Me encanta hacer regalos, desde pequeñita.

Mis padres tienen una caja enorme en el desván llena de todas las manualidades que les hacía a modo de regalo de cumple, por Navidad, por el día del padre y la madre, porque sí… por lo que fuera. Me gustaba y me gusta hacerles regalos a ellos y a todas las personas que significan algo para mí. Porque además soy de las que piensa que no hace falta un gran desembolso económico para hacer un regalo a alguien a quien quieres. Se trata más de conocer a la persona, de saber qué le gusta, de dar con el detalle o incluso el gesto que le tocará la patata. Por otro lado, tampoco creo que solo se pueda regalar cuanto toca. Me gusta regalar sin motivo también, solo porque me apetece o porque sé que esa persona necesita que alguien le haga sentir especial en ese momento concreto.

Y también me gusta que me regalen, por supuesto. Me gusta más que comer con los dedos. Tal vez por eso me cuesta entender que las personas que me quieren no tengan el detalle de demostrármelo al menos en esos días que marca el calendario. Como pasó hace poco con el primer domingo de mayo y ese día en el que no recibí NADA, pese a que tengo dos hijos. Me costó disimular el disgusto, me costó tragarme la respuesta cuando mi marido se dio cuenta y me dijo que se le había pasado totalmente. Me desahogué en el grupo de WhatsApp que tengo con mis amigas y ellas… me llamaron exagerada. Según ellas (las tres que son madres tuvieron sus regalitos), esas fechas señaladas por los centros comerciales son una chorrada.

Pues… yo sí me enfado si no me regalan nada por el día de la madre. Y, por mucho que me hayan querido hacer entrar en razón, no me convencen. Vale que no voy a divorciarme por eso, pero me ha dolido.

Insisto en que un regalo no tiene por qué ser algo caro, ni siquiera tiene por qué ser algo comprado. Puede ser una manualidad de los niños (que en la escuela infantil no hacen nada ni para la madre ni para el padre, solo el día de la familia). Me hubiera valido un cenicero de plastilina o una cartulina pintarrajeada por los peques. Me hubiera valido un vale por un masaje de pies o uno por un finde sin tender la ropa. Es cuestión de tener un detallito que conmemore la celebración de mi maternidad. De saber que mi familia está pendiente y quiere celebrar que soy su mamá o la mujer que le ha hecho a él papá.

No me parece que sea mucho pedir y espero que, cuando mis hijos crezcan y sean más conscientes del día en el que estamos, salga de ellos tener un detalle con su mamá en ese día.

 

Anónimo

 

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