Jugando con fuego. Capítulo 15. 2ª parte: FINAL

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    ilenia on #342701

    Era cierto, a pesar de que cerré los ojos, vi pasar ante mí toda mi vida. Viajé a mi infancia, observé a dos jóvenes adultos pasando un agradable día de playa con sus dos hijos de cuatro años, que construían con ilusión castillos de arena y mostraban gran valentía al querer entrar por primera vez al mar sin manguitos, después volé unos años más adelante, había olvidado las horribles mechas californianas que me hice con catorce años porque se pusieron de moda, por supuesto en ese recuerdo no faltaba mi hermano riéndose a carcajadas de mí cuando le mostré el resultado, sin embargo en el siguiente recuerdo nos abrazábamos y mostrábamos gran admiración el uno por el otro, conseguir graduarnos en el instituto fue complicado, pero lo logramos con mucho sudor y llanto. Ojalá hubiera podido omitir el peor día de mi vida, el día en que creí muerto a mi hermano, estaba observando como le abrazaba mientras mis lágrimas empañaban su rostro, los más curioso fue que por primera vez le puse rostro al policía que me recogió del suelo y me abrazó y no pude evitar sonreír, Daniel, mi primer y único amor no podía faltar en mis recuerdos. Viajé a aquel callejón, pasé por el dichoso control de alcoholemia y me detuve en el día que hicimos el amor y me dijo que me quería, me había hecho tan feliz que deseaba que el cielo existiera solo para poder encontrarnos allí y darle las gracias.
    Su supuesta muerte fue mi siguiente recuerdo, a pesar de todo lo que me había tocado llorar a lo largo de mi vida, tuve lágrimas suficientes para llorarle noche y día, después, como si la cámara rápida se hubiera activado, pasó el resto de mi vida hasta llegar al momento en el que Marta me apuntaba con su arma, al menos moriría con una sonrisa en la cara.
    Siempre pensé que un disparo era muy doloroso, al menos así lo parecía en las películas, pero no lo fue, al contrario, no sentí nada, tan solo a los pocos segundos de que apretara el gatillo escuché un golpe seco. Abrí los ojos y vi a Marta tirada en el suelo y a Montoya detrás con el arma levantada, inmediatamente me toqué y observé todo el cuerpo, pero no había nada, ella no consiguió disparar.
    —Agente herido —gritó Montoya mientras se acercaba a nosotros.
    La policía consiguió reducir a los hombres de Conte, algunos de ellos salieron con los pies por delante de aquel almacén y otros fueron detenidos y llevados a comisaría.
    No quería separarme de Daniel, pero no era el momento de perder tiempo discutiendo, por lo que no me negué cuando decidieron trasladarnos a él y a mí en ambulancias diferentes. Su pulso era débil, el médico que lo atendió se quedó callado las dos veces que le pregunté si sobreviviría.
    En cuanto llegamos al hospital lo llevaron a quirófano para ser operado de urgencia, el disparo de Marta le alcanzó en el hombro y había perdido mucha sangre.
    Quise irme con él, quedarme esperando en la puerta del quirófano, pero no me lo permitieron.
    Entre dos enfermeras me agarraron para llevarme a una habitación donde procedieron a curarme las heridas, se centraron en la cabeza, tras descartar algún tipo de traumatismo, me desnudaron para revisarme de arriba a abajo y descartar alguna hemorragia interna provocada por todos los golpes que recibí.
    No me opuse a que realizaran su trabajo, pero cada treinta segundos les pedía que fueran a averiguar cómo se encontraba Daniel. El hecho de que me ignoraran cada vez que suplicaba porque averiguaran como iba su operación, consiguió que un momento de desesperación perdiera la cabeza hasta tal punto que comencé a tirar de uno de los vendajes de mi brazo para quitármelo, en seguida las enfermeras intentaron detenerme, pero yo me revolví y las empujé.
    —¿Cómo se llama? —me preguntó la doctora en un intento de detener la situación.
    —Daniel Ross, es inspector de policía —respondí al instante. Una de las enfermeras salió con rapidez de la habitación y la doctora me pidió permiso con la mirada para seguir curándome.
    —Por favor, intenta mantener la calma, hacerte daño nos os ayudará ni a él ni a ti.
    —Lo siento, es que si llega a… —mi voz se quebró antes de que pudiera terminar la frase.
    Sentí un pinchazo en el brazo y me giré hacia la otra enfermera, tenía una jeringuilla en la mano que tiró a la basura.
    —Es solo un tranquilizante, necesitas descansar —se justificó ante mi mirada atónita.
    —¡No! —grité desesperada comenzando a forcejear de nuevo, pero solo fueron unos segundos, mi cuerpo comenzó a relajarse hasta caer en un profundo sueño que no pude evitar.

