El susto que nos metió mi suegra: desapareció durante horas con mi hija de 3 años
Ocurrió en Navidades. Mi marido y yo nos cambiamos de ciudad al año de nacer nuestra hija en busca de una mejora de nuestra calidad de vida. Encontramos buenos trabajos y dejamos a más de mil kilómetros a nuestras familias. Nos marchamos con la promesa de que los visitaríamos a menudo, pero dos años después nos ha resultado inviable encontrar el momento: cuando no es el dinero, son los horarios. Las veces que hemos activado el “modo vacaciones” han sido escapadas de un par de días por los alrededores de nuestra nueva ciudad. Por otro lado, en este tiempo, mis padres han podido visitarnos, pero mi suegra solo una vez y un finde, por lo que tampoco es que mi hija tenga demasiado trato con ella.
Navidad 2022
A mediados de año, nosotros habíamos comentado la posibilidad de viajar para reunirnos con la familia en fechas navideñas. Un mes antes de organizar el viaje, se nos complicó la cosa a nivel laboral y decidimos quedarnos en casa. Fue entonces cuando mi suegra hizo el esfuerzo de venirse con nosotros. No es que me muriese de la emoción, pero intenté verle el lado positivo: nuestra hija estaría acompañada por su abuela durante las vacaciones de Navidad, y no botada en cualquier campamento.
He de confesar que sentí recelo a la hora de dejarle a la niña a una “desconocida” por muy “abuela” que se hiciese llamar. Apenas conocía a mi hija y mi hija a ella, por lo que sufría tanto que me volví una obsesionada de los mensajes de WhatsApp. El primer día reclamaba pruebas de vida cada 5 minutos. Mi marido lo llevaba mejor, al fin y al cabo, es su madre y él sobrevivió a la infancia; por lo que yo me convertí en la loca del coño.
Al tercer día, mi suegra habló con mi marido para pedirle que me tranquilice, que la tengo hastiada con tanto control, que le dé un voto de confianza. Respiro hondo, hago un llamamiento a mi templanza interior y decido desconectar del teléfono durante mis horas de trabajo.
Voto de confianza… ¡y una mierda!
Durante el cuarto día, solo llamé a mi suegra al descanso de la comida y no me lo cogió. Tampoco me devolvió la llamada. De esto que intentas no exagerar y le das margen, pero seguía sin rechistar. Llamo y nada. Llamo a mi marido y me comenta que tampoco ha podido localizarla. El teléfono daba tono, así que las llamadas le estaban entrando. Empezamos a escribirle mensajes que entraban, pero no leía.
Salgo de mi trabajo media hora de mi cumplir con mi horario y vuelvo a casa, donde sorpresivamente no hay nadie. Entro en shock. Mi marido se sumerge en un bucle infinito de rellamadas, pero nada.
Al rato, recibo un mensaje: “¡Déjame en paz! Me has impedido ver a la niña durante todo este tiempo, ahora te jodes”, escribió. Creyéndome que la había secuestrado o yo qué sé (te juro que se te pasan cosas terribles por la cabeza), le mostré a mi marido el mensaje bañada en lágrimas. Él también empezó una guerra textual en su WhatsApp con ella, donde le pedía volver o se encontraría sus cosas en la calle. “La próxima vez te vas a pensar mejor alejarme de la niña”, le respondió a él. Al final, llegó a amenazarla con denunciarla a la policía.
Tarde de hamburguesa y cine con palomitas
Volvió a casa. La niña estaba super contenta. Lo había pasado genial. Por lo visto, la tarde se basó en comer en un restaurante de comida rápida con parque de bolas, paseo por centro comercial para comprarle el capricho de turno y cine con palomitas. Planazo, lo sé. Mi suegra llegó tan sonriente, como si nada hubiese pasado, y sin comprender nuestras caras. Se ofendió muchísimo al creernos capaces de que pudiese hacerle algo y se defendió diciendo que solo quería pasar un rato tranquila con su nieta.
Mi marido la echó de casa y las siguientes noches las pasó en un hotel. A los días, hablamos. Ella no se disculpó, se mantuvo en sus trece, asegurando que lo volvería a hacer porque estaba en su derecho. Entonces fue ella la que nos amenazó con denunciarnos por impedirle ver a su nieta. Lo consultamos con un abogado amigo nuestro y nos acojonó asegurando que sí que tendría el derecho de reclamar un régimen de visitas con la niña. Decidimos dejar la fiesta en paz.
Anónimo
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