Este lunes pre-navideño quiero compartir con vosotros un dolor interno que me acompaña desde hace mucho tiempo y que ahora parece que se agudiza.
Estoy en una etapa crítica de mi vida, no es la primera crisis existencial que tengo, en la que estoy ya trabajando con una terapeuta. Sin embargo soy una persona obsesiva hasta extremos y siempre he tenido que lidiar con una autoestima maltrecha. La dinámica familiar con unos padres que siempre acentuaban mis fallos por encima de mis aciertos y que me hacían objeto a menudo de comparaciones, tiene buena parte de culpa. Hay personas que destacan cualidades de mí como la inteligencia, el ingenio, la empatía e incluso el atractivo físico.
Sin embargo yo siempre he cargado con la sensación de no ser suficiente o de ser ‘la actriz secundaria’. Lo que yo más envidio son esas personas que son populares, que son seductoras, que tienen éxito social a las que siempre llaman y se llevan a todo el mundo de calle. Os parecerá ridículo porque la mayoría de obsesiones lo son, pero me frustra mucho y hasta me obsesiona no haber sido una persona más reconocida en general, y más valorada por los hombres en particular. Admito que guardo bastante resentimiento hacia el sexo opuesto.
No es que no haya ligado o conocido tipos, es la sensación de no haber calado hondo en ellos, de no ser de esas mujeres que dejan huella. A estas alturas de mi vida siento que ya no podré ser la persona que siempre he deseado y esto me entristece y me frustra mucho.