Yoli era una chica joven, guapa y muy inteligente. Tanto, que nadie dudó en ayudarla cuando lo necesitó pues, con lo lista que era, no caería en una trampa tan obvia.

Siempre había sido muy ambiciosa. Decía que había nacido para rica, pero que todavía no había encontrado cómo llegaría allí. Después de un año trabajando de recepcionista en una clínica de estética, se quedó en paro sin tener muy claro qué hacer después. Aquel mundo le había interesado un poco, pero no lo suficiente como para empezar una formación, así que buscó información en internet sobre tiendas y más clínicas que pudiesen tener algo para ella. Fue entonces cuando dio con aquella marca, llamémosle X.

Al leer varios anuncios de X, una marca de productos médico-estéticos de uso casero, sintió mucha curiosidad. Tenían de todo y anunciaban tener un prestigio internacional alucinante. Se inscribió en una web para recibir información y no tardaron ni una hora en llamarla para ofrecerle una entrevista personal con la representante local de la marca en su ciudad.

En aquella entrevista, aquella señora con aspecto de ejecutiva agresiva, le enseñó un enorme maletín con cientos de compartimentos muy bien separados llenos de muestras de productos. Le contó que era una marca de total confianza con millones de clientes que ofrecía todo tipo de tratamientos estéticos y productos de belleza a buen precio. Ella era la coordinadora local de las vendedoras de esa ciudad, pero pronto ascendería, dejando su puesto a la siguiente vendedora con más éxito. Yoli, que como comercial no tenía precio, se sintió tentada ante la posibilidad de un ascenso rápido.

Aquella señora le contó cómo X premiaba a sus mejores vendedoras. Hasta el punto de que ese año, a su vendedora estrella en España, le habían regalado un coche con la insignia de X en plata en el capó. Aunque aquella mujer podría comprarse uno cuando quisiese con la cantidad de dinero que sacaba con sus ventas.

Era cuestión de organizarse. X te ofrece un catálogo actualizado, un maletín de principiante y un gran descuento en el primer pedido de muestras. A cambio, recibes el 50% del importe que pagan las clientas y el 20% de lo que vendieran las colaboradoras que lleguen nuevas gracias a ella. No le hizo sospechar que del producto la empresa solo se quede el 30%…

Ella, viendo aquellos catálogos increíbles y aquellas muestras tan profesionales, con la promesa de poder acudir a centros de estética para buscar colaboradores y ser su comercial habitual, y la posibilidad de hacer reuniones de demostración, como se hacía antes, vio la posibilidad de hacer un buen negocio.

Al día siguiente aquella mujer le llevó su maletín de principiante (que era poco más que un neceser de bazar) y un catálogo… Por llamarle algo a aquella revistilla. Yoli le pidió algún catálogo más profesional y completo, pero la señora le explicó que los “libros de productos” tenían un coste de 20 euros cada uno, aunque incluían los suplementos mensuales con las promociones y un cupón de descuento para las primeras clientas.

Ella compró dos, el libro de productos de medicina-estética para clínicas y el de make up básico. Su nueva coordinadora le puso un gesto extraño al no querer el de productos corporales de uso casero y el de maquillaje profesional. Pero si se iba a meter en el negocio, quería hacerlo bien, así que se los quedó todos.

Le preguntó cuanto valía un maletín como el suyo. Ella, sonriendo, le dijo que eran más de 200 euros, que no se complicase tanto la vida al principio para no desanimarse. Pero Yoli tenía ahorros y quería hacerlo bien. Igualmente logró convencerla de que solamente comprase los kits completos de muestras. Eran más caros que los kits pequeños, pero estaba segura de que le durarían varios meses.

Después de una inversión inicial de casi 700 euros y con dos tardes de formación por aquella señora que no tenía pinta de vendedora a puerta fría, Yoli empezó su negocio.

Aunque las clínicas no la querían recibir en cuento veían X en algún sitio escrito, la venta en su círculo cercano no se le dio mal e hizo un mes de casi 500 euros. De los cuales le correspondía la mitad. Entonces fue cuando le preguntaron el nombre de la empresa y sin saber de qué hablaban, le explicaron que debía facturar. Resulta que todos aquellos contratos eran sobre la venta de los productos a ella, no de trabajo. Debía hacerse autónoma. Y así lo hizo. Facturando muy poco al principio y mucho menos después, pues sus amigas le podían comprar una o dos cremas un mes para hacerle un favor, pero no le iban a regalar su sueldo cada mes.

Entonces, tras tres meses sin ingresar más de 100 euros en total, se reunió con la coordinadora que le dijo que su fallo estaba en ser tan conservadora en su forma de vender. Debía organizar eventos como hacían sus compañeras. Entonces le puso un montón de vídeos de chicas que alquilaban grandes salones donde invitaban a muchas clientas potenciales a ver sus productos a cambio de descuentos (que irían descontados de su beneficio, por supuesto), pero que le traerían compradoras periódicas que garantizasen su permanencia exitosa en X.

Yoli se vio comiéndole la cabeza a su prima para que se hiciese vendedora también, si total ya era autónoma… Estaba desesperada por vender. Sus redes sociales eran un acoso constante para sus contactos. Finalmente se atrevió a seguir los consejos de si coordinadora. Alquiló un salón de actos e hizo un enorme pedido para poder ofrecer la venta directa con descuento en el mismo evento. Para ello pidió prestado el dinero a varias amigas y a su hermano.

Al evento acudieron dos adolescentes que le robaron una crema antiedad, un grupo de señoras que le dijeron que primero querían probar las muestras uno días en su casa y algunas de sus amigas, que por lástima le compraron una crema cada una.

A pesar de lo evidente, Yoli siguió empeñada en que podría conseguir aquel coche rosa tan hortera en solo un par de años. Solo tenía que cogerle el punto. Cuando quiso contactar con la coordinadora, esta había desaparecido. La empresa le dijo que la habían trasladado a otra ciudad donde necesitaban ayuda. Ella pidió verse con las demás vendedoras para proponerles un plan conjunto. Fue entonces cuando supo que era la única pardilla de su ciudad. La animaron diciendo que eso era casi un ascenso y que ella sería la coordinadora de las que llegasen nuevas… y picó de nuevo.

Nueve meses invirtiendo todo su tiempo y el dinero de sus ahorros y el que le prestaban sus amigas en una empresa que, poco después de “ascenderla” salía en todos los periódicos como el nuevo timo piramidal. Le decían que no creyese nada, pero ella misma admitió ser consciente hacía tiempo de que todo era una estafa. Pero una vez dentro, su cabeza buscaba la manera de salir airosa, la fórmula de, al menos, recuperar lo invertido. Pero esas cosas están montadas para que no puedas remontar jamás. Su excoordinadora fue detenida tras hacer firmar unos contratos abusivos a dos chicas que resultaron ser menores. Yoli trabaja ahora en un Burger para intentar devolver todo el dinero que debe y recuperar también la credibilidad de su palabra (que le costará más tiempo).

Luna Purple.

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