¡Hola chic@s!
Acabo de volver a casa de vivir una situación bastante embarazosa, al menos para mí, y no sé muy bien cómo gestionarla.
Soy una persona muy tímida, muy vergonzosa y con mucha empatía. La típica que no tiene cara pa’ na’, vaya.
Hace poco terminé las prácticas de auxiliar administrativo en una empresa, y el último día llevé una tarta y galletas caseras. Las hago por encargo desde hace un tiempo para sacarme algo de dinero, ya que los estudios, por horario, no me permitían encontrar un trabajo que se amoldase.
Al despedirme me dijeron que estaban buenísimas, que tenía que dar salida a ese talento (supongo que lo típico que se dice por quedar bien) y yo dije que ya le sacaba algo de partido. Enseguida el jefe me preguntó si de verdad hacía pedidos, que él en Navidad solía regalar a los clientes algún dulce comprado y que la idea de regalar algo casero le parecía más rico y más original. Me dijo que me pasara sobre estas fechas para hablarlo, y así ha sido, esta mañana he ido con unos bombones caseros y un presupuesto.
Vaya panorama… Él se quedó blanco, yo avergonzada entera, la conversación no fluía para nada y mi cabeza me decía que me largase sin decirle nada, pero al final pues le dije que como me había comentado lo de los pedidos, y recalcando que SIN NINGÚN TIPO DE COMPROMISO, le echase un vistazo.
Todo ha sido super frío, me he sentido rarísima y creo que he hecho mal en tan siquiera volver por allí.
Que ya me diría algo.
Me dan ganas de llamarle o mandarle un WhatsApp y decirle que se olvide del asunto, que no hay problema.
No sé qué hacer, porque en realidad me siento bastante absurda JAJAJAJA ¿Debería no haber ido? ¿Le llamo y le digo que se olvide? No me gusta poner a la gente en este tipo de tesituras, pero como insistió tanto pensé que iba en serio…