Buenas noches muchachas. Leo hace tiempo pero hoy es el primer día que me decido a escribir.
Y me decido a escribir porque quiero «decir en voz alta» cosas que no puedo compartir con la gente que me rodea en este momento. A veces es más fácil hablar con desconocidos.
Me siento sola. Es uno de mis mayores miedos, acabar sola. Ver como mis conocidos, familia y amigos avanzan, tienen relaciones, hijos, casa, familia, perro y carrera. Siento que es algo inviable para mi. Y me he sentido así desde la adolescencia.
Desde muy pequeña fui obesa. Mi primera dieta la hice con 6 años. Recuerdo lo dramático que era que me arrastraran a la báscula y ver que había aumentado de peso (yo en ese momento no era consciente). Ver como se enfadaban mis padres porque por más que hacía dieta continuaba aumentando. Todo esto generó en mi una relación tóxica con la comida y en parte con ellos. Relación que hoy en día no podría ser mejor y que está más que hablado por cierto.
Me enseñaron muchas cosas. A ellos les tengo que agradecer la persona que soy hoy. Íntegra, con valores, informada, buena persona me atrevería a decir. Pero nunca me enseñaron a entender que valía lo mismo que una persona delgada. Que mi objetivo en la vida no podía ser querer encajar y pasar desapercibida. A día de hoy he bajado de peso pero tengo las marcas innegables de eso en mi cuerpo, cosa que no me resulta fácil descubrir delante de mucha gente, sobre todo los hombres.
Lo que me trae hoy aquí es que, una vez más, y como a tantas otras compañeras, me han dejado con la boca abierta. No es la primera vez que conozco a alguien a través de una app. Normalmente soy yo la que pospone vernos hasta saber de que pie cojea la persona pero en este caso, y después de un par de días de hablar casi constantemente y hasta las 4 de la mañana cada día (lo sé, una locura para mi horario vital), le comenté que dado el buen rollo y el entendimiento que teníamos que sería bueno quedar. El estuvo totalmente de acuerdo. Seguimos hablando con total normalidad hasta ese día en cuestión que me envió un mensaje diciendo que había surgido una cuestión familiar y, como no quería tenerme pendiente hasta quedar libre, prefería pasarlo para otro día. Le dije que de acuerdo, que un imprevisto es eso, un imprevisto. El me comentó, y cito textualmente, no me voy a ningún lado.
Toda esta semana seguimos hablando, incluso el diciendo cosas como me encantas, eres muy especial, una auténtica dama, etc… a lo que yo, mujer experimentada en chorradas por el estilo, contestaba con mucha precaución porque mi yo más joven ya nos habría imaginado teniendo hijos y perro. A mis respuestas el me decía que a veces podía ser muy fría y seca… y yo… bitch ya no entiendes nada de la vida, o eres una desesperada o eres seca y fría.
Cuestión, quedamos para vernos hoy. Alrededor del mediodía le envío un mensaje para ver que tal estaba, y en el fondo para confirmar a que hora nos veíamos. Me dice, regular… llegué muy tarde y bajo la lluvia (salió anoche). Listo… ya no necesito más indirectas que esa. Le dije, bueno si no te encuentras bien lo dejamos para otra ocasión (en mi cabeza estoy pensando NEVER… tu te lo pierdes). El me contesta: «Pueeees igual lo agradecería. Pero te invitaré a merendar a cambio». Desde ese momento: silencio en radio patio completamente.
A mis 32 años ya no entiendo nada. ¿Estoy loca del todo, no entiendo las señales, hablo demasiado o demasiado poco, me dedico a adoptar mascotas y a plantearme la maternidad en solitario (cosa probable), o son ellos que cada vez están peor? ¿Qué haríais?.
A quien haya llegado hasta aquí GRACIAS, espero que tengas un buen día y un abrazo muy grande.