Mi cuñada nunca ha tenido afinidad ninguna con la familia política, es decir, ni con mi padre, ni con mi madre ni conmigo. Desde que mi hermano y ella tuvieron a su hijo, la falta de conexión ha ido a peor, ya se puede hablar de animadversión evidente. Con mi padre y conmigo, en particular, tiene una relación cordial y neutral. Es mi madre la que le desagrada, algo que cada vez disimula menos.

Soy partidaria de que no hay que forzar relaciones con nadie, menos aún con la familia política. Mientras no prohíbas a tu pareja ver y estar con su gente, de manera directa o mediante manipulaciones, perfectamente puedes no acudir a sus citas. Unas veces vas, otras no, sin más. En este caso, ninguno de los tres nos molestamos por que ella decida a qué viene y a qué no viene.

Desde el principio estableció un horario de visitas y hay que concertar una cita previa para ir. De acuerdo, es su casa y son sus normas. El problema es que, desde que nació el niño, lo ha acaparado de un modo controlador y posesivo.

Acaparamiento crónico

Es imposible ver al niño sin que ella esté presente, porque se separa de él exclusivamente el tiempo que está en la guardería. Si el niño está malo, ella se pide la baja también.

Tenía muchísimas ganas de quedarse embarazada y le costó, así que ahora ejerce un control exhaustivo y permanente. Se ha llegado a enfadar porque mi madre ha cogido al niño en brazos y lo ha llevado a ver los peluches de la antigua habitación de mi hermano, estando ella en el salón de la misma casa, a menos de 10 metros de distancia. Ha llegado a llamar a toda mi familia porque mi hermano no cogía el teléfono solo media hora después de salir de casa con su hijo, mientras ella se duchaba o hacía cualquier tarea doméstica.

Hemos tenido paciencia por empatía y porque no nos quedaba otra. Cuando solo era un bebé, era con ella con quien mejor podía estar, pero ya tiene casi 3 años y seguimos igual. A ella no le gusta vernos, pero tampoco podemos ver a mi hermano y al niño sin que ella esté presente porque, simplemente, ella siempre tiene que estar. Sí o sí.

Al único que cabe exigirle que podamos ver al niño regularmente es a mi hermano, pero él está quemado. Siempre han tenido una relación llena de altos y bajos, con actitudes tóxicas por parte de ambos. Pero se eligieron, llevan su relación a su manera y hay que vivir con ello. Mi hermano apenas nos escucha porque sabe que, como traslade alguna de nuestras demandas a su pareja, se armará la bronca al instante. Se pasa la mayor parte del día trabajando y, cuando vuelve, no quiere movidas que afecten a su relación o al niño.

La última bronca

La gota que colmó el vaso cayó hace un par de semanas. Era domingo por la mañana. Íbamos a ir a visitar al niño mi padre, mi madre, mi pareja y yo, pero, cuando ya estábamos de camino, mi hermano llamó para pedirnos que no fuéramos. Estaba triste y enfadado.

Mi padre habló con él poco después y le contó la verdad: en cuanto su pareja supo que estábamos de camino, se puso como loca. Le sentó fatal la inminente visita y tuvieron la enésima bronca con el niño delante. Así que a nosotros no nos quedó otra que volvernos y esperar unos días hasta que las aguas se calmaran y pudiéramos ver al niño.

Por si alguien se lo pregunta, no ha habido ningún conflicto previo ni ningún episodio significativo que justifique la actitud de ella. No le hemos hecho absolutamente nada. Simplemente, le molesta nuestra existencia. Repito: no me quejo por ello, sé que no le voy a caer bien a todo el mundo, pero mis padres tienen derecho a ver a su nieto, y yo a ver a mi sobrino.

Lo único que sí le concedo es que mi madre es una persona intensa y requiere que le pongan límites. De lo contrario, va y viene cuando quiere amparándose en la confianza, sin respetar horarios ni calendarios en casa ajena. Está bien que mi cuñada ponga límites, pero que monte un pollo cuando vamos a ir, posponga los encuentros hasta cansarnos y tenga que estar siempre presente no tiene justificación alguna.

Nos sentimos muy sometidos a lo que ella disponga y sin posibilidad de que mi hermano medie. Así que ya, a la desesperada, nos hemos planteado exigir un régimen de visitas regular. Según he leído, el Código Civil recoge que no se puede impedir que los menores vean a sus familiares allegados sin motivo justificado. Y, en este caso, no hay ninguno, ni hay peligros de inestabilidad emocional para el niño, ni falta de capacidades físicas, ni conflicto previo ni falta de vínculo. Es lo que podría alegar la otra parte, según me he estado informando.

No sé si es exagerado, pero, de momento, me estoy informando porque presiento que la situación puede ir a peor. Si mi hermano se quema más de lo que ya está y le propone la separación, no creo que ella aguante una custodia compartida. Con lo posesiva que es con el niño, moverá Roma con Santiago para evitarlo, estoy convencida. No nos queda otra que ir asesorándonos para alcanzar un acuerdo justo.

Anónimo