Empezaré diciendo que soy una abanderada del Yo sí te creo. Y lo digo porque sé que lo que os vengo a contar va a levantar ampollas y me va a caer bastante hate pero si necesito plasmarlo es para saber si hay más chicas que piensen como yo. Este asunto es peliagudo pero sé que seréis respetuosas.
El otro día me escribió una amiga, que es amiga sí pero de esas a las que no ves demasiado a menudo ante todo por temas de horarios, trabajos, familias… De todas formas somos amigas, hablamos de vez en cuando vía whatsapp y nos quedamos cuando podemos para tomar algo. Nos conocemos desde el instituto y como ya os dije, hay confianza. Bien, pues el otro día esta chica me escribió, me dijo que quería quedar conmigo para comer porque tenía ganas de verme. Me pareció raro y un poco inesperado pero en seguida me di cuenta de que lo que querría sería contarme algo y dada nuestra edad me decanté por un bodorrio o un embarazo.
Quedamos en un restaurante que nos encanta a las dos y rápidamente nos pusimos de charleta. En poco rato nos habíamos puesto al día de nuestras movidas rutinarias y cuando ya estábamos con el segundo plato del menú del día me dice que tiene que contarme algo. Entonces me empieza a recordar aquel concierto que habíamos ido a ver con 21 años, una pequeña sala de conciertos en otra ciudad, un grupo que nos flipaba pero que por aquel entonces no era apenas conocido. Lo habíamos pasado genial, más ella que, además de todo se había zumbado al bajista después de la actuación. Había sido todo como muy surrealista pero sí, nos habíamos estado tomando unas copas en la misma sala y ella había desaparecido al rato de ir a presentarnos. Éramos un grupo grande y no le dimos importancia, pero después de un buen rato apareció de nuevo con cara de boba para contarnos que habían echado un polvo increíble en el baño. Esa historia estuvo en nuestro top de noches locas muchos años. Ella de hecho la rememoraba en cada borrachera y nos contaba que cuando se muriera en su lápida pondría que se había triscado a aquel hombre.
Me reía hasta que la veo que está muy seria. Entonces me empieza a contar que la realidad fue que aquel chico la había forzado y la había obligado a chupársela. Después me dijo que ella se dejó hacer y que realmente la penetración le había dado igual pero que había sido todo muy brusco e incómodo. Os puedo asegurar que después de 17 años de historia de sexo tórrido en el baño de aquel local todo aquello me sonaba a chino. Pensé incluso en que me estaba tomando el pelo con una mala broma (sabiendo ella que yo soy muy clara con todo lo relativo al abuso y al machismo). Me dijo que no, que había sido verdad, que después no quiso contarlo porque no había podido pero que ahora se sentía con la fuerza para decirlo.
En mis 38 años de vida es la primera vez que me quedo sin palabras, y ya no solo eso, sino que toda mi empatía desapareció. Solo podía preguntarle que por qué esperar tantos años para decirlo, que esa misma noche su cara no era la de una chica que acababa de ser violada sino todo lo contrario, ella además nos lo había contado pletórica y lo había recordado siempre como el chisme entre los chismes. Me dijo que no sabía, que en su cabeza estaba como bloqueada pero que la realidad había sido bien diferente.
El problema es que por más que lo he intentado desde aquella comida, no he sido capaz de creerla. Me duele muchísimo porque sé que me lo ha contado a mí creyendo que solo yo la comprendería pero no puedo. Recuerdo a la perfección cómo llegó del baño, su mirada de chica traviesa, cómo se reía mientras pedía una ronda de chupitos para todas por el polvazo que había echado, cómo se despidió de él dándole un beso… Lo que no me encaja en toda esta historia es por qué contarlo ahora ¿Qué ganaría ella inventándose algo así? Quiero creerla pero no puedo y necesito que vosotras arrojéis un poco de luz a esto con vuestra sabiduría.
Gracias lovers, me quedo para leeros. ¡Mil besos!