Testimonio de una seguidora enviado a [email protected]
Después de una larga temporada que duró años de inactividad afectivo sexual, tras una relación larga algo traumática, un día como otro cualquiera, una de mis mejores amigas harta de escuchar lo salida que estaba, decidió que ya había llegado el momento de pasar página y me propuso instalarme Tinder.
Yo no tenía ni idea de que demonios era aquello, tras más de 10 años sin ligar estaba bastante desubicada, yo era más de ligar en los bares o en el voluntariado. Cara a cara, vamos. Y era más de fuego lento, coqueteo y demás. Pero mis amigas me decían que necesitaba un empotramiento urgente. Yo no estaba segura de como iba a salir aquello pero me convencieron para probar.
Todas las que habéis usado Tinder: No recordáis esa inocencia entrañable de usarlo la primera vez?
El día elegido fue un sábado por la noche en una cervecería de nuestro barrio, estábamos mi amiga y yo tomando algo y los cócteles nos envalentonaron y nos lo instalamos a la vez entre risas. Flipamos con la cantidad de tíos que salían en las inmediaciones y nos daba hasta algo de vergüenza decir que si a alguno por si nos veía o lo que fuera. Como auténticas pavas. Hablar no hablamos ese día con ninguno, fue más el swipeo y las risas de ver los perfiles y de cuando hacíamos match.
A la mañana siguiente compruebo entre las neblinas de la resaca que alguno me había escrito. Total que me pongo a hablar con uno, parecía majo y parecía interesado en conocerme (insensata). Llamémosle Ángel. Ángel y yo estuvimos hablando varios días a tope, de su trabajo, del mío, de películas, de cosas tontas, de vacaciones, nada trascendental ni importante, la verdad, era más como chachara despreocupada.
Hasta que decidimos quedar para conocernos, y la cita decidí que fuera en la cervecería de un centro comercial de un barrio cercano. Y por lo menos tuve el talento de quedar en un sitio con mucha gente. Había visto fotos suyas y en foto parecía un chico de lo más normal (insensata otra vez).
Me arreglé nerviosa después de no haber tenido una cita en años y me fui en bus para allá.
Llegué yo primero, lo preferí así para no hacer más nervios, así elegía mesa estratégica, pedía antes y enviaba mi ubicación a mis amigas por seguridad (soy muy de ver true crime).
De repente apareció, físicamente era como en las fotos, era bajito, mediría como metro sesenta, pero como yo mido metro y medio pues no me importó demasiado. Iba vestido muy pijo, en plan con chinos, polo y pulserita de la bandera de España y eso me sorprendió un poco porque aunque decidí no tener prejuicios es verdad que siendo yo un poco friki y dark, como que no me pegaba mucho que le gustase a alguien tan distinto. Él al verme me hizo un escáner y puso cara de aprobación.
Pero bueno, mente abierta y vestida de negro pero sonriente empezamos a hablar.
Y… aquello fue un desastre. No teníamos nada en común, pero nada, nada, nada. Cualquier tema que sacábamos solo conseguía que discutiéramos. Era machista, fascista, racista, demasiados istas para mi gusto y aun encima le gustaba el reggaeton. Diferencias irreconciliables, vamos que yo lo siento mucho pero no puedo follar con alguien así, yo necesito que haya un mínimo de química y entre nosotros solo había abismos. Pero eso no fue lo peor. Todavía no me había terminado mi cerveza y me dice impulsivamente de irnos a su coche O_O Perdona? Yo que ya estaba ensayando el discursito de despedida en mi cabeza: – No mira, es que no siento que haya química entre nosotros…
Y él va y me suelta eso y se queda tan pancho, que había aparcado en el parking del centro comercial y que podíamos irnos a un descampado de un barrio rural de mi ciudad en el que solo hay un pequeño barrio y la nada. Yo que como digo soy muy de ver true crime, ya me estaba imaginando los titulares de las noticias y carteles de desaparecida con mi cara. Intenté enfrentarlo con humor:
- Jo, que rápido vas tú, no? – sonrisa nerviosa- Aún no me he terminado ni la cerveza, casi que me la acabo y me voy a casa.
- Te llevo después si quieres
- Nooo, no hace falta, gracias de verdad, me cojo el bus aquí mismo ya si eso
Dicho y hecho me acabé la birra y me fui a despedir pero me dijo que me acompañaba a la parada.
El camino fue silencioso e incómodo.
De verdad este chico no notaba que éramos la antiquímica o es que le daba igual a quién trincarse en su coche? Da igual, no contestéis.
Llegamos a la parada y el bus ya estaba allí, bendito bus, yo feliz de que acabara el tormento, fui a despedirme con los dos besos educados de rigor, y él repentinamente me coge de la cara y me da un muerdo, literalmente un muerdo, pero que me hizo sangre y todo en el labio de abajo.
Me quedé alucinada, no pude ni hablar, mi primer impulso era golpearle os lo juro, del daño que me hizo el tío bruto. Quizás lo tenía que haber hecho pero en ese momento me pilló tan desprevenida que me di la vuelta sin decir nada, me monté en el bus y me senté detrás del todo en el medio para no verle. Con cara de zombie traumada estuve todo el trayecto, ni mirar el móvil me atrevía.
Cuando llegué a casa mis amigas me habían mandado un montón de mensajes para ver que tal iba yendo la cita y demás. Y si, el tío también me había escrito. Muy embarazoso todo. Les contesté a mis amigas que mal, que el Tinder ese no era para mí al parecer y que ya hablaríamos. Bloqueé al susodicho. Me despeloté y me puse en mi sofá en camiseta a comerme un kilo de helado de chocolate mientras veía casos criminales con mis gatos. Eso si es felicidad, amigas.
Que no fue la última vez que usé Tinder, pero si que estuve un tiempo pasando del asunto después de aquella primera experiencia desastrosa.