Hace muchos, muchos años me consideraba una chica misteriosa, una adolescente nostálgica y soñadora. Puede que lo fuese o no. Pero suelo tener las manos frías y eso hacía que el anillo mágico cambiase de color y dictase mi personalidad. Sí, sabes de qué anillo (y todas sus variantes) estoy hablando: el de la Súper Pop.
Ay. La Súper Pop. ¡Nuestra Súper Pop! Cada quince días sacábamos las pesetas acumuladas en el monedero e íbamos al quiosco a la salida de clase. Todavía recuerdo el tacto del plastiquete que la envolvía y mirábamos los titulares que anunciaban secretos de los BackStreet Boys, secretos inconfesables de los actores de Compañeros y pósters gigantes de DiCaprio todo anunciado con bien de colorinchis por todos los lados.
Ojo. Que nombran a los Hanson.
Sin quitarme la mochila, desembalaba la revista y admiraba el regalo que salía esa vez. Ahí estaba: EL regalo. Al día siguiente en clase todas lucíamos nuestros colgantes de delfín, las pulseras de la amistad, las piedras que cambiaban de color o habíamos llenado la carpeta con las maxipegatinasfosforitasquebrillabanenlaoscuridad. Bueno, bueno… Y cuando traían regalos especiales, ¡era una pasada! Ahí estabas, llamando a casa de tu amiga (sí, sí, se llamaba al teléfono fijo) para comentar el cuadernito especial horóscopo, los hechizos mágicos para capturar el amor o ése especial que destripaba todas las canciones de las Spice Girls con traducción incluída (sí, 2 become 1 iba de eso).
Nuestros primeros días adolescentiles están envueltos en esas pocas páginas, tienen ese olor a imprenta y nunca olvidaré el cricri del crujido de las hojas al pasarlas (hola, ASMR).
La Súper Pop nos hizo jurar eterno a Leo y que nos gustaran Devon Sawa, Jonathan Brandis o Ryan Phillippe. Gracias a la Súper Pop cambiamos nuestra habitación de niñas a un auténtico homenaje al papel recortado que toda adolescente debe hacer. Armarios y paredes llenas, estudiábamos qué foto poner al lado de cual y nuestra habitación pasaba ser un museo del papel couché. Gracias a la Súper Pop tuve uno de mis mayores tesoros, un anillo de plástico pintado de color plata con una palabra corta pero que entonces lo era todo: SPICE. Sí, ¡el anillo del concurso de vídeos de las Spice! (he de encontrar el diploma. ¡Que la Súper Pop nos mandó una carta!¡Aaaaaah!).
Extra Otoño
Sí, está bien. También estaba la Bravo o la Vale (y luego les siguieron otras). Pero no, yo era de la Súper Pop. Imaginad la emoción cuando vino al cole el escritor Jordi Sierra i Fabra y nos contó que él había creado la revista. Los libros a punto de ser firmados pasaron a segundo plano. Frente a nosotros estaba el señor que había creado la revista que nos movilizaba, la biblia adolescente española. ¡Gracias, Jordi!
Pero la Súper Pop tuvo que decir adiós al formato impreso, todavía resiste en formato digital pero no es lo mismo. No se pueden tocar sus páginas, ni agarrar el plastiquito que une la revista al regalo. Los pósters no estarán en el centro de la revista. Ni las carpetas se podrán llenar de sus páginas recortadas.
El último número en papel.
Puede que la Súper Pop se haya hecho mayor, como nosotros. Puede que esté viviendo otra época, como nosotros. Pero siempre que tengo las manos frías pienso que soy soñadora. Porque me lo dijo el anillo mágico. El anillo que muchas lucíamos, las seguidoras de la Súper Pop.
Isa, muchas gracias por hacer que volviese a comprar la Súper Pop muchos años después para leerte. Justin Bieber te debe muchísimo a ti y a tus artículos.