Hola a todas. Necesitaba, de verdad, desfogarme escribiendo, además de poder leer vuestras opiniones. Llevo leyéndoos bastante tiempo y vuestras ideas respecto a diversos temas me reconfortan mucho. Es un texto largo, pero no encontraba manera de resumir un tema como este:
Tengo casi 30 años.
Este último año ha sido muy duro para mí, puesto que, a raíz de unas experiencias personales dolorosas, he pasado meses en un pozo del que me ha costado mucho salir, con unos pensamientos obsesivos y una ansiedad horrorosa. Cuando comencé a recuperarme, me invadió el deseo de tener un hijo, algo que nunca me había planteado; pero lo ignoré completamente puesto que no tengo estabilidad laboral ni me parece en absoluto el mejor momento. El caso es que, un mes después de tener dicho sentimiento, me he quedado embarazada aún tomando las pastillas anticonceptivas a rajatabla.
Llevo con un chico hará casi un año, nos vemos cada día y prácticamente convivimos. Teníamos planeado irnos a vivir juntos sobre septiembre, pero lo hemos pospuesto un poco por si yo encontrase un trabajo y pudiésemos irnos a algún sitio mejor (yo llevo trabajando muchos años y tengo estudios, pero estos meses me ha sido imposible encontrar algo). Él tiene un trabajo fijo.
El caso es que esta noticia me ha caído como un jarrón de agua fría por lo dicho: no me parece el momento oportuno y, además, me parece que llevo muy poco tiempo con esta persona para plantear algo así. No obstante, una parte de mí siente que debería tenerlo, aunque fuese sola. Digo sola porque él no se ha pensado en tenerlo ni por asomo, lo hemos hablado y ya ha dicho que me apoyará y me acompañará, pero que aborte porque no es el momento.
También temo que, si abortase, me resienta de él y lo acabe dejando, puesto que, si bien él tiene su opinión y es cierto que es la más sensata, además de que se ha mostrado comprensivo y bueno, me parece que se lo ha tomado de un modo superfluo y es incapaz de comprender la magnitud de lo que para mí esto significa.
A todo esto se le suma una experiencia traumática que tuve con un aborto cuando tenía diecinueve años y que jamás me he podido sacar de la cabeza:
Me quedé embarazada con dicha edad (esa vez fue por imprudencia haciendo la marcha atrás). El chico era un irresponsable, también lo achacó a que estaba deprimido. Vivíamos juntos, independizados en una mierda de habitación de alquiler. Yo trabajaba y estudiaba. En cuanto me enteré de que estaba embarazada decidí abortar, pero no podía hacerlo por la pública ya que tengo seguro privado, por lo que me tocaba pagar. Era un dinero que no tenía ni trabajando, porque entonces me quedaba sin comer, y por la tremenda absurdez de no decírselo a mis padres y que me ayudasen, ahorré poco a poco aguantando tres meses de embarazo que fueron horribles. No podía ni comer, todo me daba nauseas, dormía doce horas seguidas con pesadillas horribles, no tenía energía para nada; era como si dentro de mí estuviese creciendo algo maligno que me chupaba todas las fuerzas. El chico de aquel entonces tampoco me ayudó absolutamente nada, se dedicaba a irse de fiesta y a soltarme comentarios como que no me quería ni tocar con un palo porque “olía a embarazada” y le causaba repulsión; o a decirme que ni estaba enamorado de mí ni me quería. El último pico de dinero que me quedaba para abortar, lo conseguí prostituyéndome una noche, porque, si no, ya no llegaba a las semanas permitidas para que fuese legal.
Una vez en la clínica, me atendieron de muy mala manera. Me hicieron una ecografía, dejaron ahí la imagen del feto (que ya era enorme) durante toda la explicación del procedimiento que me iban a hacer, que era un legrado dado la semana avanzada de gestación y que solo podía hacerse con anestesia general porque, en otro caso, palabras textuales: “te vas a morir del dolor”.
Me dieron dos pastillas para, otra vez palabras textuales y estas son muy fuertes: “que no me desangrase durante el procedimiento” y me llevaron a quirófano. Antes de eso yo insistí en que quería hablar con un médico, un psicólogo o alguien, para que me calmase un poco. Se presentó un señor muy arisco en la sala y, al repetirme que me explicase el procedimiento con más calma, me dijo que tampoco lo iba a entender al dedillo, pero que no me iba a pasar nada. Todo esto con prisas.
En el quirófano me conectaron el pulsioximetro, vieron que iba muy rápido y el anestesista, para tranquilizarme, se dedicó a hacerme preguntas como si había tenido muchas relaciones sexuales, hasta que me metieron la anestesia, cosa que sentí como algo ardiente que subía por mis venas hasta llegar al cerebro, y me desvanecí.
De dicha anestesia que era “ligerita” según ellos, y de la que me iba a despertar en poco tiempo, tardé tres horas en despertarme. El chico, que al menos se dignó a acompañarme, me dijo que se preocupó ya que veía a gente que había entrado a quirófano bastante después que yo, salir de la clínica, y de mí no se sabía nada cuando en teoría la intervención y recuperación duraba una hora y media. Preguntó a un médico que pasaba por allí y el hombre le dijo que no sabía, qué eso no era asunto suyo.
Me desperté que no sabía ni dónde estaba, en una sala en la que estarían unas seis mujeres más, en unas camillas separadas por cortinas. Se escuchaban algunos quejidos de dolor, y en los costados había dos basuras llenas de paños y compresas ensangrentadas. Una enfermera reparó en que ya había cobrado la consciencia y me invitó a levantarme y a vestirme.
En teoría tenía un chequeo ginecológico gratuito a los quince días para asegurar que todo había ido bien, me tenían que llamar para acordar la hora. Nunca me llamaron.
Cuando salí de esa clínica me comí unas fresas. Recuerdo que comenzaba la primavera y yo me había enterado de que estaba embarazada un día que nevó en invierno.
Llevo llorando estas dos noches. Desde que el test dio positivo. Lloro por todo: porque tengo miedo, temo no hacer lo correcto, porque me siento sola, porque no entiendo cómo un momento de la vida que es tan bello e importante para algunas, puede ser un tormento para otras. Lloro porque yo también podría dar felicidad y cuidados, y no solo muerte y frustración.
Veo a mucha gente con críos pequeños pasar por las calles, a chicas que deben de tener mi edad, y van con sus parejas y se les ve felices. A lo mejor no lo son, pero yo quiero imaginarme que sí. Y las envidio y me pregunto que debo haber hecho tan mal yo para que algo así se convierta en una angustia y una infelicidad. Solo espero que lo que decida no me traiga aún más desdicha y que no haga infeliz a nadie.
Gracias por leerme.