Hace unas semanas cumplí mi fantasía sexual de la adolescencia.

Cuando mi hermano mayor empezó la universidad, hizo mucha amistad con un chico, pasaba muchos días en casa, ya que él estaba de alquiler y venía a menudo porque mi madre se empeñaba en invitarle para que «comiera en condiciones».

Yo solo tenía catorce años, y por supuesto él no se había fijado en mí, pero yo estaba obnubilada por ese chico alto, moreno y de ojos negros. Recuerdo como mi madre se reía de mí cuando le decía que algún día nos casaríamos.

que pasa con el matrimonio

Los años pasaron, y no lo volví a ver hasta hace un par de semanas, por supuesto que después de diez años no me reconoció y yo… no le he dije quién era.

Lo vi en la discoteca de una ciudad donde estaba de vacaciones con unas amigas, le reconocí enseguida y no dude en acercarme a él, con la intención de decirle quién era después de jugar un poco a los desconocidos.

 

Cuando me presenté, se interesó mucho en mí y me invitó una copa, empezamos a hablar y a tontear descaradamente, en cuanto vi que podía tener una oportunidad con él, no quise dejarla escapar.

Le cogí de la mano y me lo llevé al callejón que hay detrás de la discoteca, le empujé suavemente hasta que quedó pegado a la pared y le comencé a besar.

 

 

 

Respondió al instante, me volteó dejándome pegada al frío muro. Sus manos empezaron a recorrerme todo el cuerpo y su boca, húmeda y exigente, bajó por mi cuello hasta llegar a mi pezón que atrapó con sus labios, lo mordisqueó y arañó con sus dientes, para después lamerlos con suavidad, no pude contener más mis gemidos.

 

Cuando se dio por satisfecho, me miró con una sonrisa de suficiencia y se arrodilló ante mí. Sus manos acariciaban el interior de mis mulos y pensé que iba a arder, es lo más erótico que me ha pasado en la vida. Bajó mis bragas y las sacó por mis pies, sus manos se deslizaron por mis gemelos y al llegar a la zona posterior de mis rodillas, se subió mi pierna al hombro, pasó su lengua por la cara interna de mi muslo, deleitándose en cada centímetro, para acabar justo en el vértice de mis piernas. Rodeó mi clítoris con parsimonia y yo necesité agarrarlo del cabello, era tal la sensación que sentí, que no podía continuar de pie necesitaba agarrarme a algo. Estuve a punto de suplicarle que lo hiciera más deprisa, pero no fue necesario, introdujo dos dedos en mi interior encontrando el punto exacto de mi placer y ya perdí la compostura del todo, mis gemidos y gritos estaban descontrolados. Él gruñó y aumentó el ritmo con sus dedos, que coordinaba a la perfección con su lengua, no logré contenerme más y estallé en un orgasmo abrasador.

Se retiró, volvió a mi boca de nuevo y me besó con urgencia, sacó un preservativo del bolsillo y tras colocárselo, me aupó y se hundió en mí con un solo movimiento, entro y salió, cada vez más rápido y más rudo. Mis manos le acariciaban la espalda, sus músculos estaban tensos, no paraba de jadear en el lóbulo de mi oreja erizando mi piel. Mis paredes húmedas volvían a contraerse de placer y él con un último movimiento se dejó ir.

 

 

Se retiró de mi interior, tiró el preservativo y se agachó para ponerme las bragas que descansaban en el suelo. Me bajó la falda del vestido y me subió el escote, tapando mis pechos desnudos.

—Adiós, dale recuerdos a tu hermano Alberto de mi parte —dijo mientras se marchaba.

 

 

@inmaculada__jaen