Principios del 2020, trabajo, estudios, algún que otro problema familiar… en definitiva, poco tiempo para socializar y conocer a alguien especial. Decidí instalarme por primera vez una App para ligar, deslizas a la izquierda, deslizas a la derecha, deslizas mil veces más a la izquierda, deslizas otras tantas veces a la derecha, algún que otro match y de repente… ÉL. Por las mayúsculas podéis pensar que era como un Dios griego… pues no. Físicamente un chico de lo más común, moreno de ojos marrones, estatura media, blanquito de piel y poco más.
Miro la descripción de su perfil, y no hay mucho que mostrar, simplemente la ubicación: “a 30 kilómetros de ti”. Y pensé, “demasiado lejos, pero bueno, como muchos otros, ni me contestará…” Pero contestó y empezamos a contarnos nuestras vidas, sin definir qué buscábamos o qué preferíamos evitar, la cuestión es que nos entendíamos bien.
Tres semanas después quedamos en el centro de Madrid para conocernos en persona. Estaba súper nerviosa, ¿estaba loca?, quedar con un chico al que apenas conocía, ¿y si no me gustaba? o lo que más me aterraba… ¿y si no le gustaba yo? Paseamos por las calles de Madrid como auténticos turistas, la verdad que pasamos una tarde agradable pero creo que ninguno de los dos sintió lo que esperábamos. Aun así, al despedirnos nos dimos un beso y cada uno para su lado.
Seguimos hablando y seguimos quedando, el chico me gustaba pero sin más, no sentía nada especial… hasta la tercera cita. Aquel día fuimos al cine y después todo cambió. Nos besamos, nos abrazamos, nos cogimos de la mano… y todo cambió. El tiempo pasaba y empecé a sentir cosas por él pero no sabía ponerles nombre. Una semana antes de que se impusiera el Estado de Alarma y la maldita cuarentena interminable por fin le pusimos nombre, habíamos formado una pareja, estábamos juntos y felices. La cuarentena llegó, no fue fácil, pero a base de vídeollamadas y WhatsApp lo superamos, y nos hizo más fuertes.
El tiempo pasaba y seguíamos confinados, pero unidos. Esa situación acabó y el maldito Covid-19 nos dio una tregua en verano. Ahora hemos vuelto a las restricciones, y debo confesar que es mucho más duro que al principio, puesto que antes no había tanto sentimiento, pero esto también hace que valoremos más cada minutos juntos, nos echemos de menos, y sobre todo, reconocer sin miedo que estamos enamorados hasta las trancas, y lo mejor de todo, es recíproco. Y os juro que es la mejor sensación del mundo: amar y ser correspondido. Cuando todo esto pase, y lea el título de este relato, ojalá pueda pensar “y lo sigo estando”, ojalá nuestra historia tenga muchos capítulos más por contar…