    No sabía cuantas horas habrían pasado, apenas conseguí abrir un poco los ojos, estaba atontada, quise levantarme, pero no conseguí mover ni un músculo, me sentía como si pesara más que el plomo. Ni siquiera recordaba por qué estaba tumbada en una cama con una bata de hospital.
    Vi la silueta de una persona que miraba por la ventana, intenté hablar, pero tenía la garganta tan seca que no conseguí emitir ningún sonido. Comencé a agobiarme por la falta de movilidad, por suerte los débiles quejidos llamaron la atención de la persona que me daba la espalda y se giró con rapidez hacia mí.
    —Tranquila cariño, quédate tumbada —terminé de abrir los ojos cuando reconocí a mi madre. Como pude le señalé el agua, por suerte me entendió rápido y me ayudó a beber de un vaso de plástico.
    —¿Dónde estoy? —pregunté más aliviada, pero no le di tiempo a responder porque Daniel pasó como un rayo por mi mente. Ignorando la pesadez de mi cuerpo intenté levantarme de la cama, pero mi madre lo evitó.
    —Tranquila, la operación terminó hace dos horas escasas y ha salido bien, estará en la sala de reanimación hasta que despierte de la anestesia —solté un gran suspiro y me dejé caer en la cama aliviada.
    —¿Y yo que hago aquí? —no entendía por qué no conseguía recordar que había pasado.
    —Tuvieron que ponerte un tranquilizante para que descansaras, aunque la verdad pensaba que dormirías más.
    —¿Qué hora es?
    —Las ocho de la mañana, has dormido seis horas —la voz de mi madre sonó tan apagada que automáticamente alcé la mirada, por primera vez fui consciente de su estado, sus ojos estaban enrojecidos y sus mejillas llenas de lágrimas, el labio inferior le temblaba, parecía al borde de un ataque de nervios.
    —Mamá tranquila —entrelacé su mano con la mía y ella la alzó para besarla. Me encogió el corazón verla así, tan vulnerable. Sin esperarlo, un torrente de culpabilidad me invadió junto con unas enormes ganas de llorar. Podía intentar justificarlo, buscar mil excusas, pero la verdad era que estaba así por mi culpa.
    —¿En qué estabas pensando? —consiguió controlar el llanto. A pesar de la pregunta, no parecía enfadada, sino aún en estado de shock.
    —Era necesario mamá, lo sabían todo, iban a ir a por mí, simplemente tuvimos la oportunidad de adelantarnos.
    —Lo sé, ese estúpido me lo ha contado todo, pero aun así no es justificación para exponerte de ese modo —la vi apretar los dientes.
    —Mamá ¿De quien hablas? ¿Qué has hecho? —sabía perfectamente a quien se estaba refiriendo y podía hacerme una idea bastante certera del espectáculo que debió montarle a Montoya mientras yo estaba dormida. No creía que fuera justo culpar a Javier, pero podía en cierto modo, entender su angustia de madre.
    —Le he dicho unas cuantas verdades al inspector Montoya, no puede utilizarte como un cebo porque no sepa hacer su trabajo —suspiré y la escuché descargar su rabia.
    —Yo acepté, Marta iba a secuestrarme, usamos la trampa que me tendió en su contra —intenté razonar, pero no estaba por la labor.
    —Esa es otra, no han sido capaces de darse cuenta que tenían entre sus filas a la sobrina de un mafioso —estaba totalmente indignada, todo lo que dijera para intentar calmarla sería inútil, estaba en un punto en el que lo que necesitaba era que la escucharan expulsar su frustración empañada de miedo.
    —Mamá, Montoya no es el malo —dije en un último intento porque dejara de insultarlo.
    —Hija… podrías haber muerto —susurró tan bajito que casi no la escuché.
