Vergüenza.
Es la única palabra que se me ocurre para describir lo sucedido este fin de semana en grandes ciudades de toda España, y que muchos de vosotros habréis visto ya por Internet o en las noticias en televisión.
Estamos en pandemia desde marzo de 2020, aunque la noticia de la Covid revoloteaba toda Europa desde antes de ese mes fatídico que supuso el inicio de una larga batalla que todavía estamos librando. Y visto el comportamiento de muchos irresponsables que sólo quieren divertirse bajo lo que ellos mismos consideran una «libertad» más que merecida tras meses de confinamientos y encierro intermitente, me da a mí que tenemos las de perder durante mucho tiempo.
Y como decía más arriba, no solamente siento vergüenza por lo que ha pasado este último fin de semana -cuyas consecuencias seguramente acaben arrasando con nosotros como un tsunami, y no como una quinta ola-, sino porque muchas de las personas que estaban en esas aglomeraciones para celebrar el fin del estado de alarma eran de mi generación, gente de veintitantos que parece más dispuesta a olvidar las penas a base de alcohol, gritos y reuniones masivas que a salvarse tomando medidas de protección y respetando las restricciones.
Habiendo perdido a una persona muy importante para mi familia el año pasado por culpa de esta desgraciada enfermedad que cada día sigue cobrándose vidas, y sabiendo que fue contagiada porque a su cuidadora la contagiaron dos personas jóvenes de su familia, sólo puedo decir lo siguiente: me da vergüenza pertenecer a una generación ampliamente poblada por irresponsables con ganas de fiesta.