Hace cosa de 11 meses unos amigos tuvieron un hijo precioso llamado Luis. Por mi profesión he estudiado un poquito el desarrollo de los niños, así que desde que nació he aprovechado cualquier ocasión para visitarles y echarle un vistazo como si fuese mi cobaya humana.

El niño es adorable, pero inevitablemente ha atravesado fases de rabietas típicas de la edad. Por ejemplo, sobre los 6 meses y medio empezó a llorar como un descosido cuando le cogía alguien que no fuese ni papá ni mamá. Esto es normal porque a esa edad el apego es muy importante y además tienen la vista totalmente desarrollada, así que diferencian mejor a los extraños.

¿Por qué os estoy contando este mazacote teórico?, os preguntaréis. Pues porque todas estas conductas que son normales aunque molestas, a su padre le sacaban de quicio. Yo flipaba un poco porque en realidad el niño lloraba como cualquier niño normal, se angustiaba de vez en cuando como cualquier niño normal y demandaba atención como cualquier niño normal, pero el padre tenía cero paciencia.

Este finde quedé con otra amiga en común con esta pareja y me contó que él nunca quiso tener niños ni casarse, pero que accedió porque ella insistió mucho. Eso sí, tenía una condición: la boda sería tremendamente básica e íntima y sólo tendrían un niño. Yo flipé en colores. ¿En qué momento nos parece lógico forzar a una persona a tener hijos?

Sé que este tema es un poco polémico y no quiero generalizar. Habrá padrazos que en su día no querían y madrazas que dudaron o que odiaban a los niños antes de parir uno, pero no es lo normal.

Las bodas tienen un pase. Al menos es un solo día y por suerte el divorcio hoy en día está bastante normalizado. De todos modos, me parece surrealista renunciar al bodorrio de tus sueños sólo porque tu pareja no quiere, y también me parece surrealista obligar a tu pareja a casarse en plan Disney si él es antimatrimonio. Te vas a gastar mínimo 10.000 euros en un día que no cumplirá tus expectativas.

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Con el tema niños si soy más radical. Un bebé, un niño de 3 años, un preadolescente de 10 o un adolescente de 15 requieren paciencia, y la paciencia con los críos es algo que a menudo va de la mano del instinto maternal y paternal.

Un hijo no es fácil de criar. Se dará mil hostiazos, se perderá en el centro comercial, se pondrá malito, se le caerá agua en tu portátil, te pintará las paredes, te pedirá que le lleves a baloncesto a las 8 de la mañana un domingo, tendrá berrinches en la calle, se aburrirá cuando vayáis a eventos sociales en familia, y un largo etcétera. Cuando quieres hijos, por mucho que te saque de quicio y te den ganas de mandarlo a Super Nanny, llevas estas situaciones mejor. Cuando no quieres hijos es inevitable pensar que renunciaste a tu libertad por esto, porque no nos engañemos, un hijo es renunciar en parte a tu libertad, y no puedes obligar a tu novio a hacerlo.

Tener hijos o no es una decisión tremendamente importante. En mi opinión, la más importante de nuestra vida. Por eso SÓLO debemos escucharnos a nosotros mismos y no ceder ante presiones externas. No tiene nada de malo querer ser madre o padre, igual que no tiene nada de malo no querer hijos. Lo negativo es hacerlo para complacer a otro, porque tarde o temprano te replantearás tu vida y cómo habría sido de no haber escogido ese camino.

Yo sé que es duro y que mucha gente no lo entiende. “¿Cómo puedes priorizar a un hijo que todavía no has tenido frente a una persona a la que amas?”, te preguntan. Esa sensación no se explica con palabras. Si quieres hijos los quieres y punto, no hay lógica que valga. Por eso os pido por el bien de vuestros futuros niños o niñas que los tengáis con una persona que de verdad quiera criarlos y que no se desentienda.

Leí en Twitter que muchas mujeres deciden divorciarse tras dar a luz porque se dan cuenta de que están criando a dos bebés: uno de pocos meses y otro de 30 años. No seáis una de esas parejas, priorizad vuestras necesidades en primer lugar, porque sino los niños serán los que sufran en un futuro.

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Redacción WLS