí que sabes! –dijo Álvaro cuando me vio aparecer. Joseph haciendo honor a su caballerosidad, se levantó para ayudarme porque me vio apurada. Volví a la cocina a por vasos e hielos.
    Aún no sacaría los juegos de mesa, quería explotar cada cosa lo máximo posible, cuando se cansaran de hablar y de beber sería el momento perfecto para jugar.
    Joseph no aceptó la copa porque luego debía conducir, pero después de un rato insistiendo, al menos se tomó la cerveza que le ofrecí.
    –Podríamos jugar a la botella–dijo Álvaro después de darle un trago a su tercera copa. Él no tenía ninguna intención de coger el coche. María, que estaba a su lado, le dio un golpe en el brazo.
    –Gracias–dijo Joseph con una sonrisa.
    –A mí no me importaría antes de irme hacerlo con mucha gente y creo que cinco personas es un buen número para una primera vez–habría pensado que el comentario de Sandra era producto del alcohol si no hubiese sido por el hecho de que acababa de darle un sorbo a su segunda copa.
    –¿Estás hablando de… hacer una orgía? –Joseph se trabó varias veces antes de terminar la pregunta.
    –Sí–respondió con tal seguridad que todos nos quedamos callados mirándonos sin comprender nada. –¡Que es broma! Madre mía os tendríais que haber visto las caras–Sandra seguía riendo, los demás tardamos un poco más en salir del estado de shock.
    Eran más de las cuatro de la mañana y seguían hablando. No me había hecho falta recurrir a los juegos de mesa. Tras la quinta copa, comenzaron a hablar de sus respectivos dramas, incluso hubo un momento que parecía que estaba compitiendo por ver quien tenía más caos en su vida. El único que no habló demasiado fue Joseph, era comprensible teniendo en cuenta que su mayor caos estaba sentado a su lado. Por mi parte, me mantuve callada escuchándolos, me habría encantado poder desahogarme con ellos, pero fui lo suficientemente inteligente como para no tomarme más de una copa, lo último que quería era que el alcohol me soltara la lengua.

    –Es hora de irse–dijo Joseph levantándose de la silla. Curiosamente le habían entrado ganas de marcharse cuando María le preguntó a Sandra cuantas relaciones había tenido.
    No puse resistencia porque no consideraba que fueran a correr ningún peligro.
    Álvaro se fue directamente para el cuarto de María, según dijo estaba agotado, pero yo ya me estaba temiendo que no me dejarían dormir las pocas horas que le quedaba a la noche.
    –Este se cree que está en su casa–dijo Joseph negando con la cabeza.
    –¿Dónde está el baño? –le señalé el camino a Sandra que iba prácticamente tambaleándose.
    –Tienes que decirle lo que sientes–soltó María en cuanto escucho la puerta del baño cerrarse. Joseph no reaccionó, y cuando lo hizo fue para mirarme reprobatoriamente.
    –¿En serio crees que he necesitado que Alex me lo diga? –dijo indignada–Me di cuenta desde la primera vez que os vi juntos–Joseph enarcó una ceja y acabó soltando una risa de resignación.
    –No es tan fácil decir lo que sientes.
    –Te comprendo perfectamente. Yo perdí mucho tiempo con Álvaro por miedo.
    –Sí, pero es distinto. Estáis enamorados, ese cabezón ya no sabe vivir sin ti. No hay día que no me diga lo feliz que es porque estás con él
    –¿De verdad? –la cara de mi amiga se iluminó. Vaya polvo van a echar esta noche. Despídete de dormir.
    –Quien no arriesga no gana–intervine.
    –Cierto. Además, no quiero crearte falsas ilusiones, pero yo creo que ella siente algo muy especial por ti que quizás no se atreve a decir por la diferencia de edad–Joseph se quedó pensativo.
    –Yo no me quedaría con la duda–me hacía gracia ver a María haciendo de celestina.
    –¿Qué duda? –apareció Sandra por el pasillo.
    –Comida vegana, está más rica de lo que parece, la gente tiene demasiados prejuicios–para todo el alcohol que había ingerido, María estuvo rápida en su respuesta. Hubiera sido muy peliculero que nos hubiera pillado hablando del tema y debido a la situación Joseph hubiese acabado confesándole sus sentimientos para finalizar con un tórrido beso.

