Trabajo en una peluquería de una ciudad grande, casi nunca me cruzo con gente con la que tenga relación o si la tienen es porqué han venido a verme a mí, así que nunca me había pasado nada así. 

Yo suelo hablar mucho con las clientas. Soy salá, que le voy a hacer. Mis compañeras siempre me lo dicen, que a ellas les agotaría tener que estar de parloteo tanto rato y escuchando la vida de la gente, pero es lo que hay, yo hablo hasta con los cristales, ellas se van felices y la jefa contenta.  

Toda la peluquería y en general las clientas saben que estoy soltera, a algunas les contaba anecdotillas de Tinder o de lo mal que estaba el mercado ahora. Era el tema de conversación habitual y algunas hasta me decían de presentarme a sus hijos/nietos/cuñados, yo en broma les pedía una foto, nos echábamos unas risas y no pasaba de ahí, hasta que hice “EL MATCH”.

Yo aun no me lo creía, un chico 10 y todo marchaba muy bien. Era graciosísimo, le gustaban los perros, deportista, profesor de universidad, GUAPÍSIMO y con una sonrisa y una mirada que hacía que me subieran los colores. Llevábamos hablando 2 días y yo ya estaba ilusionadísima. En la peluquería cuando me preguntaban les decía que tenía un candidato pero que no quería dar detalles por si se gafaba. Todas se ponían muy contentas por mí y me decían en broma que eso iba a fastidiar a los chicos que me querían presentar. 

En una de esas conversaciones, donde yo ponía a mi futuro chico como perfecto, unas clientas empezaron a bromear con que seguramente el fallo lo tenía escondido en los pantalones, nos reímos mientras yo decía que esperaba que no, y una de las clientas nos dijo que a su hijo le pasaba y que era un problema.  Nos contó que su hijo tenía micropene y que le costaba mucho encontrar novia por eso, que de pequeño intentaron buscar solución, pero no la hay y que era una pena porque vivió acomplejado mucho tiempo. Todas le quitamos hierro al asunto y ella insistió en que sí que era un gran problema, porqué él era guapísimo y profesor y aun así no conseguía que ninguna chica quisiera estar con él. Ahí se me giró la entraña y me quedé helada, me dije que no podía ser, que qué probabilidad había, pero aun así mientras seguíamos hablando no me quitaba de la cabeza que seguro que era él, así que aproveché mi salero y le dije que a ver si era verdad que era tan guapo. La clienta rebuscó en su bolso y me enseñó su fondo de pantalla, una foto de ella, su marido y su hijo, que por supuesto, era mi chico perfecto. 

Le dije que sí que era guapísimo y que era una pena lo que le pasaba, salí del paso como pude y cambié de tema a la que tuve la oportunidad.

Cuando salí de trabajar ya tenía varios mensajes suyos, pero yo no sabía qué hacer. Aun no habíamos quedado, sí que estaba ilusionada, pero a ver, tampoco estaba enamorada ni nada así, ¿debía recular? Tampoco quería ser una persona superficial y descartarlo solo por micropene, aunque si salía bien iba a terminar conociendo a su madre, que claramente me recordaría de la peluquería y le podría explicar todo a su hijo. Tampoco podía contarle que me acababa de enterar de su problema y que su madre lo iba cascando por ahí, eso iba a ser humillante y le buscaría discusiones con ella, que, si en un futuro esto salía bien, también me iba a salpicar a mí. 

Seguí hablando con él, pero dándole largas para quedar y al final la pelota se hizo tan grande que él mismo perdió el interés en mi y la cosa se enfrió. 

Hay días que estoy convencida de que tenía que ser así y otros me arrepiento de no haber quedado con él y conocerlo, días que me da rabia haber sabido su tamaño antes de quedar y otros que pienso que en realidad fue un milagro y esquivé una bala. 

Nunca sabré que hubiera pasado, pero lo que sí que he hecho, es dejar de ver las fotos que me quieren enseñar mis clientas.

 

Anónimo

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