No es ningún secreto: llevo tiempo intentando estar cómoda con la comida.
Ejercicio, dietas que no funcionaban, comentarios tipo «qué grande estás» o «ains, es que eres muy rellenita», al final todo acaba en una espiral de obsesión con el peso y con la comida.
Lo gracioso es que al principio empiezas todo esto en base a ideales que no son tuyos y cuando por fin reconoces que la comida no es el enemigo es cuando empiezas a disfrutar, a comer sin sentir culpa.
Comer es algo natural del ser humano y es una experiencia de la que todos deberíamos deleitarnos.



1. Deja de castigarte

No existe la comida buena, mala o ‘prohibida’. En lugar de dejar que esos pensamientos malos estén dando vueltas por tu cabeza después de zamparte esas galletas, piensa: «¡está bien!» Tan solo eres una persona que quiere disfrutar de su vida. Si esa culpa innecesaria vuelve a aparecer, toma el control y escribe algo bueno que hiciste ese día. Esto te ayudará a no tirar por tierra todo el trabajo que estás haciendo.

2. Dieta es una palabra de mierda

¡NO VUELVAS A DECIRLA! Las dietas crean un ciclo de reglas y restricciones poco saludables que permanecen contigo durante más tiempo que la dieta. No es sano (ni divertido) eliminar grupos completos de alimentos, y ¿realmente QUIERES vivir en un mundo sin pan? (sin pan, en serio????) No hay necesidad de obsesionarse con la pérdida de peso constantemente si te alimentas con alimentos que hacen que todo tu cuerpo se sienta bien.

3. ¡Deja de comparar!

Cada cuerpo es un mundo. Obviamente no vais a comer lo mismo tu, una chica urbanita que un hombretón que se dedique al arado diario del campo. Las cosas como son. Cada persona tiene sus propias necesidades nutricionales y tú solo debes mirar por las tuyas.

4. Concéntrate en lo que vas a comer en lugar de en lo que NO

Me pasaba horas pensando «esto no puedo, uy, esto tiene muchas calorías…» Ahora eso ha cambiado. Solo me concentro en lo que quiero; montones de cosas ricas ricas. Y créeme, hay muchas cosas deliciosas que me meteré pal cuerpo que sé que no son buenas (bollos, croissants…) Pero vamos, no pienso quitarme mis fritos y mis magdalenas mientras veo una peli de Netflix. Soy la mar de feliz.

5. Practica afirmaciones positivas.

Las afirmaciones son una herramienta poderosa para revertir los pensamientos negativos y reprogramar nuestras creencias, comportamiento y acciones. Pueden cambiar la forma de ver el mundo y a mi me vinieron muy bien a la hora de mejorar mi relación con mi cuerpo.

Algunos ejemplos:
Este plato de comida es bueno para mí.
Mi cuerpo sabe cómo usar esta comida.

6. Come con atención

A ver, si toca comer, se come. Somos mucho de la cultura de «vamos a hacer 15 cosas a la vez». Pero este no debe ser el caso. A la hora de comer, deja el móvil (de verdad, no le va a pasar nada, seguirá ahí después), o sal del coche. La cosa es que comas despaaaacio. Que observes los colores, el aroma y el sabor. Escucha las señales que tu cuerpo te envía sobre el hambre. Aprecia cada bocado que le das al plato.
Tienes un cuerpo, cuídalo. La hora de la comida no es un castigo, sino una oportunidad para cuidarte.

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