No sé si este es el sitio para contar esto, pero llevo años leyéndoos y necesito desahogarme. Voy a intentar contarlo lo más corto posible.
Fui profesor de universidad y tenía muy buena relación con mis alumnos, pero sin cruzar líneas, era algo impensable.
Apareció una alumna especial. Ella sentía algo por mí, y yo tardé (mucho) en darme cuenta. Antes de eso, tuvimos más trato, pero en un contexto de amistad (al año siguiente de haberle dado clase). Era increíble, guapa, inteligente, divertida… pero casi alumna (ya no le daba clase, pero había una jerarquía evidente) y no podía ser. Pegué una espantada bastante sonora y terminamos mal.
Debo reconocer que en los años siguientes no se me fue de la cabeza. A veces veía algo en redes sociales donde aparecía, hasta incluso tuve sueños persistentes con ella en una época muy jodida de mi vida, donde simplemente caminábamos por una playa infinita hablando, y esos sueños me ayudaban a lidiar con el día a día.
Siete años después retomamos el contacto. Pasó de todo y fue difícil, pero terminamos saliendo juntos. Tiene la mirada más bonita que he visto nunca, de esas que le dan sentido a un día cuando la ves al levantarte. Hemos estado siete meses juntos, pero poco a poco las cosas se han ido yendo a la mierda.
Distancia física, diferentes prioridades en la gestión de las relaciones, autoestima de ambos, no tener en suficiente consideración los miedos del otro, conflictos con amigos y hasta supongo que también por la diferencia de edad (11 años). El caso es que la he perdido por cosas que no dejan de ser detalles de mierda, y estoy desconsolado y emocionalmente como un volcán en erupción.
No espero realmente nada al contaros esto (a lo mejor recibir un poco de lapidación pública que me devuelva a la realidad). Tuve dos oportunidades. En la primera gané al perderla. No era el momento ni las circunstancias, pero ahora sí lo era. Maldita sea, ahora sí lo era. En cualquier caso, ella decidió que no quería esto y yo voy a respetarla. Supongo que dejarlo escrito aquí es una manera de exorcizar la tentación de intentar volver a hablar con ella.
Siento el tocho y gracias por escucharme