¿Queréis que os cuente por qué no quiero volver a trabajar nunca jamás en mi vida? ¿De verdad os queréis reír a gusto de una madre de lo más pringado del universo? Pues entonces seguid leyendo, colegas.
Fue esta tarde, a eso de las 17:00, después de una larga siesta acompañada de este calor sofocante. Estaba tan sumamente sudada que antes de salir al paseo con mi hija de 3 años decidí darme una duchita fría. Claro que lo que una no se espera es que una simple ducha de apenas tres minutos pueda derivar en la cagada más antológica del mundo.
Me llama mi hermana, hablo con ella mientras me estoy desvistiendo. Termino la llamada, dejo el móvil al lado del lavabo y me meto en la ducha. La puerta del baño por supuesto siempre abierta, estamos solas la peque y yo y teniendo en cuenta que es un terremoto, como para encerrarse en ninguna parte.
Cuando termino de ducharme salgo y me la encuentro delante de mí con el móvil en la mano. Le pregunto qué está haciendo y me dice que quiere llamar a las primas. Le digo que después, que espere mientras me arreglo. Me empiezo a secar.
Ella sigue móvil en mano, yo con las tetas y el coño al aire intentando secarme. Veo que me apunta con el móvil, le pregunto otra vez qué hace. Me dice que mirar a mamá. Se pasa así un rato. Yo, madre confiada (y también un poco gilipollas) sigo a lo mío. Termino de secarme, vestirme, arreglarme… Pasan algo así como 15 minutos y en esto que mi móvil, que estaba ya tirado por el salón, empieza a sonar sin parar. Pudieron llegar como 20 mensajes no os exagero nada.
Estoy intentando vestir a la niña pero como el móvil no deja de pitar lo cojo. Era el chat del curro, en el que estamos toooodos los compañeros así como dos de mis jefes directos. Esos a los que voy a ver el próximo lunes cuando me reincorpore al trabajo. 36 mensajes y la peña escribiendo. No entiendo nada. Lo abro… Tres fotos mías más un vídeo de lo más explícito. Yo secándome, enseñando absolutamente todo. Tetas, culo, coño, tetas otra vez. Abriéndome de piernas para secarme bien, preguntándole a mi hija qué está haciendo. Un material de lo más gráfico, ahora en los móviles de más de 20 personas.
Mi hija, la nueva Annie Leibovitz, liándola no poco. Creo que sufrí dos microinfartos y tres derrames mientras seguía leyendo a aquella gente preguntar si me había vuelto loca o qué. Dejé de respirar unos segundos y creo que por eso me mareé y tuve que sentarme un rato.
Fui capaz de borrar aquello pero fue una tontería porque ya se lo habían descargado más de la mitad. Después escribí »perdón fue mi hija, borrarlo todos por favor». Y no volví a escribir nada. No volví a entrar al chat, aunque siguió acumulando mensajes. Uno de mis colegas del trabajo me escribió por privado y me dijo que lo sentía pero se había descojonado, aunque »menuda putada tía».
Mi jefe me ha enviado un email de lo más formal para citarme el lunes en su despacho para hablar de este incómodo incidente. Y yo sé que no me van a despedir por esto pero lo mismo me dan unas clasecillas sobre infancia y tecnologías que no me irá del todo mal.
Moraleja: Si ves a tu hijo con un móvil que apunta hacia ti, sonríe, di pa-ta-ta pero, sobre todo, tápate el chocho.