    —Lo sé y precisamente fue Javier quien lo impidió —me miró, pero no fue capaz de decir nada, besó mi frente y comenzó a llorar de nuevo en silencio.
    Esperé hasta que consiguió recomponerse, fueron pocos minutos, en ese aspecto éramos muy parecidas, no nos permitíamos mostrar nuestro dolor demasiado tiempo y mucho menos ante las personas que amábamos.
    —No quiero, pero tengo que marcharme.
    —¿Por qué? —pregunté desconcertada.
    —Están tramitando la salida de tu padre de la cárcel, me informaron que para las nueve aproximadamente lo soltarían, le habrán contado todo lo que ha pasado y no quiero que esté solo.
    —Eso es genial —dije con una sonrisa.
    —Te prometo que en cuanto lo recoja volveremos, mientras tanto intenta descansar —volvió a acariciar mi mano, me dio la sensación de que se sentía culpable por tener que dejarme sola en un hospital después de haber pasado por una situación tan límite.
    —Mamá estoy bien, son solo unos golpes —no dijo nada, simplemente volvió a besar mi frente y se giró para marcharse, no estaba muy segura, pero me pareció que salió de la habitación con lágrimas en los ojos.
    Esperé unos minutos por seguridad e intenté incorporarme con cuidado, no quería realizar movimientos bruscos y acabar desmayada en el suelo. Con mayor facilidad que la primera vez conseguí incorporarme, el efecto del tranquilizante comenzaba a desaparecer y podía moverme con más agilidad.
    Fui al baño, suspiré hondamente antes de mirarme en el espejo, tenía tres moratones y un corte en el labio, realmente no era nada en comparación con lo que me había imaginado. La única herida que era más llamativa era la de la cabeza, pero no en exceso.
    Me cambié la bata de hospital por ropa limpia que había traído mi madre de casa, la cual encontré doblada dentro del armario, no quería llamar la atención.
    Para mi suerte, los ascensores estaban a pocos pasos de mi habitación, con cuidado y a paso lento porque mi cansado cuerpo no me permitía correr, fui hasta ellos, quería bajar a la planta donde tenían a Daniel, necesitaba desesperadamente comprobar con mis propios ojos que estaba bien.
    Las puertas del ascensor se abrieron y me encontré un pasillo no muy largo que daba a una enorme sala llena de camillas separadas por cortinas blancas. Al ser la sala de reanimación no permitían la entrada a demasiados familiares y la visita debía ser corta, las personas allí presentes murmuraban muy bajito para no molestar a los pacientes que acababan de salir del quirófano.
    Me fui directa a por un enfermero para preguntarle cual era la cama de Daniel ya que me parecía irrespetuoso ir metiendo la cabeza en cada espacio hasta dar con él.
    —Está en la sexta camilla de la izquierda —le di las gracias y con cierto temor me dirigí hacia el lugar indicado. A cada paso que daba mi corazón bombeaba con mayor intensidad, estaba tan nerviosa que olvidé preguntar si ya había despertado de la anestesia. No sabía cómo lo iba a encontrar, mi último recuerdo de él era tirado en el suelo bañado en un charco de su propia sangre.
    —¿Daniel? —lo llamé cuando por fin lo vi. Tenía los ojos cerrados, estaba tapado hasta la mitad del pecho, lo que me permitía ver el vendaje alrededor del hombro del que había tenido que ser operado. Aun con la cara curada y sin rastro de sangre se veía muy golpeado, en el tabique de la nariz tenía un corte, al igual que en el labio inferior y en la ceja izquierda, ambos pómulos estaban marcados por dos moratones más grandes que los míos, pero sin duda lo que más me preocupó fue el color negro alrededor de ojo izquierdo, ese golpe con certeza se lo hicieron con algún objeto de metal.
