El día de marras prometía ser, de inicio, de una carga de intensidad extraordinaria:

Era el aniversario de novios con mi pareja y teníamos planes especiales para esa noche, que empezaban con una cenita romántica.

Y además, casualidades de la vida, me habían citado para una entrevista de trabajo esa misma tarde.

 

 

Desde que mi empresa cerró, hacía tan solo un par de meses, aún no me habían llamado de ningún sitio y ya me estaba empezando a deprimir.

Así que esa entrevista, en un día tan señalado, me pareció incluso una señal del universo y estaba bastante contenta.

Decidí, por la hora a la que había sido citada, acudir ya arreglada con la ropa que llevaría a la cena y así iría directamente de un sitio a otro.

Eso sí, debajo de mi discreto vestuario, me había puesto ropa interior mucho más sugerente para acabar la noche como pretendía…

 

 

Llegué con tiempo de sobra a la entrevista y dejé el coche en el parking de la empresa. Y mientras caminaba hacia el edificio principal, saqué el móvil y decidí escribir un mensajito cachondo a mi pareja para ir abriendo boca y creando el ambiente de cara a la noche…

Le comunicaba con antelación, con un lenguaje bastante obsceno, lo que se iba a encontrar bajo mi atuendo de chica formalita, para comenzar a entrar en ambiente cuanto antes…

Lo redacté rápidamente, añadí un par de stickers y un selfie que me hice en pleno directo, mirando alrededor para estar segura de que nadie me veía poner mi gesto más guarro, y le di al botón de enviar, pícara.

 

 

Guardé el móvil para acceder al sitio, metiéndome definitivamente en el papel que me correspondía y cambiando de actitud para ponerme seria.

Después de pararme unos segundos en el espejo de la entrada para retocarme el pelo, pregunté en recepción y me senté en la sala de espera para aguardar mi turno de ser llamada.

Volví a sacar el teléfono para hacer tiempo. Tenía curiosidad, además, de si mi novio había visto lo enviado en esos minutos previos y si me habría respondido…

Entonces el corazón casi se me sale del pecho:

 

 

Al entrar en la aplicación de mensajería, comprobé que no le había enviado ese texto cochino a mi chico, sino que ¡se lo había mandado por error al hombre que haría la entrevista de trabajo!

Su conversación estaría en los chats recientes, ya que le había preguntado unas horas antes sobre la ubicación del sitio, y de ahí habría venido mi confusión al enviarlo incorrectamente.

Me entraron sudores fríos cuando, además, comprobé que salía el doble check azul que indicaba que el mensaje ya había sido abierto y leído.

 

La última hora de conexión del entrevistador era, además, de hacía siete minutos. O sea, debió leerlo casi inmediatamente después de recibirlo.

Sin embargo, no había respondido absolutamente nada…

Con una taquicardia importante e imaginando al hombre dentro de su despacho sin saber cómo proceder después de recibir semejante barbaridad, volví a escribirle disculpándome por activa y por pasiva, explicando que me había equivocado de chat y que ese mensaje no iba lógicamente destinado a él sino a mi pareja.

 

 

Me respondió rápidamente por escrito diciendo que se hacía cargo de la situación y que estuviese tranquila, pero yo seguía colorada y con la respiración entrecortada cuando, poco después, me llamó para que entrara en el despacho.

Sin saber cómo mirarle a la cara, volví a excusarme en cuanto estuve dentro, ya sentada.

El hombre, muy simpático y amable aunque también bastante serio, me hizo un gesto para que no siguiera con el tema y me hizo la entrevista correspondiente sin volver a mencionar en ningún momento el suceso que acababa de ocurrir.

 

 

Me fui de allí muerta de vergüenza, aunque el señor no hiciera nada como para que me sintiese así.

Y me duró tanto el apuro que esa noche al final no fui capaz de «cumplir» mis propias expectativas sexuales de aniversario…

Por cierto, nunca supe si aquello tuvo que ver, pero no conseguí el trabajo y jamás me volvieron a llamar de esa empresa.