Hola chicas, me he decidido a escribiros porque ahora mismo estoy en un momento muy bueno y quiero compartirlo con vosotras, porque he aprendido mucho de mi pasada relación y sé que a muchas es un tema que os va a hacer click. (Mensaje super positivo al final, si queréis saltaros el drama)
Conocí a un chico con el que la conexión fue inmediata, y sin darnos cuenta prácticamente desde el primer día estábamos juntos. Nos gustábamos mucho y parecía que a grandes rasgos íbamos por el mismo camino. A diferencia de otros gilipollas con los que todas nos hemos cruzado, él era decente y buena persona, con sus pros y contras, pero muy bonito.
Estuvimos juntos casi 1 año, por el medio la pandemia y estar separados 3 meses largos, en los que yo en parte estaba agradecida de no tener que verlo (ya era una pista para saber que algo andaba regular). Cuando dí el paso de romper, era muy consciente de que yo no estaba bien. Estaba hundida, no era sincera conmigo, y lo más importante, mi cuerpo me lo estaba diciendo. No dormía bien, estaba deprimida, no tenía energía para nada, no comía bien y el día cuando estaba con él era gris y agridulce, porque aunque me gustaba acurrucarme en el sofá junto a él y olvidar todo lo que no funcionaba, en realidad sabía que todo me estaba sobrepasando y tenía fecha de caducidad, aunque yo intentara alargarla.
A mí se me acabó el amor por varias razones, pero los principales desencantamientos vinieron de la mano de la convivencia. No sé cómo pasó pero la dinámica de la relación se basaba en que yo tenía decirle exactamente qué, cómo, y cuándo hacer las cosas. Obligarle a fregar, a cocinar de mala gana, a limpiar, a hacer la compra, a levantarse antes de las 3 de la tarde… yo soy por norma general una persona generosa y transigente, y no me importa fregar la loza si un día no le apetece a la otra persona, o a cocinar si te encuentras mal, y desde luego te mimaré y haré lo que sea posible para que estés a gusto y feliz, pero cuando todos esos gestos no obtuvieron respuesta, sino que se convirtieron en frases como “¿había que hacer la compra? Bueno pues pedimos a domicilio”, o “a mi no me importa que esté todo sucio”, ahí el enamoramiento después de muchos meses aguantando cogió las maletas y dijo CHAO.
Me di cuenta, no sé exactamente en qué momento, de que mi novio en realidad era un niño y yo era su madre. El pequeño gran adolescente que al parecer estaba criando sin darme cuenta no se levantaba del sofá y esperaba que mágicamente todo estuviera preparado. A su favor diré que nunca me exigió nada, ya que a él le parecía bien no tener comida en la nevera, no cambiarse de ropa interior porque “para qué poner una lavadora”, o vivir con el suelo gris cubierto de roña porque para qué fregar. Mi anécdota favorita pasó un día en que yo estaba en cama con la regla, y “amablemente” se ofreció a cocinar para los dos, y yo le dije que apartara mi comida porque me encontraba mal y en ese momento no me apetecía comer nada, pero ya iría en un par de horas. Cuál fue mi sorpresa al levantarme y comprobar que, aunque efectivamente sí había hecho comida para mi… también se la había comido.
La verdad es que recapitulo todo ahora y me entra una furia por dentro que hace que solo quiera gritarle y gritarme por tonta, porque estos temas los habíamos hablado, habíamos tenido muchas y largas conversaciones dónde él entendía mi punto de vista (o no) y luego continuaba sin solucionarlo, porque sí, en singular. Llegó un momento dónde no era un problema nuestro, era suyo.
La historia es más compleja, evidentemente, pero este es un mensaje para todas vosotras que sin saber cómo, estáis en una situación que os disgusta. Que no os convence, que no os llena. Que lucháis y trabajáis para que algo funcione pero en el fondo sabéis que no merecéis tal trato, tales condiciones, etc.
Hay que ser fuertes. Valientes. Listas. Y decir: “esto no me gusta, no lo quiero, lo he intentado pero me quiero más a mi”.
Y aunque seguramente tendréis momentos de bajón y duda, yo os prometo que la libertad y el amor con el que os tratéis, os compensará. Porque no va a haber amor más sincero que el que os regaléis a vosotras mismas. Os lo merecéis, y si para ser felices, tenéis que decir adiós a algo que, aunque no sea malo, os dace daño, debéis coger las maletas emocionales y decirle CHAO.
Un besito muy grande, y pa’lante!