    Me senté en la silla que había al lado porque ya me notaba un poco cansada, como pude la acerqué a su cama para poder verlo y tocarlo, necesitaba hacerlo para terminar de creerme que lo tenía allí conmigo.
    No tomé su mano, simplemente me limité a pasar los dedos por su brazo, sintiendo la calidez de su piel tan suave como siempre. Me moría por besarlo, tumbarme a su lado, cerrar los ojos y escuchar los latidos de corazón, pero sin duda lo que más deseaba era que abriera los ojos.
    —Daniel —volví a llamarlo sin dejar de acariciarlo.
    —¿Eres mi enfermera?
    —¿Cómo estás? —pregunté al borde del llanto, conteniendo las ganas inmensas que tenía de abrazarlo.
    —Como si me hubiera caído un edificio encima —respiró con dificultad y me asusté.
    —Voy a avisar al médico —me levanté demasiado rápido y tuve un pequeño mareo que me hizo sentar el culo de nuevo en la silla.
    —No te preocupes, ya ha pasado a verme, iré sintiéndome mejor conforme pase el efecto de la anestesia —dijo con los ojos cerrados.
    —¿Cómo que ya te ha visto? ¿Cuánto rato llevas despierto?
    —Una media hora.
    —¿Y por qué no me has dicho nada cuando he llegado?
    —Es que me ha gustado mucho cómo me estabas acariciando —si hubiera tenido la fuerza suficiente lo habría asfixiado con la almohada.
    —Eres… —no continúe, preferí aguantarme el enfado que me estaba invadiendo. Ya sabías como era antes de empezar a salir con él, es culpa tuya.
    —Cuéntame que pasó —giró el cuello para mirarme, todo atisbo de enfado desapareció en el momento que sus ojos negros se clavaron en los míos.
    —Marta nos vio huyendo y te disparó, antes de que pudiera hacer lo mismo conmigo Montoya se dio cuenta y pudo evitarlo —me acomodé en la silla y me hizo un gesto débil para que le diera la mano, me acarició la palma transmitiéndome paz.
    —¿Está muerta?
    —No creo que haya sobrevivido a un tiro en la cabeza —nos quedamos en silencio, no me alegraba de su muerte, pero tampoco sentía ninguna pena, no creía que eso me convirtiera en una mala persona.
    —¿Y Conte?
    —Huyó en un coche con algunos de sus hombres.
    —Que hijo de… —le puse un dedo en la boca para que no siguiera.
    —Mi amor es mejor que descanses, duerme un poco —le aconsejé, pero negó levemente con la cabeza.
    —No quiero dormir, prefiero mirarte.
    —Daniel —susurré, pero no supe que más decir.
    —Jamás en mi vida he sentido tanto miedo como cuando te vi allí —se aclaró la voz antes de que le jugara una mala pasada—. No debiste hacerlo.
    —No podía perderte otra vez —me limpié con rapidez la primera lagrima antes de que cayera, pero no pude contener el resto.
    Apretó mi mano y tiró un poco de ella, sabía lo que quería y yo también lo deseaba. Me levanté y me incliné sobre él para rozar sus labios con los míos, no podíamos intensificar el beso, cualquier descuido podría haber abierto las heridas.
    A pesar de ser un leve roce, mi corazón latía como un caballo desbocado. Abrió la boca y me separé un poco de él, no podía perder el control. Me quedé cerca, quedándome atrapada en el océano de oscuridad que eran sus ojos.
    —¿Interrumpo? —me giré y no sé cómo no me desmayé o me volví loca. Por un momento pensé que el golpe en la cabeza me estaba provocando alucinaciones.
    —¿Qué haces aquí?
    —Perdonen, necesito que abandonen la sala, vamos a realizarle unas pruebas al paciente, en un rato podrán volver a entrar —miré a Daniel y este asintió. Sin decir nada más cogí a mi hermano del brazo y nos fuimos.
