Tengo relación desde hace años con mi vecina de abajo. Una señora que podría ser mi madre, pero con la que he pasado muchas horas hablando. Lo típico, comentando cosas de la familia, charlando sobre sus nietos, mis hijos…

Su hija pequeña tiene dos niños y pasan muchas tardes con ella para que su mamá pueda trabajar. Ella es la típica abuela entrañable y los niños la adoran.

Tiene otro hijo, el mayor de los dos, por el que siempre se le notó cierta predilección. Era el niño de sus ojos. Antes de que tuviera pareja siquiera, ya nos decía lo feliz que iba a ser criando a sus nietos pues, con la relación tan estrecha que tenía con su hijo, sabía que jugaría un papel fundamental cuando formase su propia familia.

Siempre creí que era un poco invasiva con la vida de su hijo, e involucraba en sus relaciones como si formase parte de ellas y, aunque sé que lo hacía de buena fe, podría resultar incómodo para la novia de turno.

El caso es que hace años que su hijo se enamoró de una chica que vivía a varios cientos de km de aquí. Se conocieron mientras ella hacía un curso cerca, pero cuando se volvió a casa, él decidió ir tras ella.

Al principio ella entró en casa de mi vecina como una chica callada y risueña, conforme con todo que siempre parecía muy feliz. Con el tiempo fue la actitud de su chico la que fue cambiando y, aunque ella seguía risueña y callada, él se quejaba a su madre por prácticamente todo. Desde la comida que preparaba hasta la música que ponía. Fue más evidente de que las quejas venían de aquella chica con actitud de mosquita muerta cuando le dijo enfadado a su madre que quitase la foto de la boda de su hermana del salón, pues en ella salía su exnovia y no le parecía bien.

Nunca antes había tenido problemas con hablar de sus ex. Había tenido varias relaciones largas e inevitablemente habían estado en momentos familiares importantes. No podía pretender borrar su pasado si él las había incluido en su vida familiar. Su actual novia miraba la escena con gesto triunfante y seguía callada y sonriente.

Al año de irse a vivir juntos decidieron casarse. Cuando mi vecina estaba preparando el traje de madrina, su hijo le dijo que sí, que sería madrina porque se lo había prometido desde pequeño, pero que el vestido lo tendría que supervisar él y decidir si daría el ok o no su futura mujer, ya que tenía miedo de que fuera más llamativo que el de ella y no lo podía tolerar. Ella lloró noches enteras por la sensación de estar perdiendo un pedacito de ella misma.

Han pasado ya 6 años. Su hijo y Doña Sonrisas han tenido un niño y una niña, como él siempre había soñado. Solo que, al contrario de todo lo que siempre había hablado con su madre, los peques no ven a la abuela más que en fechas señaladas. Pero no en todas, pues navidad, cumpleaños, etc, están con los otros abuelos. A casa solamente vienen en el cumpleaños de ella y los días después de las fechas  importantes a buscar los regalos.

Jamás una llamada, jamás una foto o un vídeo de sus nietos para verlos crecer aunque sea en la distancia.

Ayer me encontré con ella mientras subía de dejar a sus otros nietos en el portal con su mamá. Lloraba diciendo que se sentía mal por ser mejor abuela para unos que para otros, que no querría hacer distinciones entre ellos, pero que no podía evitarlo pues a la pequeña la había visto dos veces desde que nació. Al nacer dijeron que no admitían visitas y ella no entendía que su presencia fuese una visita más, pero lo entendió. Luego llamaba para ver cómo estaban y apenas oía nada con el jaleo de la familia de ella de fondo.

Hace poco su hija tuvo un evento importante al que su nuera no pudo venir, pero sí su hijo. De pronto él era el chico de siempre; cariñoso, atento, cercano, haciendo bromas constantemente y queriendo formar parte de todo. Sin embargo, días después lo llamó a casa para saber cómo estaban sus nietos  y él la llamó por su nombre. Jamás había hecho tal cosa, siempre había sido “mamá”, pero ahora debía marcar distancia por haber sucumbido a sus encantos de madre cariñosa… Su hija confirma que la actitud de su hermano es así solamente cuando su mujer está delante y siente mucho que sus hijos no puedan jugar con sus primos y ser la familia que siempre habían jurado ser, pero no está dispuesta a ver cómo su hermano desprecia así a su madre y ha decidido cortar lazos con él. Su madre no puede, es normal, pero ella no se va a quedar para mirar cómo su madre se arrastra por el fango por una visita al año.

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.