Cuando nos ha llamado la jefa al despacho a deshoras y sin razones laborales aparentes, a mi compañera y a mí, nos hemos mirado con cara de nos va a caer una buena y no sabemos por donde nos va a venir. Esta vez la bronca ha sido por poner motes a la gente, en nuestra defensa diré que muchos son conocedores de sus apodos y hasta les hace gracia y nos permiten llamarlos así, que coño es que algunos son buenísimos y merecen ser reconocidos públicamente porque somos ingeniosas a más no poder, y si, de vez en cuando nos aburrimos un poco en el trabajo y se nos va la pinza, pero es maldad cero.
Hasta que un medio jefe se ha enterado del suyo, ya investigaremos sobre quien ha sido el chivato barra chivata que va a flipar. La bronca nos ha caído con razón, porque somos lo peor y nos merecemos nuestra peta por pécoras, pero quien no lo haya hecho que salga a la pizarra, en serio si alguien no lo ha hecho nunca que se lo haga mirar, es que hay gente que lo pide a gritos y me salen solos.
El traumita viene ahora, porque se supone que debemos dejar de llamar a la gente por esos apelativos tan fantásticos que nos hemos currado y os juro que hay alguno que no me acuerdo de como se llama. Vamos a negociar con la jefa, no hay ovarios, para ver si a la gente que esté conforme con el mote, la podamos seguir llamando así, que total hasta mola y para las cañas de los jueves es mucho más fácil así, que ya nos conocemos todos.
Chicas no seáis malas y no pongáis motes que esta parece el cole y a la siguiente lo mismo nos echan y a ver donde encontramos una oficina con semejante fauna a la que apodar.