Tal como suena, vengo a lloraros mi historia (porque no puede ser contada, esto es un lloro en toda regla) de cómo he descubierto y de paso sufrido, en mis propias carnes el «next level» del bromance, la brogamia. Seré breve.
Mi chico y yo salíamos juntos desde hace casi 3 años. Empezamos a salir al poco de conocernos, fue muy rollo flechazo y eso que vivíamos a menos de 10 minutos y nunca en la vida nos habíamos cruzado. Lo malo de estas cosas es que vas descubriendo muchas cosas al paso en el que avanza la relación y alguna puede resultar algo «meh». Pues mi mayor meh fue su mejor amigo, Luís. Resulta que eran amigos desde la más tierna infancia, ambos son poco sociables y siempre se han tenido el uno al otro, lo cual es genial, contar con una amistad tan sólida, ya lo quisiera yo para mi. El caso es que Luís y yo no nos caemos bien, pero eso pasa en las mejores familias. Él gusta de hacer bromas ligeramente hirientes, de esas que parecen más un insulto rebozado en risas para que no te lo tomes como tal, pero conmigo, con mi novio y con todo el que se cruce. A mi eso me ponía el malhostiómetro a mil, pero a mi novio le hace gracia, así que le dije que sencillamente, él con su amigo, yo son mis amigas y que ninguno meta tractor en el jardín de la amistad del otro. Así paz y después gloria. ¿Guay, no? Pues no.
Me chinaba un poco que cada vez pasara más y más tiempo con Luís, hasta el punto que nosotros nos veíamos entre semana porque los findes completos eran para pasarlos con Luís. Una que está enamorada y es paciente pues intenta encontrarle normalidad.
Lo tocho viene ahora. Por fin encontramos curro ambos (que por cierto, tengo 33 y él 35, que empezamos a peinar canas) y sale el tema de irnos a vivir juntos ¡qué bien! Pues nos ponemos a mirar pisos una tarde porque ambos y él se empañaba que un piso con 2 habitaciones… No le veía mucho sentido, ninguno de hecho. Ambos vivimos en la misma ciudad, ambos tenemos toda la familia aquí y ambos tenemos los amigos aquí, ¿para qué pagar un alquiler más caro si con un dormitorio vamos sobrados? Me salió con varias razones y escusas a cada cual más floja hasta que hace muy poco me dijo la verdad…
«Es que Luís se vendrá a pasar los findes conmigo ¿no? Además él no está muy agusto en su piso y podría venirse con nosotros a vivir.»
¿Hola? ¿Realmente necesita meter a su amigo de toda la vida bajo el mismo techo que él? No sé… vamos, no sé vosotras, pero yo con el mejor amigo en la pared de al lado no follo ni de coña. Una excepción se hace, pero la idea de tenerle acoplado mínimo dos días por semana me cortaba las ganas de bajarme las bragas hasta para mear.
Pero agarraos que viene lo mejor. Cito textualmente «Ambos sois muy importantes en mi vida, cada cual así manera, no veo razón para no poder teneros a ambos conmigo». Te cagas. ¿No ves razón? ¿Te hago un gráfico? Es un maromo de 35 tacos sin pareja conocida jamás de los jamases que sólo sabe gritarle a la tele y hacer bromas sobre «guarrillas» continuamente ¡que se busque una vida!
Pues ni con estas le he dicho «o él o yo» Vamos, me parece extremádamente lógico darse cuenta de lo que falla ¿no? ¿O me estoy flipando mucho?
A todo esto, mi novio y yo nos hemos dado un tiempo para realmente decidir si somos lo que necesitamos el uno del otro. Yo me venido una temporada con mis padres (no hay nada como que te mime tu madre) y él… él… él se ha ido al piso de Luís.
Suena de coña todo, pero no majas. Al menos estoy en la fase de reirme – por no llorar – por casi terminar en un estado de brogamia. Mi novio, yo y su mejor amigo.