Buenos días , hace un tiempo escribí un post en el que os contaba que me había quedado embarazada y que había sido mi ex quién se quedó en casa conmigo durante la cuarentena. Proponiéndome al final volver a estar juntos y reconocer a la pequeña.
Bueno, os escribo ahora para que sepáis que desde hace cuatro días soy la orgullosa mamá de una brujita llamada Dafne. Pesó tres kilos doscientos gramos y casi rompe las ventanas con esos pulmones de cantante de ópera que tiene.
Pero será mejor que empiece por el principio. Al final, tras pensarlo mucho hablé con él y le dije la verdad. Que le quería muchísimo, que mi vida era más sencilla y bonita cuando estaba él porque era como si le pusiera un poco de sabor a todo… Pero que no quería que saliera todo de nuevo mal y él hubiera perdido el tiempo y la niña en consecuencia sufriera cuando se fuera.
Y se enfadó un poco, me dijo que aunque nosotros por lo que sea terminaramos él querría y protegería a la niña. Porque eso es lo que hacen los padres con sus hijos y él, después de todos estos meses viendo como crecía, notando sus pataditas, viendo las ecografías… Era su padre y ella sería su hija pasara lo que pasara.
Como os podéis imaginar, yo, que era más saco de hormonas que persona me puse a llorar como una loca. Y solo podía pensar en que no le merecía.
La cosa estuvo rara unos días hasta que aunque parezca mala persona decidí que si que me lo merecía. Estaba lejos de mi familia, apenas había salido de casa y él estaba allí por voluntad propia. ¿Por qué no dejar que me mimara un poco?
Sí, fue egoísta por mi parte pero le necesitaba. Necesitaba sus abrazos y sus besos en la frente. Necesitaba que me dejara apoyar la cabeza en su hombro mientras veíamos una película y que le siguiera hablando a cada momento a la niña a través de mi tripa.
La vida no es perfecta y menos ahora mismo, pero os puedo jurar que la nuestra casi la rozaba. Incluso arregló él con su abogado lo que el padre biológico de Dafne debía firmar.
Y al final, en mitad de la noche y tres semanas antes de salir de cuentas me puse de parto. No sabéis el miedo que pasé, me quedé paralizada. Pero él reaccionó enseguida, me ayudó a cambiarme, cogió la bolsa del bebé y salimos pitando.
Así que ahí estaba yo, a las tres de la mañana, sudando como una loca y queriendo matar a la enfermera que me dijo «Para el tiempo que te faltaba, podrías haber esperada a por la mañana chata» Mientras otra muchacha me preguntaba si había tenido síntomas de Covid o había estado en contacto con alguien que lo tuviera.
El parto duró cinco horas y media… Y recuerdo que me dolía pero lo único que tengo claro es el llanto de mi niña, su carita arrugada y congestionada y la adoración con la que la miraba su padre.
Sí, he dicho su padre. No sé qué pasará la semana que viene y mucho menos lo que sucederá en cincuenta años pero sé que quiero que mi hija tenga un padre que la quiera, la proteja y siempre la mire como él la miraba. Como si fuera lo más hermoso del mundo.
Puede que mi decisión sea egoísta. Puede que sea mala persona por querer tenerle a mi lado sabiendo que quizás su vida sería más sencilla con otra persona, pero le quiero.
No es el amor loco, desenfrenado y explosivo de hace años. Ni es el amor puro, primitivo y grandioso que siento por mi hija. Es algo distinto, es calma en mitad de la tormenta, es algo profundo, sencillo, fluido y que avanza de forma lenta y contundente. Como la lava fundida.
Ojalá supiera lo que ocurrirá en un futuro pero de momento pienso disfrutar todo lo posible de mi brujita y del hombre que lleva desde que llegamos a casa ocupándose de todo y apenas dejando que me levante.
Respecto al tema legal de momento Dafne es solo hija mía, simplemente porque llegamos a ese acuerdo ambos, aunque dudo tener corazón para no dejarle ver a la niña si nos separamos antes de que la adopte.
Gracias a todas las personas que me apoyaron y aconsejaron cuando subí el anterior post. Mil gracias.