    —¿Te has vuelto loco? —no daba crédito. Nos acabábamos de jugar la vida por protegerle y él se paseaba por un hospital público sin el más mínimo pudor, no podía creer que se hubiera convertido en una persona tan egoísta.
    —Es obvio que no lo sabes —su tranquilidad provocaba que yo me pusiera más histérica.
    —¿Él qué? —nos metimos en el ascensor, quería llegar cuanto antes a mi habitación para que estuviéramos a solas.
    —Conte ha muerto —soltó de sopetón un segundo después de entrar a mi habitación y cerrar la puerta. Me tuvo que sujetar para que no me cayera al suelo, no daba crédito a sus palabras.
    —¿Qué ha pasado? ¿Cómo lo sabes? ¿Y por qué estás aquí? —quise hacer más preguntas, pero me pidió calma.
    —Antes de que amaneciera han dejado una caja en la puerta trasera de la comisaría, era la cabeza de Conte junto con un pañuelo blanco —tuve que sentarme en la cama porque de verdad temí perder el equilibrio, la simple imagen me revolvió el estómago.
    —Tenía razón, lo han mandado al infierno, pero tú no te has ido con él —la emoción me invadió, me levanté de golpe y abracé a mi hermano con fuerza, lloré en su hombro como muchas veces hice cuando éramos pequeños.
    —Montoya usó el teléfono de Daniel para ponerse en contacto conmigo y me contó todo lo que había pasado. Lo siento muchísimo, todo esto es culpa mía —no era capaz de mantenerme la mirada, acaricié sus mejillas y le obligué a mirarme a los ojos para que no dudara de mis palabras.
    —Raúl eso ya no importa, muerto el perro se acabó la rabia.
    —Casi que no me lo creo, es decir, venir hasta aquí, estar en la calle, ver a otras personas, ha sido alucinante.
    —Dios mío, ¡Se acabó! ¡Eres libre! —me eché a reír sin poder contenerme.
    —¡Lo sé! —se unió a mis carcajadas y me abrazó de nuevo.
    —Espera —me separé lo suficiente para mirarlo —¿Por qué no has ido a casa?
    —Quería pasar a veros antes, aunque creo que he llegado en un mal momento —intentó bromear. Ciertamente mentía muy bien, podría engañar a cualquiera menos a mí.
    —Es más fácil estar aquí ¿Verdad? —no contestó, pero tampoco hizo falta.
    No quise abrumarle ni insistir en que debía ir a casa, entendía lo complicado de la situación, necesitaba tiempo para procesar el hecho de que era libre para hacer lo que quisiera, además él no sabía que tarde o temprano mis padres aparecerían por allí, no se lo dije para evitarle un nudo en el estómago que lo mantuviera en tensión.
    —Ya estamos aqu… —la puerta se abrió y por ella entraron los dos jóvenes adultos, con algunas arrugas más, que visualicé en mis recuerdos segundos antes de creer que iba a morir.
    A lo largo de mis veinticuatro años había vivido muchos momentos felices, tristes y peores, momentos que me habían encogido el corazón y otros en los que llegué a pensar que se haría añicos si seguía latiendo con tanta intensidad, pero nada de lo vivido se comparaba al sentimiento que me sobrecogió cuando vi las caras de mis padres al ver a su hijo después de creerlo muerto durante tanto tiempo, al que tuvieron que enterrar para más tarde descubrir que iban a llorar a una tumba vacía.
    Pensé que gritarían, incluso que perderían el conocimiento ante tal impresión, pero no, nada de eso ocurrió.
    Se acercaron a su hijo y lo tocaron, primero los brazos, después los hombros y por último la cara, todo para confirmar que estaba allí, que lo que parecía imposible se había hecho realidad.
    —Habla por favor —suplicó mi madre con la voz rota.
    —Hola mamá —abrazaba con tanta fuerza a Raúl que llegué a pensar que lo iba a asfixiar, aunque él no se quedaba atrás, lloraba más que ellos. Después de tanto tiempo ya no estaba solo.
