Es la primera vez que escribo post aquí y soy consciente de que me pueden caer antorchas y horcas. No obstante, me encantaría conocer vuestras opiniones. Solo os pido que sean desde el respeto, por favor.
Bueno, empezamos desde el principio. Tengo pareja desde hace un año, nos conocimos por Tinder y la cosa se fue construyendo poco a poco. Vivimos juntos desde hace algunos meses, porque él necesitaba salir de su casa (familia muy tóxica). Es un chico muy cariñoso, atento y le encantan los gatitos, ¿qué más podría pedir? Aunque toda moneda tiene dos caras.
En general nos ha ido como a cualquier pareja, con nuestros roces y nuestros momentos idílicos total. Pero hoy ha pasado algo que, aunque no es lo más grave del mundo, ha hecho que me levante con el día muy torcido.
Cuando él entró a vivir conmigo ya había dos gatitas en el piso. Al mes o así me encontré una bolita de pelo diminuta y negra en la calle, completamente desnutrida e incapaz de moverse o si quiera mantener su cabeza en alto. Iba a morir y yo no podía dejarla allí. La llevé a casa, alimenté, bañé, desparasité, bla bla bla. Milagrosamente se fue recuperando, el vete decía que estaba sana, y ya que ninguna protectora se hizo cargo pudimos juntarla con las demás y ahora es una más de la casa.
El caso es que mi pareja desde el minuto uno se encaprichó de ella, decía recordarle en carácter a un gato que ya tuvo y falleció de viejo, al que quería mucho. La mima, le habla como a un bebé, la arropa, etc. La tiene tan mimada que, si hace alguna trastada y le regañas, se esconde detrás de él.
Alguna vez le he acusado de mimar tanto a la gata por el mero hecho de que tenemos 3 y no puedo soportar ese favoritismo. Que a una la trate con ese cariño y a otra la empuje de la mesa y le diga “quita, fea” entre otras muchas lindezas. Son gilipolleces, pero oye, no me gustan.
Hasta aquí todo son tonterías como una casa. Y quizá lo que viene a continuación también os lo resulten, pero bueno, el cuerpo me pide expresarlo.
Ese cariño por la gata empezó a afectar a nuestra relación de pareja. Me considero una persona asertiva, así que prefiero no callarme si algo no me gusta para que así se pueda arreglar para todos, aunque por desgracia la comunicación no siempre funciona.
Así que, después de observar una serie de comportamientos, intenté hacerle ver que:
– No me parece normal que en medio de una discusión me ignore y se ponga a darle arrumacos a su gata favorita, porque es un tema sin finalizar y yo me quedo esperando como una idiota a que reaccione.
– No me parece normal que me diga de echar un polvo, vayamos al dormitorio encendidos vivos, y se ponga a acariciar a la gatita porque está encima de la cama. Acto seguido la coja y la mueva del centro de la cama a un ladito porque “ahí no molesta”. Y claro, enfadarse cuando le pido que la gata vaya fuera.
– No me parece normal que venga un día y me diga super serio que prefiere dormir en otra habitación alguna noche porque NECESITA dormir con las gatas. A esto he de añadir que, sí, he intentado dormir con ellas muchas noches pero es completamente imposible. Son jóvenes, están muy activas por la noche, saltan y corretean encima de mí y me he llevado unos arañazos enormes por sus juegos cuando lo único que yo intentaba era dormir. Siestecitas sí, pero por la noche fatal. Cuando lo intentábamos y al final las tenía que echar del cuarto, me decía conmocionado “¿entonces qué? ¿nunca vamos a poder dormir con ellas?”. Chico, yo trabajo y necesito descansar, lo siento mucho si no puedo dormir cuando me saltan dos kilos de gato encima de repente.
– No me parece normal que diga que él no es de convivir con otras personas, que cuando tenga un sueldo se buscará un piso y lo primero que se llevará es a la gata.
– No me parece normal que si le veo dándole mimos a la gata y le comento completamente de broma que parece que la quisiera más que a mí, se quede callado pensando una respuesta. Ahí aprendí a no hacer bromas.
Y ya para rematar, lo que ha ocurrido hoy…
No solemos despertarnos a la misma hora, pero cuando podemos (los findes sobre todo) nos arrimamos mucho por la mañana. Besos, abrazos, etc.
Hoy nos ha sonado la alarma, y su primera reacción ha sido abrir la puerta, coger a su gata favorita en brazos y empezar a sobetearla y darle besos. No lo voy a negar, me ha molestado y le he dejado caer “besas a la gata antes que a mí”. Su respuesta ha sido que tengo celos enfermizos con la gata.
En mi cabeza todo lo que digo es muy lógico, pero parece que a él no se lo resulta. Me encanta que le gusten los animales, me encanta verle ser cariñoso con los bichitos, acepto que haya noches que no quiera dormir conmigo para dormir con ellas. Pero creo cada uno debería tener sus prioridades, y si esas son las suyas no estoy muy de acuerdo que digamos. Y mucho menos si se me tacha de celos enfermizos por un animal al que sigo queriendo y que me alegro de haber salvado.
¿Algún consejo u opinión? ¿Me estoy equivocando yo? ¿Son todo gilichorradas? Ayuda plis :(