A los 17 años el médico me diagnosticó depresión, ella, tan jovencita. Me mandó al psicólogo y al psiquiatra e intenté apechugar con la medicación.
Ella, que no había vivido ni completamente su adolescencia, cruzaba los pasos de cebra deseando que algún loco no se diera cuenta de que estaba ahí. Se despertaba cada mañana llorando por amanecer de nuevo, pero no se atrevía a acabar con su vida, no por miedo, sino porque aún me aferro al hecho de que no deseo hacer sufrir a nadie si me mato.
El problema es cuando las consultas eran una vez cada muchos meses y a mi eso no me servía de nada, yo convivía con el problema, yo convivo con él: mi familia (que obviamente jamás apoyó mi malestar depresivo).
A los dos años decidí sacar pecho ya que con el psicólogo no avanzaba, quitarme la medicación y tener una nueva esperanza de vida.
Al mes me dejo mi ex y quise suicidarme, escribí una nota, preparé mi ropa pero un último rayo de esperanza iluminó mi vida.
Y aquí estoy, casi seis años después de mi primer diagnóstico… Nuevamente diagnosticada, porque sí, la depresión no es un día ni dos, es tu sombra y va ahí donde tú vas. A veces y si le da la luz se vuelve chiquitita, pero si tus días se nublan es enorme y si se hace daño, te consume y ella no es parte de ti, tu eres parte de ella.
Intento pagar un psicólogo privado, porque es imposible coger cita en la pública. Pero mis ahorros son escasos y mi salud mental no se puede controlar.
Porque yo no decido cuántas sesiones necesito, porque si estoy aquí es porque es la desesperación de buscar algo.
Porque vivir deseando hacerlo no es vida.
Pero, ¿Sabéis qué no lo es tampoco? Que la gente que lo sepa te «perdone» porque «estás mal», eso duele. Duele que te llamen enferma mental cuando no es tu problema que tú vida se haya torcido.
Porque decidme, ¿Yo decidí vivir en una familia extremadamente tóxica?, ¿decidió aquella otra persona que le afectase el bullying?, ¿Y los otros motivos de la de más allá?.
No somos perfectos y lo sabemos, no queremos hacer daño pero nuestra mente es mala, retorcida y por eso muchas veces nos aislamos. Pero quizás con un poco de comprensión y amor (y muucha paciencia) puedas ser un poco de luz en la vida de esa persona.
Porque recuerda que todos nacemos con una sombra y quizás a algunos nos cuesta más iluminarla.