    Mi padre les concedió unos segundos de cortesía, pero no pudo contener las ganas de abrazar a su hijo. Yo estaba parada al lado de ellos observándolos llena de felicidad, fueron tantas veces las que la oscuridad me invadió y pensé que jamás vería esa estampa que no era capaz de reaccionar.
    Sin soltar a Raúl mi madre me buscó con la mano hasta que alcanzó mi brazo y tiró de mí para que me uniera a ellos, pero duró poco porque mi padre me cogió por los hombros y me miró muy serio.
    —Escúchame con atención, nunca jamás vuelvas a hacer algo así ¿Entendido? —no le respondí, simplemente me reí y lo abracé escondiendo la cara en su pecho. Nunca dejaría de ser un padre sobreprotector y para ser sincera cada vez me molestaba menos.
    —Un momento —la cara de mi madre pasó de la felicidad absoluta al horror—. ¡Tú no puedes estar aquí! —gritó.
    Se llevó las manos a la cabeza y mi padre miró espantado a mi hermano.
    —¿Te has vuelto loco? —mi padre cogió a Raúl por los hombros a la vez que los ojos se le llenaban de lágrimas.
    Ambos parecían desquiciados. Sin duda la que más preocupó fue mi madre, a la que tuvimos que obligar a que se sentara y calmara cuando comenzó a hiperventilar.
    —Tranquilos por favor, explica lo que ha pasado por Dios —dije un poco exasperada por su pasividad ante el ataque de histeria de nuestros padres.
    —La mafia se ha quitado de en medio a Conte —se hizo de nuevo el silencio en la habitación, pero algo no iba bien, Raúl parecía ido e incluso me pareció ver miedo en su mirada.
    —¿Estás bien? —dije a la vez que me acercaba con cuidado. Mis padres me imitaron, agarraron a su hijo y lo obligaron a sentarse en la cama.
    —Sí, es solo que se me hace muy extraño escuchar tantas voces juntas, me gusta —bajó la mirada, probablemente en un intento por esconder la emoción que lo había invadido.
    —Tranquilo cariño, hablaremos noche y día —mi madre lo besó en la nuca.
    —Me encantaría que papá me contara como le sentó saber que su niña tenía novio —me miró de reojo y yo fruncí el ceño.
    —Pues la verdad…
    —Ahora deberías ponerlos al día, las historias de terror las dejaremos para la noche —no fue mi intención contar un chiste, pero todos se rieron.
    Mi hermano nos contó con más detalles toda su conversación con Montoya. La cabeza de Conte no apareció guardada en una caja cualquiera, era una caja de regalo cerrada con un lazo blanco, daba escalofríos el modo que tenía la mafia de acabar con las hostilidades.
    A pesar del momento tan incómodo que pasé en el despacho de Javier, no podía negar que me equivoqué con él, había ayudado a mi familia y me había salvado la vida, era de justicia que en algún momento no muy lejano le diera las gracias.
    Raúl trató de desviar la conversación en repetidas ocasiones cuando nuestros padres insistieron en saber cómo había sido su vida durante los más de dos años que había tenido que permanecer escondido, finalmente se rindió y contó algunos detalles, sabía que lo intentaba suavizar para evitar más dolor, por lo que decidí mantenerme callada y no contar nada de lo que sabía, ya habían sufrido bastante.
    Por suerte, en mitad del relato tocó la puerta la doctora que me atendió para informarme de que todos los análisis que me habían realizado habían salido bien y por tanto podía darme el alta. Antes de que se marchara le pedí disculpas por mi comportamiento.
