Blancanieves pero sin enanitos, ni animalitos del bosque.

Y conforme va la cosa me parece a mí que príncipe azul tampoco va a haber.

El caso que vengo a comentaros lo conozco bien porque lo vivo en mis propias (y abundantes) carnes. Qué pasa cuando eres una Blancanieves en el siglo XXI.

Si os gustan los cuentos clásicos además de las pelis Disney, sabréis que cuando la madre de Blancanieves estaba embarazada se pinchó cosiendo (dramas del medievo) y tres gotas de su sangre cayeron en el alféizar de la ventana (de madera de ébano), sobre la nieve. Y eso pidió la señora para su hija: piel blanca como la nieve, pelo negro como el ébano y labios rojos como la sangre. A ella le gustaría la combinación, sobre gustos…

Pero el tema es que así estoy yo. Piel blanca como la nieve y pelo negro como el ébano pero no solo en la cabeza. En general. Putadas de la genética.

¿Y esto qué implica? Para mí fue un drama desde pequeña, yo no quería tener pelitos en los brazos y en las piernas, para mí era un problemón y que los demás se diesen cuenta era todavía peor. Tengo una anécdota fantástica en la que a los once años decidí decolorarme los pelos (que igual se iban a notar, pero quería estar mona para el campamento de verano), y en el baño de mi casa me cogió un chungazo del demonio porque resultó que soy alérgica al amoniaco como el que llevaba la jodida crema. ¿Sabéis lo que es la parálisis del sueño? Pues similar, pero estando despierta. No os digo que soy una Blancanieves…

La adolescencia ya os podéis imaginar. Si en el cole me sentía mal, en el instituto solo me faltaba ponerme una manta encima para que nadie me mirase la piel brillante y el contraste con ese vello suave, pero oscuro como un maldito bosque prohibido. Y como también fue la época en la que pude empezar a depilarme resultó que la raíz de mis pelitos es fuerte como Hulk y me destrozaba la dermis, pero me daba igual porque no quería tenerlos conmigo.

¿Y qué pasa ahora? Que he aprendido. Paso de depilarme a la cera para no dañar más las pobres raíces y el láser es puto caro, así que he tenido que aceptarme (y hacerme amiga de la cuchilla). Sí, tengo pelitos en los brazos y no es para tanto porque, en realidad, no parezco un licántropo, y sí, mi piel destella como si fuese de la familia Cullen (vaya flashback, ¿eh?), pero puedo decir y demostrar que soy de sangre azul. Punto para mí.

Y a todas las Blancanieves del mundo os digo: vuestra piel blanca mola, el pelo oscuro es fuerte y valiente como vosotras, así que no tengáis miedo de vivir, porque al final todo esto no importa. Y manteneos alejadas de las manzanas rojo brillante. Just in case. 

Cristina Sebastià