Me gustaría poder decir que este relato es ficticio, posiblemente me haría quedar mejor, pero por desgracia es todo cierto. Y ni me drogo, ni bebo, ni fumo, ni tomo ninguna medicación que altere mi percepción de la vida y no tengo ninguna enfermedad o trastorno, es un don natural.

Soy una persona tremendamente despistada, nivel que una vez en una cervecería grande donde estaba tomando algo con unos amigos, fui al baño y al salir me agobié mucho porque me perdí y no los encontraba. Sí, me perdí dentro de una cervecería.

Incontables veces he buscado mi móvil desesperada mientras hablaba por el mismo.

Voy en el coche y me dice mi pareja:

  • Pero te has fijado por donde hemos ido, no?
  • Sí, sí, claro (NOP)

Me da vergüenza algunas veces admitirlo porque se suele tomar como falta de interés y no es así realmente, yo lo intento, pero mi cerebro no colabora, es como si estuviese ocupado con otras cosas o simplemente no existiese esa parte en mí, como si la hubiesen amputado al nacer, no funciona, broken.

Es muy extraño porque irónicamente poseo un sentido de la orientación innato que al menos me hace dirigirme en la dirección correcta, será que alguna otra parte de mi cerebro intenta compensar sus carencias por eso de la supervivencia. Eso y Google Maps contribuyen a que viva dignamente, casi como si fuese una persona normal.

Dentro de los despistes hay cosas más aceptadas socialmente que otras, por ejemplo, nadie se enfada por no recordar el día exacto de su cumpleaños, es verdad que Facebook me recuerda muchos, pero incluso cuando alguno se me pasa un día o dos, es algo más común, yo explico siempre que no es nada personal, que no recuerdo ni mi edad muchas veces (real).

Luego hay cosas que bueno, en fin, digamos que socialmente son más difíciles de explicar y/o entender.

Como aquella vez que salí de casa con papel higiénico colgando por detrás del pantalón hasta que una persona desconocida random me lo hizo saber entre risas. Que ahora yo también me río, pero en el momento fue el drama. Yo quería abrir la Tierra bíblicamente y dejarme caer hasta Nueva Zelanda con una nueva identidad.

Y luego está la que os voy a contar ahora que entra ya en otro nivel.

Vivo en un pueblo, dato necesario porque es habitual confiarse y dejar las puertas abiertas, sin echar la llave. De hecho como despistada innata que soy alguna vez me he dejado las llaves puestas por fuera y no ha pasado nada. Claro que si lo pienso, yo soy un ladrón y hasta me mosquearía que me dieran tantas facilidades, es como para desconfiar. El caso es que además vivo en un chalet adosado, donde todos los chalets por fuera son iguales, como esas urbanizaciones que salen en algunas películas estadounidenses que dan miedo. Se va mascando la tragedia, verdad?

Estas casas tienen una puerta al lado del garaje abajo, que comunica internamente con otra puerta que da al garaje y unas escaleras que suben y ya entras a la casa, también tienen unas escaleras que suben directamente desde la calle a la puerta principal, pero es más cómodo entrar por abajo y subir por dentro.

Bueno, pues volvía a casa de dejar a mi hijo en la ludoteca, era invierno, ya de noche (sobre las 6 de la tarde) y digamos que entré una casa antes de lo que debería. Y entré por la puerta de abajo, la puerta del garaje es igual en todas, de estas metálicas y las escaleras también son todas iguales, el suelo, así como las persianas del garaje y la puerta interna de acceso a la casa, también metálica. Esta puerta da a un pasillo desde el que se ve la cocina, un baño pequeño y el salón.

Fue al abrir esa puerta y entrar en la casa cuando obviamente noté que algo no iba bien y que ese no era mi salón, ni mi cocina ni mi nada.

Apenas había hecho ruido ni había dado más que unos pasos en el interior cuando me di cuenta de la cagada así que decidí dar media vuelta y largarme alegrándome de que mis vecinos no tuvieran cámaras, Securitas Direct ni nada parecido, así que me dispuse a marcharme, abrí la puerta por donde había subido, bajé las escaleras y justo cuando abrí la puerta que llevaba a la liberación de mi embarazosa situación me topé de cara con mi vecino que iba a entrar a SU casa. MIERDA.

Claro yo no me lo esperaba, así que me asusté un poco y di un gritito, el que tampoco me esperaba dio un respingo. Imaginaos la escena. Yo me veía esposada en un coche de policía mientras me leían mis derechos por profanación de viviendas, invadir la propiedad privada y  por rarita.

Le expliqué como pude mi confusión, roja como un tomate,le pedí perdón, y mientras hablaba me iba largando, porque solo quería irme a mi casa y no volver a ver a mi vecino nunca, jamás, en mi vida. El pobre hombre se río y aparentaba entenderlo, aunque francamente a mi me daba ya igual que pensara que era una colgada, solo podía pensar en huir a recomponer mi dignidad perdida.

Recuerdo que me excusé en que tenía muchas cosas en la cabeza y estaba muy estresada esos días y yo que sé, lo que me salió en ese momento.

No volvimos a hablar del asunto.

Cuando me pasó esto no llevaba ni un año viviendo allí, claro ahora ya llevo más tiempo y esto me ha pasado más veces, no tan heavy como aquella vez pero si que me he vuelto a equivocar y he intentado meter las llaves en la cerradura de su casa (ahora cierran con llave, ya me conocen). Incluso pensando para mis adentros:

  • Qué raro, no recordaba haber cerrado con llave.

Y cuando veo que no hay manera de abrir pienso

  • NOOOOOO

Pues sí, querida, no abre porque no es tu casa OTRA VEZ.

Conclusión: Cerrar vuestra casa con llave. Mañana podría ser tu vecina :)

Sara Navarro