    —Marchaos a casa, yo me quedo con Daniel y os aviso que solo admiten un acompañante —eso último me lo saqué de la manga, pero quería estar a solas con él. Mi hermano me miró con una pequeña sonrisa y el ceño fruncido, sabía que mentía, pero no me delató, después de tanto tiempo volvía a ser mi cómplice.
    —Está bien, en cuanto lo suban a planta avísanos —me sorprendió que mi padre aceptara con tanta facilidad, sobre todo por la recomendación de la doctora de que guardara reposo.
    Después de despedirme de mi familia volví a bajar a la sala de reanimación. Había pasado bastante tiempo desde que nos marchamos, conociendo a Daniel estaba convencida de que estaría preocupado, él desconocía los motivos por los que mi hermano estaba allí.
    —¿Por qué has tardado tanto? —dijo a la vez que dejaba el teléfono encima de la mesa auxiliar que tenía al lado de la cama.
    —¿Con quién hablabas? —tenía mejor aspecto, se notaba que los efectos de la anestesia prácticamente habían desaparecido, incluso estaba sentado en vez de tumbado en la cama.
    —Con mi madre, dice que se pasarán mañana a verme.
    —Curiosamente mañana voy a estar muy ocupada —soltó una carcajada que me encantó.
    Tomé asiento en la silla y lo puse al día de todo lo que había pasado con Conte, no se sorprendió, en realidad era algo que todos sabíamos que iba a pasar tarde o temprano.
    Personalmente y por mal que sonara, me alegré de que acabara así, encerrado en una celda cabía la posibilidad de que siguiera perturbando nuestra tranquilidad, pero bajo tierra eso jamás volvería a suceder, no tendríamos que girarnos cada minuto para vigilar nuestra espalda.
    Daniel cogió mi mano sacándome de mis pensamientos. Me obligó a sentarme en la cama junto a él, intenté negarme por miedo a realizar algún movimiento brusco y que se hiciera daño en el hombro o en cualquier otra parte, lo habían golpeado brutalmente prácticamente por todo el cuerpo, pero fue inútil, acabé cediendo para que dejara de hacer esfuerzos.
    —No has respondido a la pregunta que te he hecho antes ¿Vas a ser mi enfermera? —esbozó una media sonrisa y me miró con la picardía habitual de sus ojos.
    —Siempre, te cuidaré muy bien —sentí como un escalofrió le recorrió la espalda y no pude evitar morderme el labio.
    —¿Y en qué consistirían esos cuidados?
    —Pues… —posé la mano derecha sobre su pecho desnudo y lo acaricié con suavidad—. ¿Por qué te late el corazón tan rápido? ¿Quieres que llame al médico?
    —No, quiero otra cosa —me cogió por la nuca y unió nuestras bocas, me permití dejarme llevar un poco y abrir la boca para él despacio, con cuidado.
    —Lo que desees mi amor —acaricié su rostro e intensifiqué más de la cuenta el beso, buscando su lengua, la cual me recibió de buen agrado. Descendió una de sus manos por mi cuello, acariciando uno de mis senos por encima de la tela de la camisa hasta llegar a mi estómago. Iba a conseguir nublarme el juicio por completo.
    —Para eso deberíamos estar en el mismo lugar —susurró besando la comisura de mis labios.
    —¿Qué? —me separé un poco para mirarlo a los ojos, parecía cauteloso, como si no encontrara las palabras exactas con las que expresarse con mayor claridad.
    —¿Qué tan descabellado te parecería que viviéramos juntos? —abrí los ojos sorprendida.
    —¿Estás hablando en serio? —conseguí reaccionar, aunque no usé las palabras adecuadas.
    —Claro ¿Por qué? ¿No quieres? —vi el miedo en su mirada.
    —Quiero todo lo que sea a tu lado.
    —¿Aunque olvide bajar la tapa del váter?
    —Eres un idiota —lo besé con una sonrisa en los labios.
    —Lo siento por ti.
    —¿Por qué?
    —Vas a vivir con un idiota
    —Y con un arrogante.
    —Pero lo quieres.
    —Pero lo amo.

