Aprovechando toda la polvareda que se ha levantado estos días entorno a 25ª aniversario del estreno de la serie Friends (para mí una de las mejores series ever) quiero reivindicar desde estas líneas al que para mí es el gran personaje de la televisión por excelencia: el Señor Chandler M. Bing.
Y es que este hombre es mi alter ego, o por lo menos mi yo con pene, porque le quiero, le admiro, le necesito en mi vida descargando desde la pantalla de la tele, y directo desde Nueva York, su humor negro.
No, en serio, es imposible no sentir la mayor de las empatías por este personaje, y os voy a decir por qué: porque es un perdedor con alma de ganador.
Vive rodeado de sus perfectos amigos, con sus perfectos trabajos, con sus perfectos nombres, sus perfectas vidas sentimentales… Y él los quiere, les admira, les respeta, y siempre está ahí para ellos (parece que la canción de cabecera la cantase él, coño).
Rachel nos encanta porque es una mujer que se ha reinventado a sí misma, partiendo de una infancia muy acomodada e independizándose ya de adulta, y que ha triunfado en el mundo de la moda. Por supuesto, nunca le faltan ligues, es todo un partidazo.
Joey es un seductor con más o menos estabilidad laboral como actor, con un fondo protector y leal que nos rompe los esquemas. Por supuesto, nunca le faltan ligues, es todo un partidazo.
Mónica es una mujer ambiciosa y segura de sí misma (aunque nos lo pinten como fruto de una pérdida brutal de peso, que hoy día sería un NO), que no duda en probar suerte en varias ramas de la hostelería, hasta que se convierte en una gran chef. Por supuesto, nunca le faltan ligues, es todo un partidazo.
Ross es la parte intelectual del grupo. Un paleontólogo y profesor enamorado de su trabajo, vocacional desde siempre, y un patoso adorable. Por supuesto, nunca le faltan ligues, es todo un partidazo.
Phoebe es el espíritu libre que tuvo que aprender a sobrevivir en la calle. Trabaja en lo que quiere, no le importa el qué dirán, y tiene un punto excéntrico que nos encanta. Por supuesto, nunca le faltan ligues, es todo un partidazo.
Y luego está Chandler. Mi Chandler. Arrastra cierto trauma con la sexualidad de su padre, odia por ello el día de acción de gracias, hace chistes malos de los que la gente no se suele reír, consume porno habitualmente, es un exfumador con una gran adicción todavía a la nicotina, baila sobre las mesas, no sabe sonreír para las fotos, cuando se pone nervioso, le sale una voz muy aguda, tiene un tercer pezón, su segundo nombre es Muriel, y sólo ha salido con Janice (OH-DIOS-MÍO!!!).
Nos ha planteado mil situaciones para recordar, bien sean por cómicas o por entrañables.
¿Os acodáis de cuando fue a Las Vegas a buscar a su padre para invitarlo a su boda con Mónica?, ¿o cuando invirtió sus ahorros en la boda, para que Mónica pudiera celebrarlo como siempre había querido?.
Nadie parece saber en qué trabaja a lo largo de la serie (Análisis estadístico y reconfiguración de datos, vale???), hasta que Mónica se lo aprende, justo cuando él renuncia a su puesto, y a pesar de que parece ser el personaje con el empleo más estable y que más dinero gana.
Utiliza ese humor que parece molestar a la mayoría como mecanismo de defensa desde que sus padres se divorciaron, así que siempre tiene preparada alguna coletilla para rematar las conversaciones de sus amigos con ironía y sarcasmo, lo que revela que arrastra cierto trauma infantil que combate con buen humor, lo que lo hace aún más admirable.
Sea como sea, Chandler es amor. Si no estáis de acuerdo, al menos recordad cuando le dijo a Phoebe lo preciosa que estaba vestida de novia, o cuando se despide de Rachel, antes de que ésta se vaya a París, diciéndole lo mucho que la quiere (antes de hacer una pedorreta, jijiji).