Ya está. Lo hice. Siempre hay una primera vez. Me atreví. Ea. Fui al cine. Al cine… sola. Y la verdad, no duele… soy de las que disfruta comiendo en un restaurante sola, visitando museos, paseando… me gusta correr sola, alguna vez he viajado sola, pero… lo del cine se me resistía.

Llamadme rara.

Lo del cine tenía para mi un componente de tristeza… como el circo. Una cosa parecida. Claro, digo yo que es porque cuando eres niño vas al cine porque te llevan tus padres, luego vas con los colegas, de pandillón (entre 20-27 adolescentes que huelen a sudor un viernes por la tarde), después con tu primer novio que te toca las tetas en la oscuridad, luego vas con tus amigas, compañeros de curro, un tío de Tinder, con tu novio formal, o hasta con una tipa que no te cae mu bien pero que te sirve de compañía. Y claro, nunca vas sola. Pero esta vez me salió del alma. Era un día tonto de agosto, salía de trabajar y no tenía mucho mejor que hacer. Quería ver “Y de repente tú” y quería verla conmigo misma. 

Así que ahí que allá fui, previa compra de cupón en Groupon (que voy sola pero no soy tonta), con mi chaqueta para el frío polar de la sala y con mis palomitas saladas como perros que cuestan lo mismo que la entrada, a ver una peli que a priori parecía una peli de mi misma: tipa soltera, treintona, que escribe para una revista, promiscua, rubia, jaquetona, no espectacularmente guapa pero mona, que hace lo que le sale del mismísimo coño sin darle explicaciones a nadie.

Luego la cosa se va separando de mi experiencia, e incluso esta comedia romántica que prometía ser diferente a todas, acaba siendo como todas las comedias románticas que son iguales a todas… porque había un tú, bueno, un él, un y de repente él. Un médico deportivo feillo pero con cierto encanto que la quiere pese a su pasado de guarra, que la aguanta pese a su anarquía vital, que se enamora de sus escotes imposibles, que aguanta encantado sus manías y borracheras. Que supera su fobia a perderse a sí misma y no reconocerse al enamorarse. Puta fobia, sí.

Y tengo cosas con las que discrepo, muchas, de esta peli. Americanadas varias, exageraciones y parodias que a veces te sacan fuera de la peli, e incluso la resolución del embrollo, algo previsible. Discrepo porque al final siempre somos nosotras las que tenemos el problema, el bloqueo, y los chicos no tanto, ellos, él, el tipo bueno que aparece para salvarnos, espera paciente a que nosotras nos desliemos el coño y decidamos sentar la cabeza. Psss, me hubiese gustado que Amy le diera una patada en el culo al médico, la verdad. Para seguir siendo la heroína de las que decidimos cuidar de nosotras mismas, las que decidimos controlar la situación en la zona de confort para no hacernos daño queriendo a personas equivocadas. No, no me gustó el final feliz típico porque sigo empeñada en que haya otros finales en las historias. Pero reconozco que me reí, me reí mucho. Comprendí con sentido del humor las barbaridades que nosotras también hacemos a los demás, comprendí que no somos guays por ser crueles, ni estúpidas por elegir lo contrario a la gran masa, ni que somos mejores personas porque no tenemos preocupaciones maritales. Comprendí que simplemente, se trata de que cada uno siga haciendo lo que le salga del coño. Acompañados o no. En pareja, en grupos de 20 o sola.

Y no, no eché de menos a nadie a mi lado a quien darle codazos cómplices. Me bastó compartir las carcajadas con las dos personas, una mujer de unos 45, un chico de unos 33, que estaban sentados, solos y muertos de risa, en mi misma fila.

YouTube video