    Tras despedirnos de Sandra y Joseph, mi amiga se fue prácticamente corriendo hacía su habitación. Resoplé resignada, después de lo que le había dicho Joseph, estaba segura que las paredes del piso iban a temblar, sólo esperaba que no viniera ningún vecino a quejarse y encima tuviera que aguantar yo la bronca.
    A los pocos segundos de meterme en la cama, escuché una vibración. Tardé un poco en reaccionar e ir directa al armario a por el teléfono. Tenía cinco llamadas perdidas y un par de mensajes de Daniel.
    Tras compartir unos cuantos mensajes, me senté en mi cama a esperar a que entrara en mi piso, según decía, me tenía contar algo muy importante. Me dejó muy inquiera, sólo esperaba que no tuviera nada que ver con mi hermano, y en caso de serlo que no le hubiera pasado nada malo.

    –¿Por qué no respondías? –lo primero que hizo cuando cerró la puerta de mi habitación fue hacerme un reproche. Pues empezamos bien.
    –Estaba ocupada–me limité a decir.
    –Si estás enfadada por lo que pasó en el baño déjame explicarte que…
    –Si eso es la cosa tan importante que me tienes que contar, ahórratelo–le corté. Era muy tarde, estaba cansada, lo último que quería era que me hablara de Marta.
    –Hemos atrapado a Mario. Sólo quería que lo supieras para que estuvieras más tranquila–por un momento me dieron ganas de lanzarme a sus brazos.
    –Eso me lo podrías haber dicho en un mensaje–suspiró
    –¿Por qué me lo pones tan difícil? –tenía que estar de broma.
    –No he hecho nada–me crucé de brazos.
    –¿Entonces por qué me tratas así? Te he pedido perdón mil veces.
    –Hay cosas que no se arreglan con un simple perdón.
    –¿Ah no? Pues con Montoya no te ha costado mucho.
    –Él es un desconocido.
    –Precisamente por eso. Deberías ser más recelosa con él, no conmigo que sabes que te quiero. ¡Soy tu…–se quedó callado porque los gemidos de María llegaron a nuestros oídos. Sólo esperaba que estuvieran terminando.
    –Si eso es todo, vete.
    –Marta es sólo una compañera de trabajo. Fui a cenar con ella porque tiene problemas personales y quería desahogarse–para eso están los amigos o el psicólogo.
    –No te he pedido explicaciones–pero las quieres por mucho que finjas.
    –Pero es obvio que las necesitas–alzó el tono de voz
    –Necesito muchas cosas y te aseguro que entre ellas no figura conocer que maldita relación tienes con tus compañeros de trabajo–dije sin poder ocultar la rabia.
    –Pareces una niña caprichosa. Sí, te he mentido y si lo he hecho ha sido por ti, por tu seguridad ¡Porque te quiero! ¿Es tan difícil de entender? –parecía desesperado.
    –Quiero entenderlo, pero no puedo, me bloqueo. La última vez que estuviste aquí tuvimos que parar porque mi cabeza me estaba destrozando.
    –En el baño parecías muy entregada ¿Fue por él? ¿Tanto tiempo en su despacho te encendió la llama?
    –Eres… ¡Fuera! –señalé la puerta muy enfadada. Necesitaba perderlo de vista antes de que se me agotara la poca paciencia que me quedaba e hiciera alguna tontería.
    –Contest…
    –¡Fuera! –nos miramos retadoramente, pero finalmente cedió y se marchó sin tener el más mínimo cuidado para que no le vieran.
    .
    .
    .
    Hola jugadoras.

    Os dejo mi cuenta de Instagram relacionada con mis libros por si os apetece echarle un vistazo.

    ilenia_autora

    Responder
    Científica empedernida
    Invitado
    Científica empedernida on #300742

    Yo veo una segunda pareja sí o sí…Joseph y Sandra!
    Lo siento pero no tengo instagram pero, ya sabes, que me leo tooodos tus posts!

    Responder
    Silviosa
    Invitado
    Silviosa on #300773

    Jooo qué cortos se me hacen los capítulos!!
    Mira, ni Montoya, ni el profe de la uni, ni nada… en las escenas entre Alejandra y Daniel se palpa la tensión entre los dos… madre mía cuando la resuelvan jijiji
    Me encantaaa :)

    Ya te sigo en instagram! ;)

    Responder
    MarSoñadora
    Invitado
    MarSoñadora on #300950

    Instagram no tengo así que espero que sigas poniendo tus capítulos por aquí!!

    Esta parte tiene menos chicha que la primera. No sé, has mandado ya algunos capítulos tan buenos que este me ha dejado un poco que ni fu ni fa. Es lo malo de tenernos a todas con la intriga! Jajaja

    Responder
    M. Ángeles
    Invitado
    M. Ángeles on #301583

    se me a echo muy corto, necesito más

    Responder
    María Jesús
    Invitado
    María Jesús on #301825

    Estoy enganchada a tus relatos a los de la cientifica

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