    FIN.
    .
    .
    .
    Y llegó el tan esperado final.
    Quiero dar las gracias a todas las personas que han leído «Jugando con fuego» a pesar de haber tardado bastante en subir capítulos, la realidad es que en muy pocos meses he escrito un libro de 271 páginas del que me siento muy orgullosa, y en parte es gracias a vosotras, vuestros comentarios me han hecho esforzarme al máximo para poder entregar el mejor resultado posible. Con seguridad no será bueno para todos, pero lo es para mí.
    No me puedo despedir sin dar las GRACIAS a Cientifica Empedernida, Mar Soñadora, San, Oly, BIBI, (no sé si me dejo a alguien, si es así, lo siento) por seguir aquí a pesar de las esperas, por haber comentado en cada capítulo con palabras tan bonitas que me han servido como inspiración, de verdad MUCHAS GRACIAS.
    Un abrazo muy fuerte.
    Ilenia.

    Responder
    Científica empedernida
    Invitado
    Científica empedernida on #342813

    Ilenia…sin palabras!!

    Estoy totalmente encaaantada con este final. Y he de decir que me han emocionado muchisimo tus palabras de agradecimiento!

    Vas a seguir escribiendo??? (Di que sí, di que sí)

    Responder
    MarSoñadora
    Invitado
    MarSoñadora on #343073

    Me he emocionado mucho con el capítulo, ¡me has hecho llorar y todo! La verdad es que ha sido un final muy bonito, el mejor para esta historia.
    Tengo que decir que la segunda parte me gusta más que la primera, quizás por toda la intriga que hay.
    Ilenia tu libro se merece que lo PUBLIQUES, inténtalo, mándalo a editoriales porque eres muy buena, trasmites muy bien los sentimientos de los personajes.
    Te doy las gracias por esta gran historia y me sumo a la petición de científica empedernida: sigue escribiendo!!

    Responder
    Tere
    Invitado
    Tere on #343132

    Muchísimas gracias Ilenia por esta historia! Aunque no soy de escribir en cada capítulo los he seguidos todos y cada día me metía para saber si había o no capítulo nuevo, jeje! Gracias por ser tan generosa de compartir tu historia con todas nosotras! Mucho ánimo para seguir escribiendo, estaremos encantadas de leerte! un abrazo!!

    Responder
    Oly
    Invitado
    Oly on #343502

    Me ha ENCANTADO!!! Que final más genial para una historia genial por favor intenta publicarlo yo te lo compro seguro!
    Este libro es para tenerlo en la estantería y releerlo varias veces!
    La historia entera me ha emocionado, intrigado, sorprendido incluso me he llegado a preocupar por los personajes como si los conociera!
    Gracias Ilenia por tu libro y tus palabras de agradecimiento!
    Espero seguir leyéndote!
    Un saludo

    Responder
    Bibi
    Invitado
    Bibi on #344237

    buah buah buah!!!! increible! me ha super encantado la verdad. Para escribirlo en pocos meses como tu dices, creo que escribes super bien. Transmites y es lo que mas me gusta. Podemos meternos en la piel de los personajes.
    Ha sido un viaje bonito y que ahora me da un poco de pena dejar, pero seguro que pronto nos traeras cosas nuevas jeje
    Mucho animo para seguir con tus proyectos y quiza puedas pensar en un spin-off the Raul?? me encantaria saber mas de el jejejeje
    mil gracias por todo!

    Responder
    SAN
    Invitado
    SAN on #344563

    Me ha encantado el desenlace!!
    Muchas gracias a ti por regalarnos una historia así.
    Te animo a que no dejes de escribir!!!
    He sentido la historia como si fuera la protagonista, y eso pocas veces me pasa.
    Transmites muchas cosas con tus palabras!

    Responder
    I.
    Invitado
    I. on #345097

    Un final genial!! Gracias por compartirlo Ilenia

    Responder
    Azabache
    Invitado
    Azabache on #353653

    Hola, he leído tu relato casi del tirón. Lo descubrí el otro dia y no he parado. Me ha gustado mucho, me ha entretenido, lo he disfrutado y me ha emocionado. Sigue escribiendo! Gracias por compartirlo. Un abrazo grande.

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Respuesta a: Responder #345097 en Jugando con fuego. Capítulo 15. 2ª parte: FINAL
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