Una casa mal aislada térmicamente no sólo es incómoda y poco confortable, sino que puede tener graves consecuencias para la salud y la cartera de sus ocupantes. En invierno, el calor producido por los sistemas de calefacción se escapa rápidamente, lo que provoca un aumento de la factura energética y una sensación persistente de frío, sobre todo en zonas húmedas o mal ventiladas. Esto puede provocar problemas respiratorios, como asma y alergias, además de agravar afecciones ya existentes, como artritis y reumatismo.

En verano, el calor exterior penetra fácilmente en el interior, creando un ambiente bochornoso y asfixiante que puede provocar deshidratación, insomnio e incluso estrés térmico. Además, el exceso de humedad favorece la aparición de moho y ácaros, lo que agrava las alergias y los problemas respiratorios.

Las consecuencias de un mal aislamiento térmico

Los riesgos de una casa mal aislada ya se pueden entender a partir de estas premisas. Pero no son los únicos.

Un aislamiento térmico deficiente conlleva otras consecuencias negativas. Desde el punto de vista del confort en la vivienda, se producen temperaturas interiores inestables, con zonas frías en invierno y zonas calurosas en verano, lo que genera incomodidad para los ocupantes. En cuanto a la salud, la exposición a temperaturas extremas y a una humedad inferior a la óptima puede causar problemas respiratorios, alergias y una sensación general de malestar. 

En cuanto a la eficiencia energética, la pérdida de calor en invierno y la entrada de calor en verano provocan un mayor consumo de energía para climatización, lo que se traduce en facturas más elevadas y un impacto medioambiental negativo. Por último, un aislamiento deficiente puede acelerar el deterioro de los materiales de construcción, provocando grietas, moho y otros daños estructurales, lo que reduce la vida útil del edificio.

Los principios de un buen aislamiento térmico

Un aislamiento térmico adecuado se basa en principios fundamentales que contribuyen a mantener un entorno confortable y energéticamente eficiente. En primer lugar, los materiales aislantes deben tener una baja conductividad térmica, lo que impide el flujo de calor hacia el exterior en invierno y hacia el interior en verano.

Existen diferentes categorías de materiales aislantes, cada una con características y ventajas distintas. Los materiales de fibra mineral, como la lana de vidrio, la lana de roca y la lana de oveja, son opciones baratas, resistentes al fuego y con buenas propiedades aislantes. Los aislamientos de espuma, como la espuma de poliuretano y la espuma de poliestireno, ofrecen una gran capacidad aislante y son fáciles de instalar, pero pueden tener características menos ecológicas que otros materiales. Por otro lado, los aislantes naturales, como el corcho para aislamiento térmico, la fibra de madera y el cáñamo, son materiales ecológicos y transpirables con excelentes propiedades de aislamiento y regulación de la humedad, lo que representa una opción más sostenible para el aislamiento térmico de los edificios.

Los puentes térmicos, puntos de unión entre elementos estructurales con diferentes conductividades térmicas, deben eliminarse o reducirse al mínimo para evitar la pérdida de calor. Además, es importante aumentar la resistencia térmica, indicada por el valor R, que representa la capacidad de un material para resistir el flujo de calor. Una mayor resistencia térmica se traduce en un mejor aislamiento.

Por último, el sellado de grietas y hendiduras alrededor de ventanas, puertas y otras juntas es esencial para evitar infiltraciones de aire que pueden comprometer la eficacia del aislamiento térmico y provocar pérdidas de calor no deseadas.

Elegir el aislamiento adecuado

Elegir el aislamiento térmico adecuado para un edificio depende de varios factores, como el clima local, el tipo de construcción, las preferencias de los ocupantes y el presupuesto disponible. Es fundamental tener en cuenta no sólo el confort habitacional, sino también el impacto medioambiental de las soluciones adoptadas.

Siempre es aconsejable consultar a un profesional para obtener una evaluación personalizada y elegir las mejores opciones. Un aislamiento adecuado no sólo mejora el confort y la eficiencia energética de la vivienda, sino que también ayuda a reducir el impacto ambiental al limitar el consumo de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero.