¿Vosotras os atreveríais a recomendar a un amigo o a un familiar para vuestro trabajo?

Yo lo hice una vez y salí escaldada, así que lo siento, pero nunca más. Por lo que he visto, conocer a una persona en un ambiente determinado no quiere decir que los conozcas trabajando. Y que seas majísimo no significa que trabajes bien.

Os voy a contar tres casos de cuando has dado la cara por alguien y ha salido rana. El primer caso me pasó a mí. Los otros dos son de compañeros de mi antiguo trabajo en España.

Andrea:

“Como muchos otros, de (más) joven trabajé en un restaurante de comida rápida en un centro comercial. El dueño tenía también una cafetería muy cuca en frente, y para trabajar en ella recomendé a mi prima. Era un local muy tranquilo, y entre semanas de mañana la persona trabajaba sola, así que buscaban a alguien con experiencia que pudiera encargarse. Mi abuela me había llamado a ver si podía recomendar a su sobrina, porque su madre estaba llorando desconsolada porque su niña había perdido el trabajo (otra vez).

Hablé con mi jefa, la llamaron y empezó a trabajar.

Un puto desastre resultó mi prima. En seguida entendí por qué no le duraba ningún trabajo más de unas semanas. La tía se tumbaba en la barra (literal, tumbada encima), a comer pipas y a hablar con las amigas que venían a verla. Los clientes se terminaban marchando porque nadie les atendía o les insultaban por interrumpirla cuando intentaban pedir. Un par de clientes habituales que sabían que el dueño también tenía el restaurante de enfrente fueron a quejarse. Mi jefa me llamó para avisarme de que la iban a despedir, y por lo visto el pollo que les montó se recordó durante años allí. Pero no contenta con eso, a los días nos llamó “su abogado” exigiendo dinero por despido improcedente y amenazándonos con denunciarnos. Yo cogí esa llamada. Casi se me cae la cara de vergüenza cuando tuve que decírselo a mi jefa. Y mi tía terminó ingresada con una crisis de ansiedad del problemonón en el que podía haberme metido.”

Reme:

“Yo trabajaba en la cantina de una fábrica grande. Llevaba mucho tiempo, pero enlazando contratos de dos-tres meses cada uno. Era un trabajo muy cómodo, de lunes a viernes y solo por las mañanas, mi trabajo consistía en servir los desayunos, recoger y limpiar el salón, y prepararlo para los turnos de comidas, así que yo estaba encantada. Me enteré de que la chica que hacía el turno de noche se iba, así que le pedí a mi jefe si podía coger a mi hija que estaba buscando trabajo. Empezó y a los dos meses o así las demás chicas me avisaron de que estaban convencidas de que mi hija estaba saqueando las taquillas. La empresa era grande pero solo había media docena de mujeres, así que nos conocíamos todas. Estaban seguras de que era ella, pues era la única que había estado trabajando cada vez que faltaba algo, y le habían tendido una trampa. Y se cayó con todo el equipo. Y de paso me caí yo también, pues no me renovaron el contrato cuando se me terminó.”

Manuel:

«En la misma fábrica que Reme, yo era supervisor de una de las áreas de producción. Siempre contratábamos mucha gente en verano para cubrir vacaciones, y muchos se quedaban después porque la plantilla ya era bastante mayor y había muchas jubilaciones, así que un año convencí a mi jefe para que contratase a mi hermano. 10 días duró el impresentable. Llegaba a la hora que le daba la gana porque “se le ha liado la mañana”, se negaba a hacer las tareas básicas “porque mi hermano es el jefe y no voy a rebajarme a eso” y, cuando los demás supervisores le encararon les contestó “pues es lo que hay. ¿Qué vais a hacer, echarme? Recordad quien es mi hermano. Y vaya si lo echaron. De hecho, fui yo quien fue al director de la empresa a pedir perdón y a pedir que lo echaran.

Por suerte, yo llevaba 22 años allí y ya me conocían, por lo que no hubo represalias en mi contra.»

Historia bonus:

Según estaba escribiendo esto, una de mis compañeras de mi actual trabajo ha querido compartirme su experiencia también. Estando de prácticas en un laboratorio, recomendó a su mejor amiga para un puesto que había en calidad. Empezó a trabajar, y seis días más tarde denunció a 7 miembros masculinos de la empresa por acoso sexual. Exactamente a todos y cada uno de los hombres de la empresa. Y exigió un pago de 50000 libras si no querían que fuera a la prensa a denunciar el acoso. Cuando recursos humanos la contactó para empezar sus investigaciones, les dijo que no tenia porque hablar con ellos ni explicar de qué manera la habían acosado. Simplemente que la pagaran y ya para poder olvidar todo el asunto.

Ni que decir tiene que no recibió un duro, y que a mi no me ofrecieron trabajo cuando acabé las prácticas. Y que me libré de una amiga impresentable.

Así que ya veis, no se puede confiar en nadie.

A día de hoy, no me importa recomendar a alguien para un puesto si conozco a esa persona en un ambiente laboral. De hecho, a mi actual jefe le recomendé yo porque le conocía de otro trabajo en el que habíamos estado juntos. Pero a familia o a amigos, never again.

Andrea.