Hola! Soy bastante asidua al foro pero no suelo comentar ni escribir, y esta vez lo he hecho porque necesito en parte desahogarme y en parte consejo.
Más o menos se puede resumir en lo que digo en el título, pero por poner en antecedentes… hace dos meses me surgió una oportunidad buenísima con un proyecto mi empresa, una oportunidad que, por desgracia, implica un desplazamiento entre ciudades muy mal comunicadas. Como es un desplazamiento temporal (unos 6 meses a lo sumo, y me fío de mi empresa en ese aspecto porque otros compañeros tuvieron experiencias similares), hablé con mi marido y decidimos que lo mejor era que yo estuviera fuera entre semana, regresando los viernes a casa y volviendo para la otra ciudad los lunes muy temprano (no es algo raro entre nosotros, ya que mi pareja, cuando estaba empezando a trabajar como docente, muchas veces tenía que vivir en otra ciudad o pueblo por un mes o dos, cuando mis hijas eran pequeñas) y después lo hablamos con las niñas. Obviamente, la idea no las volvió locas de alegría, pero ya son relativamente mayores (8 y 10 años) como para entender que, igual que a ellas con sus campeonatos de patinaje y fútbol, este proyecto es algo que a mí me hacía mucha ilusión pero exigía sacrificios.
El caso es que todo iba bien, pero este fin de semana las noté muy raras, y hasta ayer por la noche no conseguí averiguar qué pasaba. Y mi suegra es lo que pasa. Resulta que ahora viene un poco más a menudo (aunque no hace falta, mi marido se apaña perfectamente) porque «pobrecitas, que no tienen a su mamá para que las cuide» y se dedica a soltar cosas que van calando en ellas, como que si una madre se va de casa es porque ya no quiere a sus hijos, o que a ver si es que queremos divorciarnos y estamos intentando que se acostumbren a que no estemos juntos… y para rematarlo les dice «no se lo digáis a papá, que se va a poner muy triste».
Estamos los dos cabreadísimos. Obviamente, lo primero ha sido explicarles que no es así, que yo jamás voy a dejar de quererlas y que su padre y yo estamos muy bien juntos, y que si no lo estuviéramos, ellas lo sabrían mucho antes que nadie de la familia y seguiríamos queriéndolas exactamente igual que hasta ahora. Lo segundo ha sido que mi marido ha ido a casa de su madre (vive a apenas unas calles) y ha vuelto con la copia de las llaves de nuestra casa y me ha contado que le ha dicho que es mentira, que las niñas se inventan cosas porque me echan de menos y que si no estoy yo para cuidarlas tendrá que hacerlo ella.
Obviamente, mi marido no le ha creído (mis hijas tienen defectos, como todo el mundo, pero no son mentirosas y además se notaba que, sobre todo la pequeña, estaban realmente preocupadas). No he pegado ojo en toda la noche y nuestros móviles no han dejado de sonar con llamadas de mi suegra y de mi cuñada, que me han seguido llamando esta mañana y he acabado por bloquearlas. Sé que nunca le he caído especialmente bien y que no le gustó nunca nuestra manera de criar y educar a nuestras hijas, pero jamás había dicho nada delante de ellas y en cualquier crítica hacia mí, mi marido le paraba los pies.
Ninguno de los dos tenemos muy claro qué hacer. Yo no quiero que siga viendo a mis hijas, al menos no a solas. Él está dividido porque no deja de ser su madre. Y los dos sabemos que quiere a sus nietas, pero esto es inadmisible.
¿Qué haríais vosotras? Yo no puedo ni pensar con claridad. Tenemos los dos un disgusto tremendo y aunque hoy pude faltar al trabajo, mañana tengo que volver sin falta y no sé cómo voy a irme hasta el viernes dejando este follón detrás.