Acabo de llegar a casa y todavía no sé dónde meterme. Porque sé que es algo natural, tanto como que nos pasa a todas todos los meses, pero es que lo de hoy ha sido demasiado.
Soy una mujer con unas reglas increíblemente abundantes. Los primeros días necesito utilizar tampón y compresa extra grande y me paso el día cambiándome, es lo que hay, lo heredé de mi madre. Bien pues hoy tenía una segunda entrevista en una empresa muy top. Llevaba años soñando con el momento de poder entrevistarme con ese señor y hacerle ver mis capacidades y me pasé la noche dando vueltas en la cama por los nervios.
Cuando me levanté me dolí un poco la barriga pero como me faltaban todavía varios días para la regla y soy bastante puntual pensé que serían los nervios. Me vestí, me puse unas medias y una falda y salí para la entrevista. En el metro volví a sentir un retortijón pero lo achaqué a la situación en general, tampoco notaba nada raro.
Llego a la entrevista, espero unos minutos y al rato me atiende aquel hombre que me invita a entrar en su despacho. Sillas blancas de piel, todo impoluto como muy limpio minimalista. Al poco de sentarme el dolor de barriga se empieza a incrementar y ahí sí empiezo a notar como el pastel fluyendo. Decido no pensarlo porque ya os digo que me faltaba sobre una semana para que me bajase, llevaba un salvaslip puesto y pensé que en todo caso sería suficiente. La entrevista duró 45 minutos. Lo sentí, es que lo vi venir perfectamente. Porque como os digo soy como un río, así que llegó un momento que pensé que casi era mejor no levantarme de aquella silla nunca más en la vida. Me iría sentada en aquella silla, viviría acoplada a aquella silla.
La entrevista terminó y aquel señor se levantó para darme la mano y decirme que si lo aceptaba, el puesto es mío. Me puse tan contenta, que salté del asiento para apretarle la mano y fue entonces cuando vi su cara. La silla parecía un escenario de Saw, mis medias estaban empapadas y la falda color crudo, ni os lo cuento.
¿Lo bueno de todo esto? Que ese señor de unos 60 años tan profesional supo reaccionar. Me dijo que no me preocupase y me indicó dónde estaba su baño privado. A los cinco minutos estaba llamando a la puerta su secretaria para ofrecerme compresas o tampones y también su ayuda. Cuando salí y pasé delante del despacho salió para preguntarme si me encontraba bien y me recordó que nos veremos la semana que viene.
Llegué a casa tapándome con el abrigo y con ganas de una ducha caliente y muy larga, pero encantada de que ante lo que me pasó, gente tan profesional no me hiciera sentir estúpida. Empiezo a trabajar si cabe mucho más contenta.