Hoy me gustaría hablaros de una de las mujeres más odiadas de la Historia: Ana Bolena.

Algunas la conoceréis por la serie Los Tudor, protagonizada por el dios griego Jonathan Rhys-Meyers, a otras os sonará por el pifostio de historia que la rodea y otras no tendréis ni idea de quién es. Este artículo va para todas vosotras.

Nuestra friend nace en 1501 siendo la segunda hija de una de las familias de aristócratas más respetadas de Inglaterra.  Su padre era diplomático y con 10/12 añitos lleva a Ana a los Países Bajos, donde será dama de compañía de la reina regente: Margarita de Austria (hermana del famoso Felipe el Hermoso), una de las mujeres más inteligentes de su época, y ¡ay! ¡ Ana le encanta!, es lista y perspicaz.

Pero un año después Ana se muda a París como dama de la reina Claudia: había llegado a una de las Cortes humanistas por excelencia (por ahí estaba también Da Vinci, ósea que imaginaros el nivel). Allí aprendió idiomas, ética, música, religión, política, moda  y fue creciendo a medida que su conocimiento se expandía.

Era una bomba: culta, carismática, elegante, inteligente, aguda.

También bailaba, bebía y jugaba a las cartas, algo mal visto. Una joya tías, una mujer bastante empoderada. Ana sabía que vivía en un mundo que no era para ella, un mundo de hombres, y por ello, su perspicacia le hizo llegar a dónde más deseaba.

Además, una de las cosas que más me maravilla es que Ana no entraba dentro de los cánones de belleza de su época, ¡oh, sorpresa, como el 98% de las mujeres! Era delgada, morena y baja (si os interesa cómo era ese ideal de belleza id a mirar cualquier cuadro de Botticelli)  pero todas las crónicas hacen hincapié en su extremado encanto, ingenio y conocimiento y ¡era terriblemente deseada por ello!

Eso sí, no se acostaba con nadie (o eso mantenía ella). La verdad es que estaba un poco «traumada» (entendedme) porque a su hermana María la llamaban «la gran prostituta» y claro, gracia ninguna.

Pero claro, no todo en la vida va a ser Jauja.

En 1522 se muda a la Corte de Inglaterra, donde reina Enrique VIII y su esposa Catalina de Aragón (hija de los Reyes Católicos). El Rey era un mujeriego y tenía a la pobre Catalina hasta los mismísimos; además, solo habían tenido una hija viva y esto les rayaba bastante, puesto que para afianzar el poder, Enrique necesitaba un hijo varón que lo sucediese en el trono.

Ana llega partiendo la pana. En poco tiempo es admirada en toda la Corte (la llamaban «el espejo de la moda») y comienza una relación (sin sexo) con Henry Percy, pero el amor solo dura un año y Ana sigue pasando de los señoros, hasta 1525 cuando el Rey se fija en ella.

Ana estuvo 3 años dándole largas pero parece que finalmente se enamora de él.

Se mantuvo virgen hasta el matrimonio (osea casi 7 años de sequía para ambos) pero la movida era la siguiente: Enrique VIII quería divorciarse para estar con Ana y porque consideraba que su matrimonio con Catalina era nulo, pues ella había sido mujer de su hermano, lo que consideraba pecado.

En 1527 Enrique solicita el divorcio al Papa de Roma pero no lo obtiene puesto que el Papa no está de acuerdo, estando además en plena guerra contra Lutero.

Mientras, Ana desarrolló gran poder en la Corte: reafirmó la alianza con Francia, ascendió a secretarios y arzobispos y fue la primera mujer inglesa en convertirse en noble por derecho propio y no por herencia. Además, dado su conocimiento en leyes y religión presentó al Rey las teorías de la nueva religión protestante, en la que el monarca estaría por encima del Papa y , por lo tanto, tendría el poder supremo de su Reino.

En 1532 Ana y Enrique se casan en secreto, ella se queda embarazada y la boda oficial se celebra en enero de 1533. La rueda comenzaba a girar: el arzobispo de Canterbury  al fin anuló su antiguo matrimonio y afirmó a Ana como esposa de Enrique y Reina de Inglaterra, siendo coronada el 1 de junio del mismo año. Y así, Inglaterra dejó de ser católica: el Rey gobernaba por encima del Papa. Y así Ana se convirtió en una de las mujeres más poderosas del mundo y de la Historia. Además, tuvo a su hija: la futura Isabel I (inmortalizada en el cine por la famosísima Cate Blanchett)

Pero la felicidad de Ana no duró mucho: mientras ella se recuperaba de sus abortos, el rey tonteaba con otras jóvenes.

Los enfrentamientos entre la pareja eran múltiples y Enrique se encaprichó de una nueva dama: Jane Seymur. Desde ese momento comenzó, junto con su secretario, a urdir un plan para deshacerse de la Bolena.

Un plan perfecto: acusaron a Ana de adulterio con 5 hombres, entre ellos su hermano, lo que venía a ser alta traición. Apresaron a Ana, algunos hombres se declararon culpables bajo tortura (lo que no deja de mostrar su inocencia) y fueron ejecutados en mayo de 1536.

Ana tuvo uno de los juicio más famosos de la Historia y se defendió de una forma maravillosa, pero nada podría hacer en un juicio ya amañado, en el que sólo se buscaba su culpabilidad para dejar vía libre a Enrique con su nueva amante.

Ana fue decapitada el 19 de mayo, víctima de uno de los mayores complots de la historia inglesa.

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