Que la educación sexual sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro país es obvio. Además, desconocemos las enfermedades de transmisión sexual (ETS) porque no todas se previenen con el uso del preservativo pero eso no quita para que sea la opción imprescindible.
Y sí, lamentarse y quejarse es una opción pero yo prefiero ser práctica. Desde el momento en que comienzas a tener relaciones sexuales, debes empezar también a programar tus revisiones ginecológicas. Así de simple, así de básico y así de efectivo.
El virus del papiloma humano (VPH) es una de las ETS que no se frenan con el preservativo porque se transmite por contacto piel con piel. Prácticamente todo el mundo lo tiene y generalmente la infección desaparece sin ningún tipo de tratamiento. Pregunta a tu ginecólogo/a. Con un análisis y una citología, te aseguras rápidamente de que todo está bien y te olvidas hasta el año siguiente.
Son más de 100 los tipos que integran el VPH y algunos pueden provocar verrugas o papilomas. Solo un pequeño grupo de ellos es de alto riesgo y pueden causar cáncer de cérvix o cuello del útero. Las revisiones anuales son sumamente eficaces en la detección de crecimientos anómalos de células. Esto significa que cuando algo no va como toca lo coges a tiempo y lo solucionas con facilidad.
La gran mayoría de cánceres de cuello de útero se detectan en fases muy tempranas en las revisiones periódicas a las que –insisto– debemos acudir. En caso de detectarse un crecimiento anómalo de células, se analizarán para saber si son tumorales o no. En caso de serlo, simplemente se eliminan con un tratamiento conservador y listo.
Esto es posible gracias a las visitas ginecológicas anuales, así que ¡no te las saltes! Son mucho más importantes de lo que crees. Piensa: ¿cuándo fuiste por última vez al ginecólogo?
Y si queréis saber más al respecto, no busquéis en Google a lo loco, por favor. Buscad fuentes fiables como la AECC o el National Cancer Institute en español. Y hablad con vuestro médico/a.